Amour

Quizá debí votar por todas las categorías del Oscar a las que estaba nominada Amour. Para mí ha sido la mejor película del año pasado y me ha dejado nostálgica y pensativa.

La película de Michael Haneke tiene ya varios premios en su primer recorrido por las salas del mundo, entre sus  medallas se cuentan ya el Oscar a Mejor película extranjera, un Globo de Oro, un premio BAFTA y muchas, muchas lágrimas en la sala, que también deberían contar como homenaje. Para mí el trailer de la película no le hace justicia en absoluto, por lo que prefiero no ponerlo, pero la recomiendo mucho.

La trama es muy sencilla: una pareja de esposos, dedicados a dar clases de música, regresan de un concierto. El esposo comienza a notar que su esposa tiene un lapsus que da lugar a una revisión médica: el diagnóstico es desfavorable y tiene que ser hospitalizada. La enfermedad que va degradando sus capacidades motoras y mentales van impactando en la convivencia de los dos, haciendo más difícil todo, pues ella le promete que no la volverá a llevar al hospital.

Para quienes hemos tenido algún familiar enfermo, es imposible no rememorar esos momentos agridulces de la pérdida de un ser querido. Esa impotencia, angustia y fragilidad de la vida se refleja en la cinta de Amour y nos acerca a una realidad de muchos, que duermen en hospitales y pasan noches en vela esperando a que la llama de la vida se apague, lentamente, sólo con la esperanza de poder dejar un ramillete de flores que guarde la memoria.

Hermosa. Cinco estrellas.

D.

Había una vez en Anatolia

Mientras las miradas del mundo se concentraban en Hollywood para esperar el momento en que "la mejor película del año" sería revelada, yo viajaba por una carretera sin luces, mirando la tarde caer sobre el campo seco, las vaquitas pastando en la naciente noche turbia del centro del país y las casas de adobe que se perdían entre senderos de lomas y cerros llenos de pasto quemado a medias, preparándose apenas para la llegada de la primavera. La noche me sorprendió de regreso de Juchitepec y recordé una película que vi una semana antes...

En un pasaje igual de desolado, pero a la vez maravillosamente misterioso, sucede la historia de "Había una vez en Anatolia", película Turco - Bosnia que está aún en la cartelera de la Cineteca Nacional

La mayor parte de la película retrata la búsqueda de un grupo variopinto de hombres que salen a encontrar el cuerpo de un hombre que ha sido asesinado. En la caravana va el médico del pueblo, el fiscal, el policía, su asistente, el sospechoso y un par de militares que resguardan la comitiva.

Lo maravilloso de la fotografía, casi todo en medio de la noche, logra hacer que el paisaje, las curvas, el pasto seco, hasta el viento, sean parte de los personajes. El frío de la noche se refleja en la actitud de los miembros de la caravana, que sólo quieren encontrar el cadáver para regresar a casa a dormir.

Sin embargo, durante la película, se van revelando otros niveles de los distintos personajes: el policía tiene un hijo enfermo, el fiscal guarda un oscuro secreto, el médico sufre tras el divorcio con su esposa, el sospechoso tuvo motivos más profundos de los que se aparentan para cometer su crimen...

Y la dimensión profunda de los personajes se va desveleando poco a poco, como quien va conociendo un paraje desconocido hasta poderlo recorrer a oscuras, por la noche, cuando las curvas del camino se vuelven cotidianas.

Realmente una película muy emotiva, que uno recuerda como entre sueños y puede contar en las noches, como un cuento. Cinco estrellitas mecidas en el viento de la noche.

D.

Ficha:


Dir: Nuri Bilge Ceylan.
País: Turquía-Bosnia.
Año: 2011.
Guión: Ercan Kesal, Ebru Ceylan y Nuri Bilge Ceylan.
Fotografía en C.: Görkhan Tiryaki.
Edición: Bora Göksingöl y Nuri Bilge Ceylan.
Con: Muhammet Uzuner (doctor Cemal), Yilmaz Erdogan (comisario Naci), Taner Birsel (abogado Nusret), Firat Tanis (Kenan). 
Prod: Zeynep Özbatur Atakan.
Duración: 150 mins.
Dist: Cineteca Nacional.
Clasificación: B.

Equívoco

... y así uno va por la vida, día y noche, tropezando a cada paso, dando giros, volteretas. Y así es como uno se ve declarando amor eterno, perdiéndo el tiempo, mirando las nubes o girando sobre el pie, sin saber explicarse las razones de ese comportamiento inexacto.

En espera de la iluminación última, del gran hallazgo que nos permite ir caminando sin brújula, ni mapa. ¿Qué luz brillante, bombillo, vela, cándil irá a servirnos para salir del equívoco?

D.

Novela por entregas

Un fenómeno que no se ve (o quizá se ve, en otras formas, expresado en sus versiones digitales, pero aún así... ya no es lo mismo) es la emoción de las novelas por entregas, que muchas veces salían publicadas en los periódicos y constituían el deleíte de los lectores, a quienes los enganchaban por semanas enteras con la finalidad de ¿Qu pasaría con..."

En lo particular creo que ese suspenso es asfixiante y no me imagino estar esperando una semana entera para leer el siguiente capítulo, cuando me devoro libros enteros si los encuentro suficientemente cautivantes.

Pero más allá de eso hemos perdido la paciencia: tenemos televisión on demand y casi todo (todo) lo exigimos en satisfacción inmediata de nuestras peticiones y caprichos.

Así que cuando algo en mi vida comienza a amenazar en convertirse en una novela por entregas me quedo mirando la historia ya contanda y comienzo a contemplar la posibilidad de buscarme otros libros.

D.

En mi pasado

Así que vas a entrar en mi pasado... y encontrarás allí las cosas polvosas que olvido, el nombre de los hombres que he dejado y los lugares de mi infancia, ya perdidos.

Así que vas a entrar en mi pasado y serás como sombra, como olvido, uno de esos personales fantasmas que se vuelven poco más que ruido en el murmullo de las cosas cotidianas, que a veces emergen como borbotón oscuro de un río negro.

Así que vas a entrar en mi pasado, en esa colección de suspiros y estremecimientos que han sido, en ese torbellino de boletos rotos, cafés fríos, ambulancias con luces estroboscópicas y pasillos. Cientos, miles de pasillos, como un laberinto de puertas cerradas que se cierran a la vez y azotan.

Así que ya eres parte del pasado, ese pasado tan incómodo, que es mío, que sólo guardo en contadas ocasiones, tela de araña, escondrijo de topo.

No te envidio.

No quisiera vivir en mi pasado, no me mudaría allí, no lo transito.

Ahora que quieres ser parte de mi pasado te deseo suerte, yo seguiré hacia adelante, porque voy camino a vivir en mi futuro, que es un sitio desconocido. Lamento que no hayas querido acompañarme, pero no acostumbro cargar equipaje conmigo.

D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...