No soy de aquí: tres historias del Antiguo camino a Santa Fe

Como habitante del oriente de la ciudad, el salvaje oeste que representa Santa Fe es un desafío en términos de logística.

Desde los limitados accesos a la zona, hasta el barroco trazado de sus circuitos y la variopinta fauna civil que lo habita me produce esc-alofrio y escozor a un tiempo.

Por ello y dividido en tres partes, les presento un par de historias acontecidas en mis viajes hacia Santa Fe en estos tres días que me fue imposible sacudirme el compromiso de visitar la zona.

I. No soy de aquí

La chica se subió con una enorme mochila, sonrisa y buena actitud. Se acomodó en un huequito junto a la puerta en el atiborrado camión que la regresaría del Centro Bancomer hacia el metro más cercano: Tacubaya.

Ella era rubia, con el cabello corto y ligeramente rizado. Su tez era clara y tenía ojos verdes. Ofrecía una cómoda sonrisa que hablaba de cierta ingenuidad.

Él se abrió paso por el pasillo angosto del camión y se sentó en las escaleras del camión: era un tipo algo duro, cabeza rapada, musculoso. Ante el panorama de pasar una hora en el tráfico le hizo la platica.

- Hola, ¿te subiste aquí?
- Si, vine a una chamba al Centro Banamex.
- Ah, orale. ¿Y de qué?
- Soy ingeniera de audio, venimos a un evento.
- ¿Y qué tal estuvo?
- Padre... Bueno, luego es una hora de trabajo y luego nada más estamos al pendiente, por si se les ofrece algo más. Así es la empresa en la que trabajo. De hecho fue mi primer evento.
- Orale, que padre. ¿Y qué estudiaste?
- Música. De hecho vine a la ciudad para estudiar, no soy de aquí, soy de Guerrero.
- ¡Ah! Yo tampoco soy de aquí. Soy de Cancún. Bueno, de Playa del Carmen.
- ¡Cómo crees! Yo acabo de estar allá. Me quedé un mes.
- ¿Un mes? ¡Que padre! ¿Y anduviste paseando? ¿Fuiste a Tulúm?
- Sí, fui a Tulúm y a Bacalar. De hecho Bacalar es ahora de mis lugares favoritos en el mundo.
- Si, la verdad te llena de una buena vibra. Bueno, también Playa, aunque antes era más tranquilo...
- Pues también anduve trabajando allá, en un sitio en la Calle 10, ¿conoces?
- Pues tenía un amigo que trabajaba en la Calle 12. Ya ves que allá hay muchos antros.
- Sí. ¿Y tú que estudias?
- Yo estudio diseño, aunque también me gusta la música.
- Orale, a mi me gusta más el rock. De hecho vine a la ciudad para seguir estudiando.
- ¿Y que tal? ¿Si la armas?
- Pues si. Es cosa de tener buen equipo. Ya sabes, son tres cosas las que debes tener en cuenta: buenos músicos, que su música si esté chida; buenos dispositivos de salida, para que la grabación quede bien y ya el audio de edición...
- ¿Y tú cual usas?
- Protools, aunque casi todos se parecen. En la escuela estoy aprendiendo a usar otros.
- ¿Y vives muy lejos?
- Por el centro, con dos amigos. ¿Y tú?
- Por la Zaragoza, con mis papás.
- ¿La Zaragoza? ¿Por la TAPO?
- Sí, andale, por allá.
- Si te queda lejos.
- Pues algo... pero bueno, también vengo del trabajo. ¿Y tú no vives con tu novio?
- Pues no, no tengo novio.
- ¿Y eso? ¿Te evitas problemas?
- Pues sí, un poco...
- ¿O quisieras tener novia?
- Pues sí, un poco me gusta más esa onda.
- Ah, orale...

II. Un camino sin pulcatas

Voy por el camino antiguo a Santa Fe. En realidad es una sola calle de dos sentidos que tiene a sus costados docenas de puestos comerciales. Atravesamos mercados, tienditas, zapaterías, taquerías...

Las taquerías en particular, llaman mi atención: "Voy y Vengo", "Los mismos", "El paisa".

Las taquerías resultaron las herederas de las pulquerías que colocaban nombres graciosos para atraer a sus clientes. Recuerdo aquella colección jocosa de nombres de pulquerías que iba desde la clásica "Mi oficina" hasta "La toma de Nueva York en 2040 por el ejercito mexicano".

