Lista de propósitos de año nuevo...

1. Recuperar de nuevo los nombres de las cosas: llamarle pan al pan, vino llamarle vino... al sobaco sobaco, miserable al destino... y al que mata llamarle de una vez asesino.

2. No pido perdón. ¿Para qué? Si me va a perdonar porque ya no le importa... Siempre tuve la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta.

3. Decir: toma mi dirección para cuando te hartes de amores baratos, de un rato me llamas...

4. Tal vez se deje seducir el azar, abriga más, cuando es furtivo el amor... Te besaré la nuca mientras miras saltar las olas en las farolas del malecón...

5. Olvidate del reloj... Nadie se ha muerto por ir sin dormir una vez al currelo... ¿Por qué comerse un marrón, cuando la vida se luce poniendo ante tí un caramelo?

6. Yo le quería decir que el amor se parece al deseo... que un beso sólo es un asalto y la cama es un ring de boxeo...

A tí te estoy hablando a tí, que nunca sigues mis consejos, a tí te estoy gritando a tí, que estás metido en mi pellejo, a tí que no te debo, más que el empujón de esta noche, que me llevó a escribir esta intención...

D.

Modos, modas, miradas

Hoy fui al centro a descubrir un modo distinto de mirar la ciudad...

Salí por la Calle de Guerrero, donde enfrente hay un jardín con portales y fuentes laterales, de donde la gente iba saliendo de misa.

Pasé por el portón de la iglesia y entré al Panteón de San Fernando... ha quedado muy bonito, remodelado y convertido en museo de sitio.

Cómo no es serio ese cementerio liberales y conservadores yacen más juntos de lo que estuvieron en vida... Benito Juárez, Comonfort, Zaragoza...

Mausoleos de formas y colores diversos.

Finalmente todo termina en los panteones...

De allí caminé hacia el monumento a la Revolución, donde pasé por puestos de garnachas, canicas y la feria... vi a los reyes magos acompañados de los personajes de la era del hielo...

Pero como era muy temprano, mejor entré al museo de la Revolufia y me regodee viendo a Carranza, Madero, las soldaderas... me imaginé en ese tiempo de miradas a través del tiempo...

Luego fui a San Carlos, donde está la exposición temporal que da nombre a esta entrada... con la exposición permanente armaron una interesante visión de la moda en distintos países... un ejercicio de reflexión museográfica bastante admirable y lucidor...

Al salir de allí caminé de nuevo a Guerrero, donde entré a comer Paella en un restuarante de cuyo nombre no logro acordarme... pero el capucchino y el pan de nuez está rico...

D.

Me lo dijeron mil veces...

Me lo dijeron mil veces
más nunca quise poner atención...
cuando llegaron los llantos...
ya me habían cobrado la comisión...
Creo que todos me advirtieron. No sé si alguien no lo hizo, pero para efectos de esta entrada pongamos que todos me dijeron que no era buena idea cargar con mi identificación, mis tarjetas y todo en una misma cartera, a pesar de que casi nunca lo uso.
Quizá lo que más me iba a doler perder era la tarjeta del metro, porque desde que la tengo me siento muy primer mundista, pasando sin hacer fila para los boletos o para la entrada al metro.
Todo era tan limpio, indoloro, delicioso.
Ese deslizarse constante que otorga el plástico, como en el comercial... Ja.
Pero el día de 26 no encontré mis credenciales y un sudor frío recorrió mi espalda. ¿Y si ya se habían perdido? ¿Y si alguien vacío mis cuentas? ¿Y si una menor de edad se hizo pasar por mí?
Me gusta la foto de mi credencial para votar. Me veo dulce, tierna, exótica, inocente, feliz.
También me gustaba mi guía del metro... y el calendario con un paisaje suizo que me dieron en mi última visita a la camioneta roja de los tacos.
Ay.
Pero no encontré nada de eso.
Mi mamá me recomendó que cancelara mi cuenta en el banco, para que nadie hiciera mal uso de ella. Y ahora me cobrarán la comisión por reposición...
Lo bueno es que ya encontré mi cartera.
Y si, ya aprendí la lección.
Me lo dijeron mil veces...
D.

