Rescatar de la neblina

Hoy me preguntaron mi edad dos veces; tras responder sentí un golpe de realidad en el pecho. Tres décadas, que rápido.

Empecé este blog hace mucho, pero el primero que tuve tiene más de 20 años.

Las cosas que han cambiado conmigo, las etiquetas que han sobrevivido; las personas que se han ido y los viajes que he emprendido navegan por mi mente como barquitos de papel girando en una fuente con mucho salpicar.

¿Quién hubiera pensado que...? Hoy que he tenido una tarde libre para unir los puntos veo el oleaje verde frente a mí: ese ronroneo de la lluvia me arrulla y el tentador vaso de agua fría me susurra "bébeme".

La tarde pasa lenta, silenciosa, desde este rinconcito de cielo que llamo mío.

La diversidad de experiencias del último año me inunda, nuevamente, como rostros que emergen y se hunden de un a niebla informe: en ella veo rostros que amo, cuerpos que he abrazado en la tormenta, voces que me han guiado a la luz.

Ha sido una gran travesía. Me siento afortunada y dichosa de tantos aprendizajes; pero esta dicha no es exuberante: es calma, es bienestar, es plenitud, es confort y desafíos.

Porque tampoco me siento como a un paso de la tumba, hay cosas que quiero desafiarme a tener.

Quiero ser una mejor líder para mi equipo de trabajo, quiero motivarlos e inspirarlos a pensar cosas nuevas.

Me gustaría aprovechar mi recién descubierta independencia para viajar más lejos, para tener estos momentos en otros lugares del mundo, para reencontrarme en cualquier lugar y reconocer que siempre estoy conmigo, que la conexión no es necesariamente ruido.

Tengo ganas de rescatarme de entre la neblina, que brille un poquito el sol y sacar a pasear otro vestido floreado. Como ayer.

D.

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Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...