Los bares no pudieron apropiarse de este despapaye por su excesiva seriedad. Se toman a sí mismos demasiado en serio. No es posible, por tanto, ponerse "El Gym", "A la vuelta" y "El doctor".

Para probar la cualificación del nombre de un changarro como un sitio risible, pruebe a decir "Voy a..." y complete con el nombre.

Si no le da risa, pase al siguiente. Está usted demasiado solemne.

Decía un pulcatero que conocí que, los dueños de bares y los cerveceros (vendedores de cerveza) eran de la misma ralea sin humor. Todo provocado por su ansia por el dinero, terriblemente desmedida: "Ellos fueron los que iniciaron la guerra sucia, para desprestigiar al pulque", decía, mientras masticaba una ramita de árbol que se robó de algún árbol cercano. "Decían que para fermentar el pulque le poníamos quien sabe que cochinadas, cuando no, es un proceso natural".

En el antiguo camino a Santa Fe no hay pulquerías. Quizá había antes... pero, como tanta cosas, la ciudad ha cambiado.

Ahora parece que ya no hay sitio para nadie. Ni para "La risa".

III. La historia de un chicle

Nunca los vi.

Apenas, de reojo, cuando bajé del camión, noté que él era delgado y ella más gordita, con un sueter a rayas.

Iban detrás de mi, en el pesero que nos llevaría a Tacubaya, desde Santa Fe.

- ¡Que mala onda que ahora te pidan tus redes sociales para darte trabajo! ¿no crees? Porque yo si estoy loca, pero no quiero que nadie lo sepa...
- ¿Y por qué habrían de saberlo?- Preguntó él.
- Pues porque van a leer lo que pongo y osh... ¿No quieres un chicle?
- No, gracias.
-Ah, oye, pero yo te daba el chicle que estoy mascando, porque ya no traigo otro.
- No, gracias, no quiero.
- Pero yo tampoco quiero ya, guardamelo tantito en tu boca.
- No, de verdad, no quiero.
- Pero yo voy a querer al rato, nada más guardamelo un momento porque no traigo papelito para guardarlo.
- No traigo.
- ¡Ah! Orale, no sólo no quieres guardarmelo, sino que además ya quieres que lo tire.
- No es quiera que lo tires, pero de verdad ahorita no quiero.
- ¡Osea! Ya estamos por cumplir un mes de novios y no me tienes confianza para guardar mi chicle un rato.
- No es eso...
- Es que no entiendo: primero dices que no quieres chicle y ahora no eres capaz de guardarlo un ratito por mí. ¿Y qué no tienes un papel para que lo ponga?
- No, no tengo, de verdad.
- ¡Mira! Una nevería. Se me antoja un helado... Lástima que no podría comerlo, porque traigo un chicle en la boca y mi novio no es capaz de guardarlo un rato...
- Bueno, ya dámelo

Como estaban tras de mí, no pude ver si ella lo sacó de su boca o cómo pensaba dárselo... pero él lo dejó caer.

- ¡Ah! Claro, ya lo tenías todo planeado para que me quedara sin chicle... Te odio.

El horror tras las cosas cotidianas: Herta Müller

Siruela. El nombre jugueteó en mi boca unos instantes.

Sólo he tenido un libro de esa editorial y lo presté, tontamente. (Las ciudades invisibles, de Italo Calvino)

Luego, apareció "En tierras bajas" frente a mis ojos, tan palpable y hermoso, en su edición de Siruela... en remate.

Así que, haciendo caso del cintillo "Ganadora del premio Nobel de Literatura" lo tomé y pagué por él poco. (No sé, menos de 70 pesos)

"En tierras bajas" es un libro de cuentos de Herta Müller, de quien yo no había leído nunca nada.

Sí, compré el libro por su portada. Ni siquiera me detuve a leer la reseña. Y estoy horrorizada. Es un libro escalofriante en su simpleza, pero maravilloso en su manera de narrar lo cotidiano en la plenitud de su horror.

El cuento principal, "En tierras bajas", cuenta la historia de una niña que no es Herta (no es un libro autobiográfico, por lo que sé), pero podría serlo. La vida en el campo que va de degollar patos a ver parir a vacas o tomar un día en la ciudad, es narrado con cruel belleza, como si no nos dieramos cuenta de lo acertado y punzante de las palabras.

En muchas ocasiones no sé a dónde me llevará la autora con su relato. La verdad supongo que no importa. Simplemente son como unos ojos que no se pueden cerrar ante las cosas que suceden, bellas o horribles, como una conciencia permanente, una luz que no se apaga.