Salto al vacío

Miraba el filo de la ventana. Una señora paseaba a su perro. No sé sabía si el motel había cerrado a propósito las ventilas, para evitar los suicidas.

Todo el cuarto olía a cigarro y el aire era rancio... Hoteles baratos que visita uno a mitad de la quincena, por el día 24 o 10... cuando ya no alcanza más que para acabar con el deseo, aunque la vista desde la ventana no sea la mejor.

Te conformas con la vista de esa piel tibia y exacta, de esa amistosa complicidad que se te fuga entre los labios cuando murmuras palabras que son amor, deseo, reciprocidad. Ese algo que hace click...

Pensaba en que aún no le daban la ropa interior por catálogo que había ordenado.

Su pasión por los negligés y las bragas era legendaria, no le disgustaba acudir con trapos al trabajo, siempre y cuando pudiera ponerse medias nuevas para una cita como esa; aunque el hotel desmereciera, las caricias nuevas siempre iban bien con un nuevo par de medias.

Alguna vez estrenó tacones sólo para probar la imagen de dominatrix y se miró al espejo con una sonrisa incrédula del aire cosmopolita que agregaban los tacones.

Pero al tratar de caminar con ellos se dio cuenta de que era un paso en falso.

Lo pensaba, hace un momento lo pensaba... cuando evocaba el cigarro de boquilla y la estola de piel de un animal imposible de reconocer.

Esas historias le quedaban bien, pero ahora lo más importante era dejar entrar el aire... aunque la mujer que paseaba a su perro se escandalizaría (quizá) por lo atrevido del conjunto que dejaba un par de senos al aire, ese recato propio de alguna tribu, que venía arrastrando de quien sabe donde, cuando las mujeres andaban por allí sólo con la faldilla.

- ¿Puedes abrir la ventana? - Preguntó ella, convencida de que no se podría concentrar en el olor de su piel, hasta que ese sucio aroma a cigarrillo se desvaneciera...

El se empeñó en mover la ventana, ella observó todos sus músculos de la espalda en tensión, los bíceps y tríceps en guardia, dispuestos... La imagen la hizo excitarse un poco, pensando en la acción de esa piel sobre su cuerpo.

Finalmente la ventana estaba abierta.

Quizá era para evitar suicidas. Hacían bien. Uno nunca sabe cuando tendrá ganas de saltar al vacío.

Quizá ese mismo día.

Quizá no. Después de todo, aún le debían su modelo nuevo de lencería.

D.

Esta onda de la Navidad...

Ayer fui a una posada en la que rezaron el rosario. Hace mucho que no iba a una de esas. Creo que con tantas luces, regalos, aromatizante a pino, ofertas "I- rre- sis- ti- bles", intercambios de regalos, preparativos de comida y dramas familiares, olvida uno que en el fondo este es un ritual religioso de una religión que ha logrado expandir y mezclar esa historia del hijo de dios con un montón de cosas que no tienen que ver...



Me preguntaba el otro día Mar... "Y tú que eres atea, Mayra... ¿Que celebras?"



La verdad no celebro nada, en el sentido de que para mí, es sólo una oportunidad para ver a mi familia; aunque la verdad la veo con cierta regularidad... así que tampoco es tan significativo.



Pero me gustan las luces, los regalos, el aromatizante a pino, las piñatas...



Porque... ¿Qué es un montón de regalos bajo el árbol, la chamarra de moda, el teletón, los villancicos, las piñatas y el mil millón de cosas que hay, si la gente pierde de vista lo que es la fuente de todos estos festejos?



Finalmente es una fiesta de cumpleaños, de quien es considerado como un profeta. Un simbolo que sirve para diversos fines... pero creo que, como todo símbolo,

puede ser usado en dos sentidos: uno positivo y otro negativo.

Así que me enfocaré en el lado positivo y sólo les desearé amor, paz espiritual, reunión con sus seres queridos y la más deliciosa de las cenas...

Feliz Navidad!

D.

