Escenografía

- A veces me parece dificil creer que toda esa gente que me rodea no es más que...
- ¿Escenografía?
- Si, a veces me pongo a pensar en que todos ellos tienen una vida. Intento imaginarlos...
- ¿Y lo logras?
- A veces. Con algunos. Con los que adivino cierta correspondencia.

Eso me decía y yo lo miraba, pensando que todas las vidas, incluso la de él, quedaban lejos, muy lejos de mi comprensión. Sumida en mi burbuja, cada vez más solitaria en mi egocentrico mundo, cualquier esfuerzo de fundirme con los otros era sólo eso... un esfuerzo.

Derramar energía sobre una escenografía, cuando el telón aún no se descubre.

Derramar lágrimas sobre la leche derramada.

Alguna vez me solté a llorar desnuda y frágil; otra vez tuvieron que sostener mi cabeza para que no me ahogara en la taza del baño. ¿Pero eso fue tocar fondo?

¿No es tocar fondo reconocer que todos, todo, nos queda tan lejos, tan inaccesible, que por más que nos esforcemos nunca seremos parte de ese afuera que nos circunda?

D.

Atrapada en los sesenta

A Juan Carlos le sorprendió mi entrada en referencia a una canción tan ñoña como "La consentida de mi profesor"; pero es que yo tengo una fijación con esa época de crinolinas y copetes esponjados.

Esa expectativa que me causan las chamarras de cuero y los convertibles descapotables, sólo se calma con una malteada con popote y una hamburguesa con queso amarillo...

Me gustaría escuchar Spanish Harlem caminando por las calles con ligeros brinquitos... O que Enrique Guzmán (de joven, ah, que guapo era) me pida que lo mire a los ojos para saber si siempre estuve enamorada de él.

Quizá porque mi hora de llegada a casa era a las 11, o porque los besos siempre fueron para mi la frontera a vencer... pero esa ingenuidad picara de las rolas de esa época me acomodaba muy bien y durante mucho tiempo mi canción favorita fue:

Yo no quiero ser
de las que dicen que te quiero...
pero soy, lo soy...
Y yo no quiero ser de las que lloran por tu ausencia, pero soy...
lo soy...

Y no me da vergüenzaque tu sepas que te quiero...
porque es este amor tan grande...
que donde quiera que tu vayas, mi amor te seguirá...
a ti.

Tú estarás con ella y me verás reír a mi... yo sé que sí, lo sé.
Oirás palabras que yo te decía a tí, yo sé que sí... lo sé.
Y si algun día quieres regresar... No tardes vida mía, dejame enseñarte...
Que nadie te ha querido y por siempre te amará como hago yo:
lo sé.

D.

Mis botas de gamuza, o ¿puede el dinero comprar la felicidad?

El viernes fui a tomarme un café con Ladahir y entre otras cosas me dijo:

- Parece que ya te hizo justicia la revolución...

Bueno, acaba de pasar el aniversario de la Revolución mexicana, pero a lo que él se refería era a que era notable que casi todo mi atuendo era de reciente adquisición.

En particular tenía ganas de enseñarle mis botines de gamuza color camello, porque sé que el aprecia el calzado. (No en balde vivió un tiempo en León, Guanajuato)

Cuando estiré mi pie, para mostrar el botín, noté un feo y maloliente chicle verde sobre mi bota izquierda, que hizo que mi mano derecha se precipitara rápidamente a desprenderlo, con la obvia y notoria mirada de asco de mi compañero de mesa.

- ¡Es que son nuevas! - le expliqué, visiblemente alterada...
- Se nota, por la forma en que te lanzaste sobre ese chicle.

Menos mal que Ladahir tiene un gel antibacterial en la mochila.

El caso es que... yo no soy precisamente una chica espiritual, me gustan las comodidades como a cualquiera... pero creo que eso de preocuparse demasiado por las pertencias se está volviendo un hábito molesto en mí.

Le comentaba a Betty, una de mis compañeras de trabajo, que cuando era estudiante me alcanzaban perfectamente 15 pesos al día para sobrevivir; incluso ahorraba y siempre tenía dinero para las copias, el cine, el café, las tortas y si me daba la gana iba a comprarme una paleta de chocolate o un libro de Cortazar...

Ahora tengo que preocuparme por quitarle el chicle a mis botas de gamuza... Creo que lo último que le puse encima fue un limpiador de alfombras que las cambio de tonalidad...

Jo.

D.

