The Fitness life

No sé en que año llegó a mi la certeza de que no era fitness.

Quizá en la primaria, cuando por mi torpeza nunca me elgían para los juegos en equipo.

O a lo mejor en la secundaria, cuando buscaba formas de escapar de la clase de educación física.

O en la prepa, cuando quedé penúltima en el reto de darle 14 vueltas a las canchas de básquetbol.

Pero cuando vi el lema de los Pingüinos de la pelìcula "Madagascar" "Gorditos y bonitos" supe que había encontrado a mi tribu.

No tengo madera para seguir la cultura Fitness, pero por unas y otras algunas veces he intentado practicar actividades físicas de manera regular.

En la huelga pasé un buen rato en clases de Aerobics; al salir de la Universidad acudía a la alberca con regularidad y después, por cerca de un año, me volví asidua practicante de Yoga, disciplina que me encantó.

Ahora me dejaron un nuevo reto de actividad física, así que volveré a intentar un periodo de vida saludable.

Allí les voy contando.

Por el momento sigo suavecita. :3


D.

Páginas hipotéticas - Una carta para Ladahir

Te bajaste del tren antes de tiempo; te hubiera podido despedir en el anden o correr detrás de esa nube de humo mirando la estela que se desdibujaba, hasta que el tren fuera un puntito lejano, que los terraplanistas no sabrían bien como explicar.

El día que nos conocimos me preguntaste:

- ¿Te importa si me siento?
- No
- Que lástima, pensé que te importaría. - Y sonreíste.

Siempre tenías una de esas frases bajo la manga. Una sonrisa. A veces triste, a veces burlona. A veces encantadora.

De ti aprendí muchas cosas. Como:

- Los gatos no deberían morir.
- Hay dos formas de arreglar las cosas: asesino silencioso o a la manera de Bruce Willis.
- Y sobre todo: que morir será una gran aventura.

Quizá era en esa idea era en la que pensabas el miércoles.

Y sí, nuestra amistad se había fracturado. Con el tiempo, con la diferencia de pensamientos, sobre todo con mi insistencia en ser una persona independiente.

Todo funcionaba muy bien cuando te miraba arrobada y eras mi mundo; cuando contenías en tus palabras la sabiduría y descubrías nuevos universos para mí, cuando inventabas la rueca, la rueda, hacías la luz y me mostrabas mi mejor ángulo.

Nunca me vi más bonita que en tus ojos.

También me rompiste el corazón un par de veces; pero así es cuando amas más de lo que se debe a una persona. Y yo te amaba mucho. Alguna vez abracé tu chamarra que olía a humo y a cuero, pensando que nunca podría dejar ir ese aroma.

Hoy entiendo que todo olor es evanescente.

Huele a lluvia y pienso en los parajes que te guardan, en el pasto, la tierra, el olor a Aceite Maravilla que se respira en las cercanías de tu morada final.

Somos poco.

Nos desvanecemos.

Incluso al verte tendido, como quien contempla el envase vacío de un helado; no sabe explicar que allí había tanta alegría, misterio, dulzura.

Nunca sabré tus batallas. Algún día me retaste a abrir una caja y yo no pude.

- Supongo que no estás lista para conocerme más. - Dijiste.

No estábamos bien esa noche.

Tuvimos días muy buenos, muy malos, llamadas. Y muchas canciones. Y platicas que no llevaban a nada, pero que son parte de mi vida, para siempre.

Me enseñaste a jugar a los Sims y el gozo detrás de Vice City. También pasamos muchos días desmembrando el sistema político. Creyendo que un día íbamos a ganar.

Eramos muy jóvenes.

Recorríamos la ciudad en moto y creíamos en la izquierda. Un día íbamos a ver brillar la esperanza.

Eramos muy ingenuos.

Tuvimos días muy malos. Pero esos también se desvanecieron.

Sobre todo tuvimos mucho café y muchos ceniceros llenos. (Tuyos, porque yo nunca fumé),

Que difícil es despedirse. Cuando de verdad sabes que nada de eso se podrá repetir, que de verdad se acabó.

Que ese número no sonará de nuevo con tu voz, retándome a ir a donde me da miedo. Tu desafío que me empujaba más lejos y me hacía creer capaz de cosas que logré a tu lado.

Que hermosas son las primeras veces. Y tuve varias contigo. Gracias por tanto, lo siento, de verdad.

La depresión es una enfermedad terrible; en verdad espantosa. He tenido muchas personas depresivas en mi vida, no sé si el mundo está lleno de depresivos que sonríen o simplemente los tristes somos más...

Pero creo que nunca aprendo que, al igual que otras enfermedades, uno puede verse bien y estar realmente mal por dentro.

Que esos filtros son solo para la piel, pero no sirven para la depresión.

No estuve allí para ti, pero tú también lo decidiste así.

Quizá nos hubiéramos consumido juntos, como un acto de piromanía. Nunca lo sabremos.

Quizá tu último regalo fue apartar a todos los que pudiste de ese camino de explosivos que dejaste detrás de ti.

Recordaré muchas cosas de ti; el andar por Reforma ya nunca ha sido el mismo desde que te conocí y ahora igual, no será lo mismo.

Hay amores eternos que duran lo que dura un corto invierno.

D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...