Al Indigente Iletrado, en su cumpleaños

Conocí al Indigente Iletrado en un chat muy comercial, que incluso se llegó a anunciar en la tele, en la época en que chatear estaba de moda y tenía mucho tiempo libre por le huelga.

En un principio pensé que tenía como 45 años y me enteré de su nombre como un año después...

Cuando me dijo su dirección de correo pensé que era un albur, o una proposición indecorosa. Luego me enteré de que era un termino en aleman de un filósofo raro...

Dejamos de frecuentarnos un rato, porque yo me alejé del mundo internético; luego comenzaron las pláticas largas, las llamadas de atención de parte de mi padre y el interminable soundtrack que compartimos.

Me gusta pensar que tantas letras no han sido en vano.

Antes quería escribir su biografía, pero creo que ahora ya no me atrevería a dicha hazaña, porque hay demasiados nombres, historias, lugares que recontar...

Ahora, en su cumpleaños, le envío la mejor de mis felicitaciones publicamente.

D.

Quitarte la piel

Ahora que Natalia escribió sobre su celular, yo debo hacer una confesión sobre el mío...

Mucho tiempo me negué a quitarle la carátula protectora, en primera, porque me acordaba del día en que me lo regalaron y se me hacía bonito (como nuevo) por otro lado porque me daba flojera limpiarlo...

Desde que le quité la piel, estoy más atenta a sus rayaduras y a las nuevas marcas que surgen en su superficie, como si pudiera protegerlo del ajetreo diario, de las cosas que enfrento de manera cotidiana: los niños con sus manitas pringosas y las señoras con bolsas estorbosas que te pegan en la cara...

Ya sé que no se puede y sé también que hay que hacerse unos cuantos rasguños; a veces tenemos que salir al mundo y quitarnos la piel, donde se vea que no somos nuevos, pero que lo que hemos vivido forma parte de una historia... y al estar orgullosos de esa historia, contarla, como quien aporta un hilo de seda al tejido del mundo.

A veces tenemos que salir a partirnos el alma, rasparnos la cara, recibir el sonido de los claxones que nos avisan que estamos vivos... por poco, quizá, por un error de física en el universo... ¿Un error, o un milagro?

Ven, vamos a quitarnos la piel. Vamos a descubrir que hay abajo.

D.

Mesa Navideña de Mayra

Venció el plazo que tienen las empresas para conceder el aguinaldo, así que no lo nieguen...

Ya tienen varo suficiente como para cumplirme mis bizarros caprichos.

Afortunadamente, como ando excesivamente generosa (¿será el espíritu de las fiestas?) no les pediré un Mustang, ni nada de lo que me merezco... Sino cosas sencillas, como las que de verdad pueden darme... la felicidad.

- Llévenme al cine, por favor, por favor! Hace mucho que no voy al cine.
- No me lleven al cine, pero comprenme palomitas.
- Invitenme a un café y pagen (si, que espléndidos se verían) también la propina.
- Traiganme un llavero de sus vacaciones (ustedes que si van a tener vacaciones)
- Denme un disco de música que nunca haya escuchado (siempre es bueno escuchar cosas nuevas)

Ay, bueno, ya... denme cualquier cosa...

Me gustan los regalos, lo admito, soy materialista... Ay, ya, no me miren feo!

D.

Apología de las banquetas rotas

Así como en un rostro una marca de nacimiento, un lunar, una nariz chueca, o una cicatriz hace más interesante a una persona, las banquetas rotas cuentan una historia, de un movimiento telúrico, de una falla geográfica, de un ingeniero que se robaba los cambios... cosas así.

Justo hoy lo pensaba, cuando mis zapatos se pararon en una banqueta alta y se dejaron caer hacia un paredón de cemento. Las banquetas rotas tienen historias en las grietas.

Recuerdo que cuando vivía en una pequeña unidad del Infonavit, conocía a golpe de bicicleta cada grieta de la banqueta, cada desnivel, agujero y bache, cada parche en el cemento, cada grieta en donde florecían los dientes de león y los satélites rosados...

