En ceros

Desde que compré mi bonita tarjeta del metro, de la primera edición, toda naranja, la cual costó la nada despreciable cantidad de $300.00 , nunca la había dejado en ceros.

Lo más que había llegado a bajar el saldo en la tarjeta era $12.00. Pero esta vez, quizá para sentir el impacto... dejé que el saldo llegara a ceros.

Vi la cifra. $0.00.

Me sentí un poco como el personaje del barbero en "Momo", cuando los hombres grises le ponen en el espejo los números que resumen su vida.

Ceros.

Quizá lo que me hace falta es tomar chocolate caliente y panes con miel.

Quizá me hace falta sentarme en la ventana y acariciar a mi gato.

Quizá me hace falta recobrar el tiempo que se me había escapado, en nubes de humo gris, mientras este año y medio pasó.

Hoy fui a escuchar música y tomarme una cerveza. Nos pusieron tacos de botana.

Eran de pollo con salsa que no picaba.

Y harto queso...

Olvidaba decirles que antes de llegar a casa le puse crédito en la tarjeta.

Ya no estoy en ceros.

D.

Como un bebé en la cuna

Como un bebé en la cuna, nuestro amor se fue a dormir una noche.



Yo parloteaba algún concepto filosófico y tus amigos (¿o acaso eran mis amigos?, ¿o eran amigos que teníamos en común?) me seguían la corriente.



Ayer escuchaba música de Ray Charles y recordaba esa noche en que nuestro amor se quedó dormido en su cuna.



La temperatura le fue subiendo y nadie notó los sintomas.

Tu balbuceabas algo que tenía que ver con el Bauhaus y yo intentaba recordar cuantos decimales de Pi tenía aún grabados en el alma...

Nadie notó cuando, de 39 grados, nuestro amor como un bebé se quedó frío.

Entró un airecillo por la ventana y movió la cortina.

Se agitó el cabello de mi fleco y voltee a verte, sin saber si habías mirado al interior de mi cuna-corazón.

Supe que la vida se había llevado algo mío.

Entendí que tú ya lo habías notado desde antes de invitar a tus amigos.

Nos quedaba buscar ayuda, párrocos, psicólogos, sepultureros...

Sólo teníamos ganas de tirar el cadáver de nuestro amor al río.

Las columnas de la casa se destruyen y el amor muerto se hunde con la presteza de una piedra.

No queda aire, ni 21 gramos del alma flotando en el cuarto, como el vuelo ardiente de un colibrí que toca en la ventana.

Nuestro amor se quedó dormido en su cuna, para siempre.

D.

P. D. Ya terminé de leer Rayuela.

El cielo por tocar

A unos días de terminar mi ciclo laboral en la empresa en donde estoy y de terminar Rayuela, no sé cual de los dos eventos tendrá mayor repercusión en mi vida.

Pesé a que todos los ciclos, cuando se cierran, dejan una honda huella en las personas, especialmente en las de naturaleza reflexiva, como es mi caso, pienso que dejar de ir a un lugar diariamente, con las mismas personas, para realizar tareas deliciosamente repetitivas, puede ser un instante de reflexión.

La piedra cae dentro de la misma casilla.

Por otro lado, terminar una novela de carácter tan simbólico como Rayuela, el tener la certeza de que he vencido un reto intelectual, el armar mi propia construcción de cada personaje, resulta un momento de grandeza.

La piedra está al vuelo.

En este caso, representa una contradicción una piedra al vuelo, cuando la escencia de peso de la piedra, aunada a la fuerza de gravedad, provocaría que la piedra cayera, pero es en ese momento justo antes de cerrar la página, cuando el cerebro lanza las palabras al aire y quedan suspendidas, como flotando, antes de que se cierre el libro y aterricen las ideas dentro del papel para quedarse dormidas.

La contradicción entre el peso y la levedad se vuelve a presentar en los ciclos que se cierran.

