Ayer, por la mañana, me puse a desenredar las cadenas que había guardado en una bolsa, con motivo de la inminente visita del técnico que repararía el cable en casa. Como tenía que meterse a mi cuarto, mis padres me sugirieron que guardara todo lo vistoso.
Y es que sobre la pared, en dos clavos, tengo colgadas todas mis cadenas y collares... así que una vez guardadas se hicieron un amasijo irreconocible, como lo que cuenta Yareli en esta entrada.
Así que mi gato, Corso, y yo, nos dimos a la tarea de ir separando cadena por cadena, resolviendo los nudos. (Corso sostenía las cadenas con la patita, tratando de cazarlas, mientras yo las desenredaba).
Fue así como separé el rosario que compré a un drogadicto de camino al hospital, para ver a mi abuela, de la cadena de oro que me encontré tirada en las escaleras de la secundaria; como fue saliendo el nudo entre la cadena de mariposas, que tenía un par de aretes a juego que salieron volando un día en el metro, del collar de chaquiras que me compré en Nayarit.
Fue así que separé el collar de perlas que me puse una vez para una boda en Zacatecas, en medio de un ruedo de toros, del collar de acerinas que dice mi mamá que le dan mala suerte y decidió regalarme. Lo blanco de lo negro, el oro de la plata, las cuentas de las mariposas. Todo fue adquiriendo su lugar justo en el mundo.
Fue así que recordé que cada historia y momento que vivimos se va entrelazando, hasta parecer una sola mancha y sólo nuestros dedos le ponen orden, para narrar cada historia.
El viernes fui a tomar una cerveza con un personaje de mi pasado, alguien que me hizo la vida de cuadritos un tiempo y a quien llegué a aborrecer, pero ahora, pasado el tiempo, desenredada la cadena, entiendo que todos los nudos en nuestra historia están resueltos y su nombre cuelga de mi pared, como tantos nombres, sin que duela, escoza, arda o pese.
Pues su nombre se balancea con el vientecillo del perdón y la certeza de que ninguno de nosotros somos perfectos, ni lingotes de oro de 28 kilates: simples cadenitas colgando en la pared, con impurezas y destellos, cada uno con nuestra historia, nuestros nudos y contradicciones.
D.
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5 comentarios:
Yo nunca he usado cadenas, esclavas, ó pulseras...recuerdo un collar de rueditas de madera (parecían cereal) de color café y marrón y me duró años, hasta que finalmente se rompió y las cuentas salieron rodando por el suelo...
Es una bella metáfora me gustó muchísimo, desenredar esos nudos de las cadenas es un proceso tan largo y tan doloroso, pero espero algún día tener la suficiente frialdad de que cuando se desenreden esos nudos no vayan a provocar que tal inestabilidad que el resto de las cadenas terminen por romperse...como le pasó am i collar ja,ja!!!
Saluditos y excelente inicio de semana!!
AHHHHH que belleza! me encanta la hermosura rescatada de la cotidianidad en tus manos! me reconcilia con la vida este texto, gracias!
Qué linda metáfora.
Y sí, con el tiempo una la da a las cosas su justa dimensión.
lo del drogadicto me recordó una experiencia hace muuuuuuuchos años, mientras mi ma y yo esperábamos en una estética a que me cortaran el pelo, cuando un señor me regaló una gran cruz medio churrigueresca, jeje, de muy mal gusto, pero bueno, me la regaló, yo recuerdo que estaba medio loco o borracho, o que era un vago, en verdad no me acuerdo, pero de lo demás sí, vívidamente. No tengo bunea memoria de mi infancia, pero las cosas que uno recuerda ¿no?
Yo muuuuuucho tiempo tuve una crucecita de plata colgando en mi cuello, ¿recuerdas? un día nomas dejé de usarla.
Tu entrada (tan buena y tan tú, como siempre), me recordó otra que yo puse hace mucho tiempo en la Nowhere Land, donde hablaba de los triques, ¿recuerdas?
Braiwashed:
Ah, que bonito collar. Me lo imagino perfecto, pues siempre he querido uno de ellos.
También a mi se me han roto collares y, en esta entrada, olvidé mencionar que una de las cadenas, formadas por eslabones redondos como las que usan para las placas de los militares, se rompió de manera irreparable...
Y si, hay confianzas que ya no se pueden soldar.
Gracias Brainwashed.
Lunamediana:
Que elogiosas palabras, Luna, gracias a ti por visitarme.
Pequeña Saltamontes:
¿Verdad que si? Es increíble lo que hace el tiempo con los recuerdos.
Juan:
Yo tengo especial suerte para encontrarme cruces y ángeles tirados.
Una vez me encontré un angelito de cuarzo, en forma de dije. Se lo regalé a una amiga.
A veces me pongo a pensar en el significado de esas cosas... Otras me dejo ser.
Gracias por leerme amigo, sabes que eres muy importante para mí.
D.
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