Ahora, que he memorizado en que esquina puedo detenerme a atarme los zapatos de camino al trabajo y que la ciudad me muestra su hermosa cara fracturada, como cicatrices en una mujer bella, ahora me he enamorado de las grietas de la banqueta, donde mi mirada se pierde para ir a buscar el centro de todas las cosas.

Cuando caminé por las calles de Sevilla, me di cuenta que sus banquetas también tienen grietas; las calles de Orlando, no las tienen... Las calles de Barcelona tampoco, pero las calles de Madrid sí.

He caminado por muchas banquetas, por alguna extraña razón (quizá por la misma razón por la que nunca he tenido un novio guapo en el sentido convencional de la palabra) me gustan las banquetas rotas.

D.

Es por puro masoquismo...

Citando a la gran filósofa "Lola", debo decir que en ocasiones, cuando el dolor se hace adicción y con el rollo aquel de "Es que me hace sentirme vivo", comienzas a tatuarte hasta el nombre de tu perro encima de las costillas o a perforarte el cuello, a centimetros de las arterias principales que alimentan tu cerebro...

Puede llamarse ya patología.

En el caso de las relaciones, por otro lado, como dice Lola... Si no te olvido, es por puro masoquismo: ¿puede el dolor remplazar al placer? ¿puede el dolor ser incluso una forma de placer?

Cuando repaso la lista de patanes (la Maga Dixit) que han recorrido mi vida, pienso en que algunos (los más adorables) me han hecho padecer mucho, otros tantos me han dejado plantada y los más me han puesto el cuerno sin que de por medio exista siquiera una disculpa o una señal de arrepentimiento.

Los niños lindos y tiernos (como mi ex) con los que he salido, han tenido el privilegio de que les niegue los besos, las despedidas y les diga cosas del estilo... "Es que te quiero mucho, te aprecio como eres, aunque por desgracia eso no es suficiente"

Al que ingrato me deja, busco amante... (Sor Juana dixit, en esta ocasión)

Al que amante me busca, dejo ingrata...

Ahora bien. ¿Esto es por puro masoquismo? ¿Habrá un punto medio? ¿Seré como el Hamster Mordelon en la rueda rosa que mi hermana acaba de dejar en el piso mientras ve Carrie?

A veces pienso que creo que me estoy moviendo, pero en realidad no lo hago.

A veces pienso que este viaje ha sido sólo en una rueda rosa y que si me topo contra una pared, o una puerta, ese obstáculo es sólo una irreal barrera plástica.

A veces creo que el dolor no me lleva a a ninguna parte y si sigo viva es por puro masoquismo. (Lola Dixit... casi)

D.

Dos dedos de dolor

Existe en el ser humano algo que se llama "umbral del dolor"; es la medida de dolor que podemos resistir sin que nos "duela"; las personas que tienen el umbral muy alto, pueden pasar terribles torturas sin notar que se están haciendo daño.

Las que lo tienen muy bajo, son hipersensibles y puede llegar a dolerles que una abeja se les pare en el hombro...

El dolor, como mecanismo de defensa, nos advierte de cosas. Por ejemplo, ayer que mi abuelita me encomendó calentar las tortillas, como su estufa es distinta a la mía me quemé el dedo medio con el comal y primero se me puso rojo y luego me dolió.

Lo quité lo más rápido posible y luego le puse aguita fría. Bueno, me tardo más en contarlo que en lo que pasó...

El caso es que mi piel comenzó a sufrir cambios: primero se enrojeció. Luego con la agua fría se entumeció. Luego lo chupé, no sé si como reacción instintiva o sólo porque me reconforta... hasta que se abrió en dos. La piel ahora se ve blancuzca, no sé si se caerá o que...

No es propiamente una ampolla.

Y hoy, justo cuando iba a comenzar mi última entrevista del día, cerré la puerta que separa el corredor que da a mi oficina de la recepción con demasiada fuerza y me prensé el dedo de la índice de la mano izquierda...

Así que ahora tiene dentro un par de gotitas de sangre, coaguladas, como confeti que no fue lanzado en una fiesta. Y me duele cuando tecleo...

Pero lo curioso es (de nuevo) casi nunca me percato de cuando uso las yemas de los dedos... hasta que me duelen.

