Banquetas

Me duelen las banqueta rotas.

Y el trotecillo de los oficinistas hacia el matadero.

Y las sonrisas falsas. Y las despedidas.

Y me dueles tú, cada día, constante.

Me duele la curva de tu sonrisa y el claxon apresurado de los autos.

Me duele el disco cerrado que iba a regalarte, que sólo gira sobre la punta de mi dedo.

Me duele el silencio, los destierros, la vida que voy construyendo con tu ausencia.

Me duele el tobillo izquierdo y la muñeca derecha.

Me duele el giro de los tornillos y el óxido en cada ventana rota.

Las flores que se cortan cada día y se marchitan en los puestos.

Y el agua de los charcos que se ensucia del polvo diario y la rutina.

Me duele el sabor amargo de esta medicina que es a prender a vivir con todo esto, que no cambia.

D.

El club de la pelea: una historia de amor

Me impactó mucho la película de "El club de la pelea", pero tardé mucho en compararme el libro.

Cuando lo hice quedé prendada, desde la introducción, en que el autor platica un poco como fue la experiencia de "sobrevivir" al éxito de la película.

Traté de poner la mente en blanco para que los actores no se colgaran a mi apreciación del libro y aunque no lo hice del todo, al finalizar la historia me sorprendió...

Me sorprendió al final encontrarme con que la historia de El club de la pelea es una historia de amor.

Después de tantas idas y venidas el protagonista se da cuenta de que todo lo ha hecho por el amor a Marla.

Que ridículos nos volvemos. Caricaturas de nosotros mismos, que quieren ser mejores por el otro, ante el otro. Y al ver la realidad ¿cómo no sentirse decepcionado?

Me encantó la prosa directa de "El club de la pelea" y me imaginé perfectamente su derruida casa llena de libros de Selecciones.

La película hizo un gran trabajo reflejando muchas de las cosas que aparecen en el libro; sin embargo cada uno tiene su personalidad.

La verdad fue una ganga este libro, si tienen la ocasión de comprarlo, no deberían dejar de pasar la oportunidad.

D.




"Ciudad, lugares, gente, cine" de Evelia Reyes Díaz

¿Recuerdas la primera vez que fuiste al cine?

Quizá no recuerdas la película, a lo mejor sí.

Yo creo que muchos recordamos la experiencia: ese vacío en la panza, esa emoción cuando la luz se apagaba y el ruido del proyector comenzaba, un sonido difícil de describir si nunca has estado en un cine...

Pero creo que para casi todos los que disfrutamos de este espectáculo es un sonido maravilloso, que da lugar a un sinfin de experiencias. Quizá ya no nos creemos que el tren nos va a apachurrrar, como lo creían los primeros expectadores de vistas cinematográficas, pero el sólo pensar en "Ir al cine" nos pone la piel chinita a muchos (más allá de los besos robados y la posibilidad de tomar de la mano a tu uyuyuy en turno.

Por eso... Por eso y por muchas otras cosas disfruté mucho el libro de Evelia Reyes "Ciudad, lugares, gente, cine", que además de transportarnos en lugar y en tiempo, logra una empatía muy particular con los cineros del mundo: aquellos que disfrutamos la experiencia cinematográfica, aunque dificilmente podamos relacionar una columna de 20 películas con sus respectivos directores.

Y es que, como muchas artes, el cine tiene públicos diversos. No hay una audiencia heterogénea de espectadores. Los hay doctos y estudiados y los hay ingenuos y maravillados. No tiene esto que ver necesariamente tanto con la edad o con la clase social, aunque eso pesa (y mucho) al ir a ver una película.

Pero tan sólo el acontecimiento de ir al cine, de elegir dónde, a qué horas, con quién iremos al cine... Ya es de estas preguntas que el libro de Evelia Reyes hace una fiesta, una celebración al acto cotidiano, pero a la vez tan simbólico de ir al cine.

Evelia tomó su ciudad adoptiva, Aguascalientes, para realizar una investigación histórica, pero muy rica en detalles, que te hace tener empatía por los empresarios del cine y hasta por los expectadores; te hace diferenciar de los que llegaron a "hacer las Américas" y lograron juntar cantidades respetables de dinero, hasta los que, envueltos en altas y bajas, terminaron en la pobreza después de gozar las glorias de ser empresarios cinematográficos en una ciudad que los incluyó en la selecta elite de quienes se sentaban a ver las vistas cinematográficas.

Conocemos por medio del libro de Evelia, con bastante detalle y seria investigación, los sitios en que los espectadores hidrocálidos acudían a ver las primeras vistas de cine mudo: desde las "Proto - salas", sitios adecuados a la función de salas de cine en sus más básicos elementos, hasta los Teatros, más bien pensados para conciertos, óperas y zarzuelas, que cedían eventualmente paso al cine, que resultaba ser más lucrativo porque no había que pagarle a tanta gente por entretener a la misma audiencia.