El asunto de la ventanilla

Desde que soy pequeña he tenido que cederle la ventanilla a mi hermana menor, porque ella se mareaba y por tanto, cuando nos sentaban juntas en el camión, a ella le tocaba tomar el aire y a mi.... dormir, o cuidar de su sueño.

Mi mamá le cede la ventanilla a mi papá, porque a ella no le gusta tener que molestar a nadie para pararse a estirar las piernas o acudir al baño...

Por otra parte, según recuerdo, mi abuela también le cede la ventanilla a mi abuelito, porque ella casi siempre lee, mientras que mi abuelo veía el paisaje en España y se solazaba viendo los trenes que venían en contra sentido...

El asunto de la ventanilla siempre me ha preocupado, porque en una de mis películas romanticas favoritas "The wedding singer", plantean la posibilidad... ¿Es el amor cederle al otro la ventanilla?

¿Debe uno ceder la ventanilla o esperas a que te la cedan para convencerte de que te aman?

Bueno, señores, allí les va la demoledora verdad...

Nunca, nadie, me ha cedido la ventanilla.

Supongo que todos apreciamos mucho nuestro confort, nuestra tranquilidad, nuestra pacifica existencia como para sacrificarla en algo así...

Me gusta viajar sola en el autobus.

Si quiero caminar me paso al pasillo.

Si quiero dormir o ver el paisaje, me recargo en la ventanilla.

Me gusta dejar mi nombre en el vaho del cristal...

Y cuando alguien llega le cedo el asiento del pasillo para que el carrito con los sandwiches le golpee los codos.

He tenido que ceder mis ventanillas. A veces con placer, otras con furia...

Cuando sacrificas tu comodidad por otro, aunque sea otro a quien quieres, queda algo en tí...

Quizá sea demasiado egoísta para amar. O quizá sólo me gusta contemplar el paisaje.

¿Y ustedes cederían la ventanilla?

D.

Sería fantástico...

Para mi amiga Mitzi, por lo mismo de siempre:
los recuerdos...
Y para Mar... por la malteada que le debo.

Sería fantástico...

Que las personas no nos decepcionara, que la fila del banco fuera corta, que el corte de cabello siempre nos sentara bien y que los primeros zapatos que te prueban fueran los de cenicienta.

Sería hermoso encontrar el amor verdadero y que las verdades que creíamos de niñas fueran ciertas... como cuando salíamos a comprar esquimos en el mercado y nos escapabamos de pinta con el propio director de la escuela.

Hace poco pasé por el mercado de la Romero, como a las 11 de la noche. Pensé...
Inevitablemente, como siempre, pensé en ti.

Pasé en la bicicleta de un amigo frente a la Secundaria.

Me di una vuelta equivocada en la Avenida Neza... pensé también en Hervin y en que muchos de los sueños que tenía entonces no se cumplieron, pero he soñado nuevas cosas desde entonces.

Sería fantástico que nuestros sueños se cumplieran, pero si no se cumplen, nos queda la esperanza de seguir soñando, cosas nuevas, siempre cosas nuevas.

Las personas nos descepcionan, pero sólo porque nosotros permitimos que lo hagan... quizá a veces esperamos demasiado.

Yo creo que todo tiene que ver con el deseo... con lo que deseamos y lo que creemos desear... lo que pensamos que nos hará felices y cuando lo abrazamos, era un sueño.

Pensé que terminar la tesis me haría feliz, ahora sólo creo que era un escalón más en el camino, no la cima de una montaña.

Creía que tener un trabajo sería fuente de prosperidad y es fuente de preocupaciones distintas, diversas, de nuevas formas de relacionarme, de nuevas formas de descepcionarme. Pensé que amar...

Bueno, amar, como yo lo entiendo... Es una forma de postergar el deleite de verse, por breve tiempo, para torturarse por el mayor tiempo posible, en el que no ves al otro, pero presientes su cercanía en cosas cotidianas...

¿Qué es de mi vida, preguntas? Deseo incumplido y ansia de vivir mañana, para seguir soñando. Te mando un abrazo,

D.

La consentida de mi profesor...

Oh, quiero ser...

La favorita de mi profesor...

Quiero sentirme admirada, envidiada,

ser la mejor del salón... porque yo quiero ser...

la consentida de él...



Cuando iba en la escuela todo era más sencillo: seguías una serie de reglas y lograbas el diez perfecto; si no te convertías en la preferida del profesor, al menos podías obtener un puesto arriba en la lista de los mejores promedios...