Se ven raras.

Incluso diría que bonitas.

Por eso luego la gente se hace adicta al dolor.

Yo sólo soporto dos dedos de dolor.

D.

El (inevitable) recuento anual

Faltan 15 días para que se termine el año. Eso me hace pensar en que cuando se termina el año, todos nos ponemos algo ideáticos... y nos da por pensar "¿qué he hecho en este año?"

Esa reflexión es más apropiada en el cumpleaños, porque, de forma real, aún no pasa un año más de vida... pero obligados como estamos a la convivencia social, pues hacemos dos recuentos de este tipo al año.

La reflexión del final del año es importante, porque como todo el mundo la hace puedes compararlo con los recuentos de los otros y decir... Que chida vida tengo. Jo.

Entre las cosas buenas que me pasaron este año:

- Me fui de viaje a Europa! Seeeeh! Que bonito! Si sé francés... Ja, bueno, sobreviví dos días en territorio francés. Ya es algo. El resto de mis días pasaron en España; además disfruté mucho la compañía de mis abuelos, siempre se conoce un lado distinto de la gente cuando viajas con ellos.

- Me titulé... Eso fue bueno, pero un proceso largo y traumático, que terminó en una comida altamente catártica con mis amigos y mi familia, que me reconfortó mucho.

- Conseguí trabajo. Bueno, respecto a eso, sólo puedo decir que con sus múltiples devenires y sinsabores, es muy tranquilizante tener trabajo.

- Tuve una relación larga (bastante larga, para mis estándares) que terminé porque me pasó como en la rola de Sabina... Antes que la carcoma de la vida cotidiana, acabara durmiendo en nuestra cama, pagana y arbitraria como un lunes sin clase me fui de madrugada, no quise ser de nadie...

Entre las cosas malas que pasaron este año:

- Fui al concierto de Serrat - Sabina con mi ex novio, lo cual me parece un mal Karma, porque parece que siempre tengo que ir con ex novios a esos conciertos, así que me saben agridulces.

- No quedé del todo satisfecha con mi tesis, ahora, en retrospectiva, creo que tomé muchas decisiones equivocadas a ese respecto.

- Dejé el ámbito académico sin pena ni gloria, sin luchar o esforzarme por seguir allí, a pesar de que sé que en muchos aspectos es algo que me encanta y me satisface enormemente.

- Sigo conservando mis vicios más arraigados, parece que no he aprendido nada, a pesar del tiempo que he intentado lidiar con ellos...

Pero sigo aquí.

Fue el año del cerdo, según el calendario chino iba a ser un año lleno de prosperidad y tranqulidad... De hecho si. Cumplí 24 añotes... y al menos por ahora, no me asusta la cifra del cuarto de siglo.

Ya después vengo a poner mis propósitos del año que viene... aún no los pienso.

D.

La mujer a mi lado

La mujer a mi lado era adicta al celular. En menos de dos horas realizó un promedio de 20 llamadas. Creo que se ponía de acuerdo con sus familiares sobre un problema.

Al parecer alguien iba a morir en su familia y tenía muchas cosas que arreglar.

La mujer a mi lado era enfermera.

Recibió una llamada de sus subordinadas para recibir instrucciones.

Quizá era enfermera privada, pues solicitó que se le cambiaran las almohadas a un paciente.

La mujer a mi lado tenía más de 50 años y había incorporado su teléfono a su vida de una forma en la que yo jamás creo poder hacerlo.

Desde allí disponía del destino de los otros, el suyo propio, vida y muerte...

Y yo que no puedo llevar en el teléfono ni mi agenda...

Ja.

D.

¡No tengo nada que ponerme!

Bueno, ya sé que he estado lucida con esto de los lugares comunes, pero hoy, justamente hoy, se le ocurre a mi jefa avisarme que tengo que ir formal a la fiesta de la empresa; así que llegué a rebuscar en los cajones de mi mamá en busca de un vestido "formal-pero-no-muy-formal-como-de-noche-pero-no-muy-escotado-ni-tampoco-poco-profesional-que-refleje-las-necesidades-de-la-mujer-profesionista-del-siglo-XXI"

No tengo algo así.