No sé si resulta más interesante el llegar al final de la Rayuela, cuando por fin se toca el cielo, o cuando la piedra está aún en vuelo, por tocar la casilla final.

Cuando se cierra el ciclo, cuando se tiene que trazar de nuevo la Rayuela en el piso, cuando el gis destella de nuevo, recién pintada, no es tan emocionante cuando se está por tocar el cielo...

D.

Correr por nuevas calles

Debía parecer una loca, corriendo por las calles.

Una enorme chimenea era mi faro... tenía la impresión de que hacia allá estaba el metro.

Es de esas cosas a las que se acostumbra uno al vivir en esta ciudad. No importa donde estés, el metro es "Salvación".

Uno, dos, tres, por mí y todos mis compañeros.

El tren pasó, verde y con rumbo a Cuernavaca.

Y yo seguí corriendo, como Cenicienta, porque mi horario de tolerancia en la oficina era a las 12:20 horas.

Yo llegué a las 12:13, después de correr, tomar el metro y luego un taxi...

Me di cuenta de lo emocionante que es estar vivo. A veces, de camino al trabajo, siempre por la misma ruta, en consecuencia, viendo lo mismo, olvido lo excitante que es perderse, encontrarse personas nuevas, buscar caminos alternos, seguir indicaciones en un mapa...

Disfruté los 13 minutos de tensión de "¿Llegará Mayra a tiempo a la oficina?"

Descubralo en el próximo capítulo...

D.

Quemar billetes, abrir galletas

Esta mañana fui al desfile convocado con motivo del inicio del año chino...

Además de ver como se deslizaban los dragones por reforma, tuve ocasión de ver la vendimia a la que se convocó en la explanada del monumento a la Revolución.

Allí, además de comida china, vendían multitud de objetos relacionados con el año nuevo, como las alcancías en forma de buey, que incluían monedas para la prosperidad y billetes del año de la rata, para quemarlos.

Quemar las naves...

que idea.

El año pasado, en medio de un momento de locura de esos que me dan de vez en cuando, quemé un par de cosas simbólicas...

De las destrucciones surgen cosas nuevas.

Es el mismo caso están las galletas de la suerte que Nezumi me regaló...

Dentro ya no estaba el mensaje de "Quedate con tu esposa" ni "Encontrarás un nuevo amor"

Estaba:

"Un nuevo vestuario traerá nuevas expectativas a tu vida"
"Una ceremonia largamente esperada te llevará buenas noticias"
"Tu habilidad para hacer distintas cosas a la vez te dará buenos frutos"
"A veces viajar a nuevos lugares logra grandes transformaciones"

Chakakan...

D.

Maquillaje

Este adios no maquilla un hasta luego...
J. Sabina

Mar se asombró al saber que este año, entre mis propósitos, está aprender a maquillarme y hacerlo de manera más frecuente...

Quienes me conocen saben que el termino "neohippie" podría acomodarme muchos días y otros "francamente fachosa".

Pero como parte del plan de mejora integral de mí misma está la de aprender para que sirve el corrector color blanco y la diferencia de este con el corrector verde.

Creo que también hay uno color amarillo.

Empecé la semana usando tres colores distintos de sombra en el parpado, lo cual creo una sensación visual de que tenía ojitos de alien...

Es decir, grandes y oscuros.

Ya sé que para algunos el reto es dejar de fumar, bajar unos cuantos kilos, aprender inglés...

pero por más trivial que parezca mi propósito, debo decir que es algo que he querido hacer durante años.

Esto aunado a que creo que el maquillaje puede servir de mucho...

Para cubrir heridas.

Para esconder lagrimas.

Para brillar en una noche oscura.

Sombra aquí... y sombra allá...

D.

Lunas rotas

Como esferas quebradas al pie del árbol

dejaste lunas rotas en mis pies...

esas que bajabas cada noche

y decidiste un día dejarlas caer.