Pero ahora, en el resbaladizo mundo profesional, me resulta más dificil saber que es lo que se necesita. Quizá necesito todo un nuevo adiestramiento para lograr ser alguien...

A veces me pregunto ¿Quien soy?

Antes era una estudiante avanzada.

Ahora sólo soy la novata, la chica que necesita adiestramiento: Denle tiempo, dicen...

¿Cuanto tiempo será demasiado?

¿Podrá uno reprobar en la vida?

D.

En el jardín de los ciruelos

Recuerdo una estampa en mi libro de lecturas que hablaba de una joven japonesa que paseaba en un jardín de ciruelos, con esas pequeñas flores rosadas que tira el viento...

Me imaginaba los ciruelos en flor, como en una nevada rosa, que tenía multiples pistilos que provocaban estornudos diversos...

Pensaba en la nariz arrugada de la joven japonesa, caminando con una sombrilla roja.

Pensaba en un nenúfar abriendose y la luz blanca de sus pistilos, iluminando el mundo.

Recordé una grulla de Juan José Taboada, en el más breve Hailku nunca pensado por el genio vivo de los poetas mexicanos... y algo como una persiana, iluminando de refilón con su matiz rojo la piel excesivamente blanca de la jove japonesa.

Te imaginé entre los ciruelos en flor, saliendo al encuentro de la joven, con tu máscara de tigre a punto de saltar.

Y yo era un ruiseñor en una rama, gorjeando ante la posibilidad de ver mi sueño sangriento cumplido.

Las flores de los ciruelos se tiñeron de rojo y la fruta madura cayó del árbol.

Eras el tigre de mi sueño...

Eres el tigre que tiñe de rojo los ciruelos.

Eres el impulso vital que hace correr la sangre.

Eres único, latir del corazón, accidente sangriento de belleza intempestiva.

Eres como siempre creí ver venir al amor, como una fiera que devora y crea desde las raíces de la muerte.

Por eso... por eso te amo, entre los ciruelos en flor, como ama el ruiseñor al tigre.

D.

El cartero llama tres veces...

Ayer fue día del cartero. El cartero que viene a casa me agrada. Tiene lentes oscuros, bigote y un saco de cuero para llevar las cartas. Casi siempre son recibos del teléfono, de la luz, estados de cuenta del banco, promociones...



Pero las lejanas veces en que me han llegado cartas (De mis amigas de Veracruz, de mi prima Ana, postales de Alex) mi corazón rebota como una pelotota...



La expectativa de abrir una carta no se compara en nada con darle clik a un mensaje nuevo en tu buzón de correo. Incluso en mis mejores días de enamoramiento cibernético, nunca me emocioné tanto leyendo un correo como al desplegar una carta.



Sentir (saber) que la persona que escribió deslizó su mano por encima de ese papel y puso la energía necesaria para codificar dos veces su pensamiento, sus emociones, sus quehaceres a ese depósito de tinta y grafito...



Eso no se puede comparar con la danza rápida que emplean mis dedos sobre el teclado.



Luego... el pensar que ese papel de fibras vegetales ha recorrido las distancias, ha cruzado en camiones, avioness, motocicletas... Para escapar de tí ya nada basta...



Y encuentro en esas palabras litografiadas en mi alma, una especie de consuelo tibio y delicioso.



En la preparatoria yo intercambiaba cartas con Lorena. Recuerdo que ideabamos nuevas formas de decorar los sobres, doblar el papel, dibujabamos ratones y flores con enredaderas. En las cartas hablamos del amor, de la muerte, de la venganza, de la ira, de lo que amamos y odiamos, de nuestras inquietudes vocacionaes, de la familia...



Y de esas cartas, que forjaron en gran parte mi espiritu, sólo me quedan las que me escribió ella, las que fueron la respuesta a mis preguntas o las preguntas a las respuestas que escribí para sus ojos... Recuerdo que las dejabamos en nuestros buzones, o a veces de mano a mano, con un gesto de complicidad reducida a destello.



Las cartas permiten decir lo que no se puede decir en persona...



Y los empleados postales son los cómplices en esta aventura, de descubrir al otro a través del regalo de sus palabras.



D.

El caracol a oscuras

En el camino hacia mi casa, hay que atravesar un corredor oscuro en el paradero de Pantitlán al que los microbuseros le llaman "El caracol".

En realidad es un paso a desnivel que pasa por debajo de la línea 5 del metro y sale a un costado...

Este lugar siempre me ha parecido tenebroso, al menos cada vez que el microbus se sumerge en el desnivel, me pregunto por los seres que habitan en esa oscuridad, en ese negro fondo donde parecen dormir los vagabundos y sospechosas botellas de líquido ambar destellan con los fanales de los autos...