¿Sobra decir que no tengo algo así?

¿No es obvio?

Seguro se puede oler mi desesperación a kilometros...

Ay!

¿Y ahora que hago?

D.

¡Que no estoy triste, carajo!

Desde el sábado están con eso.

Pero no, les aseguro que no estoy triste.

Gracias por el interés, pero a mi eso de las depresiones navideñas no se me da.

Me da más por deprimirme en primavera, cerca de mi cumpleaños. Y ya sé que está prohibido suicidarse en primavera.

¿Por qué, en general, la gente insiste en convertir mi ánimo azuloso con una depresión marca diablo?

¿Por qué no pueden dejarme en la ventana, suspirando por la forma de las nubes y el color de las hojas secas sobre la banqueta?

Creo que todo el mundo tiene derecho a su propia melancolía y el querer controlarla es como desear embotellar el viento; simplemente es inútil, innecesario...

La buena melancolía, que me pisa los pies, me persigue...

Pero a veces me dejo alcanzar y jugamos a trazar letras en la ventana.

D.

Tengo ganas de destruir algo hermoso...

En la vida hay dos impulsos. El crador y el de destrucción. Las más de las veces los libros de autoayuda hablan del impulso creador, del poder del amor, de la fuerza vital que nos alienta...

Pero hay días (como hoy) en que despiertas con ganas de romper, destrozar, desgarrar....

Y si sólo tiraras y desgarraras, rompieras y agujeraras lo viejo, lo inservible, lo deleznable... quizá se entendería.

Pero hoy amanecí con ganas de hacerle agujeros a mis medias, de tomar las tijeras y partir mis pantalones de mezclilla, de estrellar esferas del árbol de navidad contra el piso, de arañarme la piel y hacerme sangrar.

Hay días en que tengo ganas de pintar las paredes blancas con grafittis de palabras obscenas y gestos vagos.

Hay días en que quiero que mi boca se vea asaltada por el sindrome de Tourette y toda la basura que he aprendido se escurra de mi boca, como de un vertedero del drenaje, donde despedace incluso la imagen de mí misma que he construido en torno mío como una barrera, una burbuja, una pared de cristal.

Tengo ganas de meterle ladrillazos a los cristales y gritar fuerte.

Quizá todo el arte ya ha sido creado, por eso lo que queda es esa pulsión de muerte, eso podrido que escapa de nuesta boca como un último aliento del espíritu humano.

Hoy tengo ganas de destruir algo hermoso.

D.

La emocionante vida de Norma

Norma llegó borracha a la empresa donde trabajaba de capturista, eran cerca de las 11 de la noche, pero a pesar de las dos botellas de tequila que se había tomado con sus dos mejores amigas, recordaba, quizá gracias a las dos líneas de coca que se metió, que su amante entraba en el turno de la noche.

El transporte de la empresa la había recogido junto con los otros trabajadores, que caminaban zombies y sin voluntad, en la noche del domingo, resignados a ese destino común de mover, acomodar, recoger... Era un centro de distribución como cualquier otro, un lugar anónimo donde las cosas son acomodadas y distribuídas, donde todo va a parar a lugares desconocidos y luego es consumido por personas de clase media que toman la leche de los estantes sin saber de todas las manos somnolientas que las transportan.

Norma no pensaba en la alienación laboral. Lo único que quería era aclarar las cosas... En su cabeza, revolucionante a mil por hora, se había metido un único objetivo: citar a la esposa de José Luis y dejar todo en claro...

Norma pasó el dispositivo de seguridad sin problemas, los guardias también se encontraban somnolientos... quizá era por el turno de 24 horas que tenían que cumplir... quizá sólo porque entre las docenas de personas que pasaban por enfrente de sus ojos, Norma sólo era un número más en la nómina. Activos de la empresa.

Norma fue al área de José Luis y le informó, sin más preambulos, quizá impulsada por la agitación que ponía la cocaína en sus venas:

- Le llamé a tu mujer. Viene para acá.
- ¿Qué? ¿Estás loca? ¿Y que te pasó, por qué tienes esa facha?