Como lunas rotas dejaste los cristales

de mil anteojos que me vieron pasar...

mil fragmentos que cortaron esperanzas

mil mentiras que no vuelvo a contar.

Apagué la radio, descorrí la cortina...

saqué los cristales de estrella a asolear,

tomé una moneda, pagué un pasaje,

me perdí mirando luces de ciudad.

El amor no resiste la prueba del fuego

todo cristal se rompe ante la fuerza de gravedad

este corazón no pasó el control de calidad.

No le dejé un chaleco antibalas

ni hubo daga, metralla, ni fusil...

Este corazón no es prueba de impactos

se rompe, se rasga, se corta, ya no da más.

Es una cuestión de tensión superficial.

Soy una luna rota al pie del árbol de navidad.

Esconde los pedazos, barre bajo la alfombra

tira la basura, deja de llorar.

D.

Una explicación es un error bien vestido

La verdad no tengo por qué darles explicaciones de las remodelaciones de este blog: como diría el señor Ladahir Mebarak... "Es mi blog y le hago lo que quiera"(él lo dice de una forma más graciosa, de verdad extraño su blog, era bonito).

Les doy esta explicación como una atención por sus amables visitas a este centro de tecleo rápido y de cacería de moscas al vuelo.

Resulta que... aunque ustedes no lo crean, porque sigo escribiendo casi lo mismo, de la misma forma, en el mismo lugar y con la misma gente, estoy en un proceso de cambio.

Este proceso viene de la auto convicción de que muchas cosas de mi vida ya estaban podridas. Un trabajo que ya no me era satisfactorio, una relación que me hacía daño, ropa en el closet que hasta yo misma odiaba...

Y un blog que dice más verdades que mentiras.

Así como un día le cambié el nombre de "El templo del morbo", así como una vez cerré el primer blog que tuve en blogspot (uno muy bonito, que casi nadie visitaba y del que guardé las entradas, porque algún día armaré un texto genial con ellas), así como con tristeza cerré mi primer blog en los Spaces de MSN... ahora es tiempo de volver a la Calle melancolía.

Ando melancólica por los finales, eso me pasa de vez en cuando y no debe de preocupar a nadie. Hasta el momento he sido de lo más inofensiva.

No los perfumaré con palabras para consolarlos.

Sólo quiero decirles que son bienvenidos en mi calle, cuando quieran pasar.

D.

Cuando al punto final de los finales...

...ya no le quedan dos puntos suspensivos.

Los puntos suspensivos son de mis signos ortográficos favoritos. Quizá sólo rivalizan con lo signos de interrogación, que me gustan porque son curvos y se me hacen sensuales.

Claro, resulta molesta esa gente que todo lo termina con una pregunta...

Pero los puntos suspensivos dejan todo en una ambigüedad deliciosa.

Ayer, mientras intentaba limpiar mi disco duro, me di cuenta de que muchos de mis cuentos o textos tienen muchos puntos suspensivos.

Algunos porque, efectivamente, los dejé inconclusos.

Otros como un vicio, casi podría decir que es un mal hábito, de no querer terminar las ideas.

No retaré al lector a la ociosa tarea de contar mis puntos suspensivos, pero debo decir que son muchos.

A veces quisiera ponerle puntos finales a las cosas, para que no se quedaran como papalotes en una playa vacía.

Una idea colorida flotando en el viento, sin que se sepa si aterriza o se guarda o va volando hasta el mar de la china, donde se encuentra con un dragón de papel.

Este año espero ponerle punto final a muchos de mis relatos.

Pero aseguro, les juro, en verdad son ustedes testigos... seguiré amando los puntos suspensivos.

D.

Indigentes de confianza

Ultimamente he estado pensando mucho en la confianza. Esa relación que se desarrolla cuando estás segura de que las cosas pasarán así y no de otro modo.

La confianza no es necesariamente algo bueno. A veces tienes la confianza de que pasarán cosas malas y entonces lo que defraudaría tu confianza es que pasara lo contrario...