El graffiti que puebla las paredes es más soportable a oscuras.

Los charcos y baches del lugar me hacen pensar en que algun día me quedaré allí atrapada...

Por eso siempre es un alivio pensar que saldré del otro lado y lograré encontrar esa esquina del paradero de despedidas y besos robados que tanto me gustan.

A veces pienso que los periodos oscuros de mi vida son como una breve estancia en el caracol...

Después de todo, casi siempre, del otro lado, me queda un beso.

D.

Asfalto

Desde que era niña me gustaban las flores que crecían al borde de las banquetas, desafiando la leu de la Selva de Asfalto. Había unas en particular que me parecían antenas satelitales, de color rosa, pequeñitas, con cuatro pétalos y unos filamentos blancos y contrastantes a las que llamaba Satélites.

Nunca me hubiera atrevido a arrancar estas flores, pero me gustaba quedarme mirando en las banquetas su ansiedad por sobrevivir y su deseo de esparcir belleza en el mundo.

Ahora, que siento que cada día de rutina es una capa de asfalto en mi cabeza, que evita que todo terreno fértil sea aprovechado y los ciclos rutinarios se repiten con las variaciones melódicas de un disco electrónico chafa, donde el zumbido persistente te hace olvidar el paso del tiempo y la luz estrambótica da la impresión de movimiento lento de las cosas que pasan rápido...

Ahora que todo está bajo el asfalto, se me hace cada día más dificil hacer surgir flores en las grietas de las banquetas y en las rajaduras de este piso parejo, que nos atrapa a todos con sus garras de imperioso ahora.

D.

Es contar lo que alivia

Ayer, cuando estaba en medio de una de esas crisis que me programo de vez en cuando para estallar y borrarme la sonrisa, con el objeto de ser mucho más humana... Tuve la suerte de platicar con una de mis amigas psicólogas, quien comenzó a utilizar la técnica mayeutica para hacer que confesara lo que ya he racionalizado hasta el cansancio...

A pesar de ello, noté que el platicarlo me relajaba y me hacía sentir bien. Casi tanto como el cassette de cantos religiosos y me arruya saber que si dejo que el señor me envuelva en su espíritu de amor, abundante vida nueva me dará...

Le decía a Martha que en alguna parte leí sobre el poder curativo del contar las cosas, sea a un amigo, al párroco de confianza o al terapeuta en turno...

Me he sentido muy descansada de saber que me escuchan; una amiga, una presencia en el cielo, un ojo espectante...

D.

Jacuzzi

Soñé...

Tú vestías una camisa blanca y corbata azul. Yo la sacaba por encima de tu cabeza y quedaba tendida en la cama, como una serpiente dormida.

Tú avanzaste hacia el cierre de mi vestido. Te gustaba escuchar el sonido del ziper liberando primero mi espalda... esa era la visión que dominabas desde la altura de tus ojos... mis hombros, mi espalda, la línea de mi ropa interior, un trozo de encaje que contrastaba con esa cobija café con tonos ocres.

Descubrías que en lugar de unas bragas normales, era un breve hilo lo que cubría mi sexo... pero no te dejaba tocarlo, no te dejaba meter en mi coño tu mano...

Esperaba. Te detenía... Dejaba que mi vestido se resbalara, antes de que se atorara con la curva de mis nalgas, me movía ligeramente, con un estremecimiento que dejaba mi ropa en la alfombra en la alfombra y me dirigía al jacuzzi.

Allí me esperaba el agua tibia, como un espejo lleno y profundo, sin ser alterado por la multitud de burbujas... allí me esperaba la tersura del agua, ese cielo inmenso reflejenado mi propia lencería blanca.

Me metí con todo y ropa, esperaba. Esperaba...

Esperaba que llegaras con tu camisa blanca a activar las burbujas de mi baño.

Esperaba a que me cubrieras con esa espuma mezcla de sudor, semen, saliva, deseo...

Mis bragas y mi brasier se disolveron en la espuma, como si de esa misma luz estuviera hecha, como si se difractara esa breve escarcha y se disolviera en el mar mayor de tu deseo...

Y tú te negabas a quitarte la camisa... y te sumergías con todo y ropa a bucear en el fondo de mi sexo, como quien es explorador de cavernas submarinas...

En esa rojiza humedad, de resbaladizo fondo...

Allí buscabas la perla de mi clítoris, mordiendo la soledad que lo rodeaba...