Herta Müller narra con un don de hacer parecer simple lo complejo: en su relato la violencia de la vida familiar nunca aparece forzada, sino como un ingrediente más de ese caldo cotidiano que se toma como sopa caliente en la mesa.

Aún no termino "En tierras bajas", pero me está gustando mucho.

En cuanto termine, les comparto un cuento corto del libro.

D.

1Q84: Cuando creías que la historia había terminado

Conocí a Haruki Murakami en una foto con sus gatos.

Luego me regalaron "Sputnik, mi amor" y me pareció cursi, pero le di el beneficio de la duda y comencé a leer "Kafka en la orilla".

No perdí ocasión de leer 1Q84, que parecía extrañamente retador con sus letritas pequeñas: Tomo 1 y 2.

Lo terminé de leer ayer.... Y hoy me entero de que hay una tercera parte.

Mientras investigaba para esta breve nota, pensaba si valdría la pena esperar o hablarles de lo que ya leí. He decidido que hay suficiente de que hablar, porque, vamos por partes.

En primera, el título... Aunque hay una breve (brevísima) referencia a la novela de 1984, en realidad la historia no tiene nada que ver con Orwell.

La historia de 1Q84 se desarrolla en Japón, en ese año, pero el entorno que describe Murakami es muy "normal", esto es, la historia se desenvuelve en un Japón urbano, con hoteles de ejecutivos, grandes casas con guaruras y pequeños departamentos con maestros que tienen muebles pre armados de conglomerado. (Por alguna razón, la casa del personaje siempre me la imagino con mueblecillos de esos de colores, de bajo costo)

En 1Q84 hay dos personajes principales, que se conocieron cuando eran niños y su destino quedó unido por una de esas fuerzas que Murakami explica como "innevitables" (de allí que luego lo tilden de cursi). Aomame (que en japones es una especie de vaina como un haba o un chicharito) es una instructora en un gimnasio, con certificaciones en terapia física... pero esta labor es de medio tiempo, porque en ocasiones trabaja como asesina a sueldo para una rica mujer que está luchando en contra del maltrato a las mujeres que prevalece como una plaga en Japón. (Y en el mundo, diremos)

Tengo, el protagonista de la historia, es un profesor de matemáticas aparentemente "desperdiciado", que en sus ratos libres escribe horóscopos para revistillas y se entretiene participando en certámenes literarios, de los cuales nunca ha ganado nada. Sin embargo su vida cambia cuando comienza a leer "La crisálida del aire", una obra prometedora de una chica de 17 años, que lo hace pensar que podría ser un gran "best seller".

Así, sin darse cuenta, los destinos de Tengo y Aomame comenzarán su búsqueda para volver a reunirse en un caos interdimensional que incluye conspiraciones de sectas post revolucionarias, un intrincado mundirijillo de libreros obsesionados con ganar premios, la frustración con padres que nunca entendieron a los protagonistas y el mundo de pequeñas criaturas misteriosas llamadas "Little People".

"¿Pero no trata de hojas de sauce que se reflejan en el agua?" Me preguntó un amigo, que está harto de las elucubraciones zen de muchos textos japoneses.

No, no es así. Este libro tiene bastante "acción" al modo occidental y lo disfruté bastante. Tres estrellitas...

En Japón 1Q84 fue publicado en 2009. El tercer tomo salió en 2010, pero llegó a México apenas este año.

Ya les contaré cuando lo consiga. Igual baja, o sube... No sé decirles aún.

Elysium: asomarse a la ventana

Me molestan las películas que se venden como algo que no son....

Elysium nos vende un trailer de un mundo idílico y hasta se coloca el título de ese paraíso futurista. Pero en realidad vemos algo que está a la vuelta de la esquina: un sistema de salud saturado, pésimas condiciones de trabajo, miseria y falta de oportunidades, basura y contaminación.

¿Qué diferencias encuentra usted a los patios cuidados de las zonas ricas al "otro mundo" que crea la película, en dónde los ricos se "han mudado para mantener su estilo de vida"?

Disfruté las escenas de acción de Elysium y la presencia de Matt Damon. También, a su manera, la cara de palo de Jodie Foster hace su parte... pero temo que no logran rescatar la  película.

Dos estrelllitas y mi recomendación para que mejor se queden a ver algo en Netflix y preparen palomitas.

D.  

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...