Lo cierto es que, respecto a muchas cosas, yo tengo una cantidad enorme de prejuicios, sobre todo respecto a la indigencia.

La indigencia, es esa condición que nos rodea a muchos de nosotros, casi asfixiandonos, por la terrible situación en la que está el mundo, la desigualdad en la que el ser humano se ha instalado de manera casi permanente.

Definido por el diccionario es la incapacidad de las personas para alimentarse, vestirse y cubrir sus necesidades básicas.

Apenas salgo a la calle y la condición de las personas que me rodean comienza a mordisquearme como un montón de hormigas.

Sé que, bajo del puente, por la mañana, encontraré a un hombre enrollado en lo que alguna vez fue una chamarra, con muletas y la cara llena de grasa, mugre o una mezcla de los dos.

Estará allí hasta cerca de las 11, cuando se va a recostar contra la pared de una fabrica cercana, la cual también usa como sanitario.

Sé que estará allí cuando tome el transporte al trabajo y que no pide limosna, ni nada, sólo patrulla su área y confío en que siga así...

También sé que si camino al metro encontraré a una mujer indigente, de cabello blanco y sueter verde, que tiende la mano y si te detienes te cuenta siempre la misma historia, de su hijo, al que está esperando. Siempre lo espera, siempre en las mismas escaleras. Siempre tiene los labios pintados de rojo.

No sé por que la clouchard de Rayuela suena como una mujer divertidisima. Quizá porque clouchard es una palabra bonita y eufónica, mientras que indigente suena triste y dolorosa, como un dolor sordo en la boca del estómago.

Sé que al llegar a la Calle 8, cerca del metro Puebla, encontraré a tres indigentes en el camellón, tomando mezcal de $15.00, compartiendolo a tragos, sonriendose entre sí, ajenos a lo que ocurra, pero a la vez siempre vigilantes, porque esa esquina ya es suya...

Tengo la confianza de que estarán todos allí. Pero no sé si mi confianza será defraudada el día en que ya no estén. Hay tantas figuras que se han ido borrando del paisaje...

A la ciudad no le desaparecen las cicatrices. Simplemente se hace nuevas heridas sobre la piel rota.

D.

Triángulos amorosos

Ayer mis compañeritas y yo estabamos hablando de los Muppets.



En particular de la relación amorosa entre Gonzo - Peggy - René.



Esta formula básica, llamada triángulo amoroso, es el punto central de muchas tramas de novela, en donde el problema a resolver es la disparidad amorosa entre tres o más personajes.



El amor, como una de las fuerzas de la naturaleza, tiene intensidad, dirección y sentido y la tensión dramática surge cuando estas fuerzas entran en acción.

Ya sea que fluyan en una continuidad inalcanzable en donde A ame a B, que a su vez ama a C... como en los Muppets, o que, como en el caso de Talita, en Rayuela, quien se creía el fiel de la balanza, A y C, aman a B...

O que, A ama a B y a C, pero no se decide por ninguno de los dos...

Los triángulos amorosos crean la líneas que definen una historia.

Tarde o temprano, nos volvemos una arista de ellos.

D.

En busca del final feliz

No sé por qué, pero las niñas que pasamos la infancia leyendo cuentos de hadas quedamos con una especie de trauma en busca de un final feliz...

Pesé a que la mayor parte de las historias se parecen más a un tango que aun cuento, más que el final inesperado o el drama estilo "La tumba india", donde el protagonista se queda murmurando por lo bajo "puta, puta, puta..." hasta que la palabra pierde todo sentido...

he buscado el final feliz.

No siempre lo existe, claro está. Y si no existe, no puede ser encontrado.

Pero en donde he estado, he intentado salir con una sonrisa, sin lagrimas...

A veces salgo huyendo antes de que se me borre la sonrisa.

Pero otras veces, con la flor en la boca, termino haciendo una reverencia al amable publico y les brindo la faena.

¿Quien no quisiera despedirse con finales felices?