Salado mar, salado el roce de tus dedos, ambicioso...

No sabías que dentro de mi ser te aguardaba un monstruo feroz que saldría inclemente, te expulsaba de la caverna rojiza, donde introdujiste tu lengua, buscando mi placer...

Y esa tibieza, exalación del agua, se fundía en tu boca y sentías un estremecimiento del fondo submarino, como quien escucha abrirse un crater y nacer una montaña.

Veías el fulgor arrojandote, lava ardiente, delicia tormentosa... y atacabas de nuevo, ahora tan excitado, ahora tan lleno de fuego, nuevo Poseídon de mis abismos...

La espuma se disolvía, tras el combate...

Sólo mis bragas se salvaron del naufragio y vagaban... balsas a la deriva para un sólo pasajero.

D.

La formula del amor...

Con tantas y tan bonitas variedades de amor que existen en el mundo, me puse a pensar que estas son resultado, como en las combinaciones orgánicas de la materia, producto de la formula de juntar otros sentimientos más simples...

Mi apuesta inicial era que el amor era un tanto por ciento de Deseo, otro de Ternura y otro de Admiración...

Pero tras un breve sondeo mis amigos agregaron otros elementos...

Mar dijo que era indispensable la Entrega y la Fe...

Gabino dijo que se necesitaba Ignorancia e Idiotez...

Yareli me dijo que también necesitaríamos Cómplicidad...

Y Natalia dijo que Comunicación y Respeto...

Y los porcentajes... pueden variar...

Cuando cambian, se modifica el tipo de amor.

¿Y cual será la formula de amor perfecta?

D.

Sábado Distrito Federal


No sé donde perdí mi gorra... Pero es lamentable, porque ahora que hace frío me gustaría encontrarla de nuevo.
También perdí el reloj que tengo en esa foto...
He perdido muchas cosas en el camino.
Hoy es sábado y como dice la rola de Café Tacvba:
Parece mentira, que habiendo tanta gente en esta ciudad...
No tenga a nadie con quien compartir...
La vista desde mi casa, este sábado...
Al medio día.
D.
P. D. Dedicada a J. C. por el disco de Nina Daconte que me recomendaste: He perdido los zapatos.

Nudos

Por la mañana, cuando por fin conseguí sentarme en el metro, me tocó estar frente a una de esas curiosas ancianitas que tejen chambritas con aguja y carpetitas con ganchillo...

Mientras ella hacía cadenas, cadenetas, puntos y medios puntos, me acordé de que en tiempo de la huelga tuve una rara afición por bordar carpetas de hilo de cañamo con el ganchillo... Sumergida en la hipnótica visión del frío del hierro sobre mi dedo, esa menuda repetición (cuatro cadenetas, un medio punto, cuatro cadenetas, un medio punto) que creaba círculos concentricos con la rápidez de una araña me seducía y adormilaba a un tiempo.

Aunque los primeros abrigos de los seres humanos fueron pieles completas y a pesar de que todavía usamos en ocasiones "especiales" animales, esto parece ser un rasgo nómada y salvaje de tiempos prehistóricos...

El uso de la ropa hecha de nudos, forzosamente tuvo que ver con la instauración de una vida más sedentaria, el pastoreo y la rara habilidad de las hembras de la especie femenina para hacer nudos...

Las ruecas de las bellas durmientes, princesas de la boca de fresa, en espera del hada madrina, eran manejadas por tropeles de bellas chicas, de la dulzura y complexión de varitas de nardo, quienes tornaban un montón de lana cruda en hilos para confeccionar ropa a través de variadas técnicas de anudación.

La trama general de las telas, sea de telar de cintura, telar mecánico y los textiles varios, implica la posibilidad de que un hilo pase por debajo y otro por arriba, apretados estrechamente, para formar un talego de variables dimensiones, que cubre el cuerpo humano con algodón, seda, nylon y materiales diversos...

Si... porque desde que se descubrió que incluso el petróleo, esa materia oscura, de polimorficas características podía ser convertido en un colorido hilo para carpetas, las mujeres ya no tienen que usar ruecas encantadas para bordar redondas carpetas para colocar encima floreros.

Nunca terminé el mantel de ganchillo que tenía pensado. Pero recuerdo que tejí cerca de 7 carpetas, que ahora yacen acumulando polvo por encima de los nudos, bajo adornos de cerámica gastados, en las esquinas polvosas de mi vida, como cuando tejo historias que se revientan a base de mentiras.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...