¡Ja! Y lo decía él... lo decía él, que portaba un peto horrible, una indumentaria imposible de soportar, con ese olor rancio a sudor de otros hombres, a heridas, a mugre, a miedo, a tedio, a cansancio, a viento, a sol, a encierro, a podredumbre del espíritu...

Norma tenía los ojos rojos, las pupilas dilatas, pero un soplo de vida se insuflaba en su alma, porque venía dispuesta a apostar el todo por el todo, a defender al que consideraba el amor de su vida, con el objetivo de que nada, ni nadie, se lo arrebatara.

- Viene para acá. Le dije todo.

Norma no podía parar de repetirlo. Lo decía obsesivamente, lo cual llamó la atención de Zaida, la jefa de Calidad, quien percibió en el comportamiento de Norma algo extraño...

- Señorita, venga acá. Este no es su turno.

La voz de Zaida repicó como una alarma sismica en la cabeza de Norma y ella quiso echar a correr, atrapada como una liebre en medio de la carretera, terriblemente sola entre el brillo mortecino del Almacén.

Pero Norma no corrió. Se dejó arrastrar por los dos guardias que acudieron a llevarsela y la dejaron enfrente del Parque Industrial. Allí, enfrente de la empresa, estaba por fin ella, la mujer de sus pesadillas, la voz que escuchó poco antes en el teléfono, cuando le confesó llorando (aún sin cocaína de por medio) que amaba locamente a José Luis, que haría lo que fuera... (¿Lo que fuera, se preguntaba ahora?) para estar con él, sólo con él.

José Luis se había quedado en el Almacén. No quiso confrontar a su esposa. No quiso saber nada, nada.

- Señorita, debe presentarse mañana en Recursos Humanos. Está despedida.

Norma sintió que la borrachera y el subidón de la coca se le pasaban en un segundo. Lo había perdido todo. Era libre.

D.

Morí persiguiendo la aurora

Morí persiguiendo la aurora
en un golpe de viento del norte
Cegada por las luces frías,
golpeada en la llanura helada.

Morí persiguiendo a una fantasma
pálida sombra morada
morí, sin culpar a nadie de mi muerte:
no quiero, no puedo, no lo hago.

Nadie, si no yo, me lancé a perseguir quimeras...
Nadie, si no yo, se estrelló en el piso helado.

¿Quién dice que los sueños no matan?
Mis costillas se estrellaron contra el hielo
y ya nadie me salvo de la masacre,
mi boca soltó una saliva espesa
que quedó congelada entre mis labios.

Mis ojos anegados de preguntas,
mis dedos, aún querían acariciarte...
Aurora lila, verde, naranja...
Aurora titilante.

Morí persiguiendo la aurora,
dulce sueño de colores boreales.
Morí añorando tus ondas,
mi última visión fue tu velo ondulante.

Quiero deslizarme en las luces del norte,
pálida sombra de mi espírtitu añejo,
quiero fundirme en tí, saber...
que siempre que uno persigue la aurora,
morír vale la pena.

D.

La acera de enfrente...

Por cruzarme la calle...

tuve ya un accidente...

es que yo si tengo coraje...

y soy muy diferente...

la que quiera atreverse...

que cruce conmigo aquí enfrente.


El otro día fui a la tienda para conseguir las viandas de mis compañeritos de la oficina y como cerraron la tiendita de la esquina, clásica en todas las esquinas, tuve que ir al Seven Eleven y descubrí dos cosas:

1. El refresco de manzana sale más barato allí.
2. La acera de enfrente a donde siempre caminas, es, por regla general, siempre más interesante...

Por alguna extraña razón del destino, todos los bonitos cafés con graciosas sillas de diseño, el local de pizza con su tentador olor e incluso la peletería donde convierten los conejos en abrigos de señora mediante misteriosos procedimientos, estàn del otro lado de la acera...

Y si, otra vez... Me pregunté... ¿Por qué no me tocó una oficina en la acera de enfrente?

Y luego me acordé que extrañaría las pequeñas cosas de la otra acera si nos cambiaramos...

Así somos.

D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...