Manos que se agitan en bajo un cielo azul y sonidos familiares que se van disolviendo.

Fade out.

La verdad es que nunca me han gustado las despedidas, ni imaginarme que mi correo queda destrozado bajo el filo de la trituradora...

Pero supongo que uno no puede predecir el final de muchas cosas...

D.

Renovación

Este día, entre la lista de mis pendientes, además de hacer la cartita para los reyes magos (cosa que ya hice) estaba realizar mi balance de gastos anual (cosa que también ya hice) y sacar mi ropa vieja para donarla a la caridad. (Eso ya lo hice también, por eso ya me pude sentar a escribir mi post del día y comer pastel).

Estos tres hechos, juntos, pero no revueltos, significan a la vez mi plena disposición para recibir cosas nuevas en mi vida y dejar cosas viejas.

Pero vayamos por partes...

La carta de año nuevo es el precedente de un evento que esperaba con ansia en mi infancia y ahora espero con alegría... porque los reyes magos siempre han sido generosos conmigo y este año les pedí calcetines (nunca están de más), películas (esas las puedo ver con mi familia o cuando esté de ociosa) y un saco. El saco es para mis entrevistas, porque este año voy a buscarme un trabajo nuevo.

El balance de gastos me sirvió para darme cuenta de que, pesé a todo, soy una persona muy centrada, con los pies en la tierra y pesé a que gasto mucho en telefonía (ash... no pensé que fuera tanto!) y en comer golosinas, en realidad no estoy tan mal. Aún no empiezo mi presupuesto de este año... pero creo que recortaré la partida de las golosinas y telefonía. La de gastos de Corso y el transporte no se puede recortar, por desgracia. Igual y doy menos regalos este año...

Y hablando de regalos... si, saqué dos enormes bolsas de ropa de algodón calientita y suave para regalarla, en perfecto buen estado, de esa que ya no uso porque me queda grande, me queda corta o nunca me quedó, pero era taaaan irresistible.

Hay espacio en el closet, si quieren hacerme regalos.

Vida, estoy dispuesta a seguir adelante, de veritas.

D.

Soberbia

Hace un rato jugaba una partida de Age of Mitology, en lo que era la tarde de un día primero de enero muy clásica, donde todos tenemos fiaca...

Pensaba haber ya cumplido con mi objetivo del año, es decir, lograr superar la prueba de los siete pecados capitales de manera airosa y gracias a mi incursión en la vida laboral.

No pensé que mis ratos de ocio también estuvieran poblados de trampas para la virtud...

Pero he allí que, tras reunir un valiente ejercito de bravos soldados egipcios, estaba por derrotar a los coptos y mi enemigo preguntó: - ¿Sería mejor que me rindiera?

Debido a que aún tenía una maravilla por destrozar y confiada en que mis ejercitos de elefantes podrían derribarla, decidí aconsejar a mi enemigo...

"No"

Bueno, después convocó un par de maleficios y destrozó a mi ejercito en pedacitos. Antes de que pudiera recuperarme, ganó.

Está de más decir que mi civilización era, por mucho, más avanzada, además de tener una planeación urbanística preciosa, que hacía tiempo no realizaba, por concentrarme en cosas como chatear (pero hoy nadie se conectó, quizá estaban crudos o aún ebrios o no sé)

Sufrí mucho al leer una y otra vez la leyenda... "Has perdido".

Derrotada por la soberbia, aún tuve que escuchar decir a mi padre...

"Oye, en este día son las cabañuelas, se supone que lo que hagamos hoy nos indica como será el resto del año... ¿Así que pasaremos todo enero en la fiaca?"

Le iba a decir que sí, pero como mi derrota me tenía apabullada le tuve que decir...

- Bah, esas son puras supersticiones...

No quisiera pensar que pasaré todo el mes de enero derrotada por mi propia soberbia, de quien, por querer conquistar un imperio, perdió hasta la partida.

D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...