Reyes Díaz llega a una conclusión demoledora, aunque más bien clara para el visitante asiduo al cine: el asistir al cine no es "democratizador": aún en el cine, aunque estemos en la misma sala, hay diferencias que se marcan y mucho.

Si ahora tenemos salas "Platinum" y "Clientes frecuentes", las plateas de antes y las cómodas butacas separadas de los tablones de madera marcaban en los cines de Aguascalientes la diferencia. Tampoco era igual ir al cine en el centro, que ir al cine que estaba a un lado de las vías del ferrocarril.

El evocativo texto de Evelia me llevaba a aquellas películas que veía de niña en el pueblo dónde creció mi mamá, Cosamaloapan, en el único cine de la zona, que convertía a Cosamaloapan de pueblo en ciudad, por tener el entretenimiento y el gozo de pasar una misma película por meses.

En esa pequeña sala, los murciélagos eran las mascotas oficiales y los pisos siempre estaban pegajosos. Aún así tenían aire acondicionado y eran uno de los refugios favoritos de los paseantes.

Los espectadores se apoderan de los cines, pero los cines devuelven el truco apropiandose del corazón de los espectadores... y ese acto de magia siempre es interesante de ver, y más cuando, como Evelia Reyes, hay quien se asoma detrás del telón.

D.


Nostalgia de la vieja guardia

En estos tiempos que corren, la mujer a mi derecha, una periodista de la vieja guardia, mira con enfado la mesa: no parece ver nada que le guste a su alrededor. La mayor parte de los reunidos en el salón son menores que ella y llevan tabletas, teléfonos celulares, laptops y escriben a toda velocidad.

Ella da un sorbo a su café y espera. Sabe que aún no llega la sección de preguntas, que es cuando sacará su armamento. De pronto, un conocido se sienta en la silla vacía a su lado:

- ¡Que milagro! ¿Cómo estás?
- Yo muy bien, gracias, me enviaron para sacar la nota en el boletín de la empresa X. ¿Y tú? Me enteré que recortaron a tu equipo de trabajo.
- Sí, a varias secciones. Les dieron cuello como a 5 personas, sobre todo de la sección de Vida y Estilo. Pero en tecnología no me quitaron a nadie.

Un suspiro de tranquilidad se le escapa involuntariamente al hombre. Debe tener unos 50 y tantos años.

- De hecho ni me tocaba venir, pero mi secretaria me agendo y acá estoy.

Los dos comentan lo mal que está la profesión, lo terrible de la proliferación de los "Boletineros", que sólo se quedan con lo que dan las empresas o las secretarías.

Se reverencia el tiempo de las maquinas de escribir, de los correctores de estilo que tomaban su tiempo, en que no salía la nota directamente de los cuartos de prensa al portal.

Otros tiempos.

Tiempos en que la comercialización y la redacción estaban claramente definidos, antes del ejercicio del freelanceo, donde los sicarios de la información y los mercenarios del boletín rondaran cuanto medio impreso y digital existe.

- Oye, ¿y qué van a presentar? ¿Una pantalla?
- No, es un teléfono.

La mujer da un sorbo más a su café. Decide no hacer preguntas.

Se escapa otro suspiro involuntario.

D.

Notas al pie de Invitación a la ética

Queremos de manera egoísta.

Nuestro actuar está condicionado al interés...

Lo que queremos es contradictorio, muchas veces: "Quiero, voy prescindiendo de otras cosas... Es una espera tranquila, porque en el fondo sé que tenemos el resto de la vida para estar juntos..."

Sí hoy me despido de quien fue es sólo porque sé que alguien se enamorará completamente de él y será feliz, en algún momento...

Entonces mi querer ya no es tan egoísta. Se transforma, transformandome por dentro.

P. D. Leí Invitación a la ética, de Fernando Savater. Esto fue lo que garrapatee en la libreta más cercana en el capítulo dedicado al amor.

Meditación y delirio en el metro

Contrario al miedo que me producen los taxis (especialmente viajar sola en un taxi de noche) y el pánico atormentado del Metrobus en hora pico o el desenfreno salvaje de los peseros, mi medio favorito de viajar en la ciudad es el metro.

En el metro pasan cosas extraordinarias y conoce a uno gente tan diversa que no puede uno sino asombrarse...

Antes de que los vagoneros inundaran con música predecible y estereotípica, era más sencillo enterarse de toda clase de afirmaciones (no por chismosa, que se entienda) sino por el correcto funcionamiento de mis oídos y la imposibilidad de leer de pie.

Así se entera uno de infidelidades, traiciones, golpes de estado miniatura, desdenes y venganzas. De las pequeñas tragedias y los grandes milagros que ocurren en la vida de la gente. De los que se quedan sin trabajo y los que cambian de sexo. De los que encuentran a dios y lo pierden en un golpe de suerte del destino.

D.

Reconfortantes lugares comunes

Ayer que me estrellé contra el cristal (metafóricamente hablando, aunque me puedo imaginar claramente en una situación parecida en la vida real), me fui a dormir con astillitas de realidad en la piel y simplemente dejé que sangraran por la noche.

Al amanecer me apliqué un poco de pomada de "Me vale", que mi papá dejó convenientemente en el botiquín de la casa y un par de pastillas de un lugar común. "Si amas algo, déjalo libre..."

Ya sé. Ninguna de esas cosas cura realmente el mal de amores y las más de las veces es un placebo fastidioso, que viene en hojitas de colores que intercambian los adolescentes. No debería hacer esas cosas (menos a estas alturas del partido).

Pero justo de camino a casa venía pensando... Cómo curan esos lugares comunes. Que reconfortante es escuchar una y otra vez palabras que están diseñadas sólo para hacernos sentir mejor.

"Alíviate pronto"
"Cuídate mucho"
"Ponte el suéter"
"Regresa pronto"
"Te extrañaremos"
"Esta es tú casa"
"Mi más sentido pésame"
"Un gusto conocerte"
"Ha sido un placer"
"Vuelve pronto"

Compasión, empatía, cuidado, cariño, tristeza, solidaridad, amabilidad, cortesía, respeto, se respira de entre estos formulismos que en realidad pueden ser terriblemente paternalistas (o maternalistas, en la víspera del día de las madres).

Una formulación a la vez un poco engañosa, que puede ser más bien fruto de la costumbre que de la sinceridad, pero aún así.... aún así, hay veces que entrevemos sinceridad en el formulismo añejo de una frase hecha.

Cuando me siento desalentada siempre recurro al casette de cantos católicos que le regalaron a mi padre, esa voz sencilla y esas notas simples, que podría tocar casi cualquiera junto a una fogata me tranquilizan: "Entre tus manos está mi vida, señor".

Y no es que piense volverme católica, sino que me conforta pensar que me cuidarán, como me reconfortaría un suéter o una sopa, o una nota de guitarra, o un alívate pronto, o un abrazo.

O tu voz.

O tu regreso.

Pero como cuando amas algo lo dejas libre, me queda sanar. Cambiar el cristal, porque roto como estás no sé si vas o vuelves.

Porque si no vuelves tengo que abrir la ventana, ponerme un suéter y seguir...

D.

Los beneficios del olvido

Sería fantástico poder olvidar y recordar a voluntad. Que ese cajón tuviera realmente una llave que nos permitiera encerrar aquello que nos duele, nos entristece o nos vuelve locos.

En eso pensaba cuando terminé de ver Oblivion, la nueva película de Tom Cruise, en que el olvido forma parte esencial de la trama...

Y es que lo que somos en realidad es sobre todo un entramado de recuerdos.

Somos un montón de memorias e historias.

Alguna vez, cuando fui a ver Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos, le dije al chico que me acompañó (era una primera cita) ¿y si ya nos conocíamos y lo hemos olvidado?

Nuestros romances, nuestras familias, nuestros odios, todos están cimentados sólo en recuerdos: frágiles y perturbadoramente modificables.

En realidad los hemos construído a la medida, pues la realidad suele apartarse de lo que recordamos.

Venga a nosotros el olvido, si no a voluntad, al menos piadoso, en cuanto sea posible y necesario.

D.

Tlatelolco - Reencontrado

"Vi la cartelera y no había nada que se me antojara ver... Si quieres tú elige" - Le dije a mi compañera de trabajo G.

G. decidió que era un día para dedicarlo al cine mexicano y así fue como terminamos por ver Tlatelolco y Canela.

De Canela ya les contaré en otra ocasión...

Respecto a Tlatelolco, el mejor resumen sería que es una mezcla entre Amarte Duele y un documental parcial y bastante limitado, con algunas escenas retomadas de archivos históricos.

Algo agradable de ver fue la colorida reinterpretación de la ropa de la protagonista: ropa de los sesenta muy usable y estilos dignos de plagio...

Por otro lado, el trato que se le da al tema es bastante cuestionable; hay un montón de escenas que trivializan el tema.

Resultó bastante triste, no sólo el desenlace de la historia, sino el auténtico final, totalmente anticlimático.

No recomendaría ir al cine a ver Tlatelolco, dos estrellas y un suspiro.

D.  

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...