Esta vez no habíamos acudido al cementerio. Fuimos a comer a un restaurante de Texcoco, el café de Santa Bertha, un pintoresco restaurante que mis papás adoran por sus sillas de colores y decorado típico.
Allí, al calor de una bufette de cazuelas de guisados festejamos tardíamente mi cumpleaños, después de una serie de eventos que nos hizo postergar la salida casi un mes.
Texcoco es una ciudad muy comercial, además de estar convertida casi en ciudad dormitorio, pues muchas personas que trabajan en la ciudad viajan diariamente desde allí.
Sin embargo, ya sea para liberar el estrés o por auténtica vocación artística (no en balde de allí es el gran poeta Nezahualcoyotl)
Al salir del restaurante, fuimos a la casa de la cultura, que está a unos pasos del centro de Texcoco, un edificio con el clásico patio central, alrededor del cual venden artesanías y exponen algunos de los objetos que se realizan en los muchos cursos que tiene el lugar.
La casa de la cultura está decorada en la ya conocida tradición muralista de México, con escenas que exaltan la historia patria; tras el breve recorrido fuimos a realizar unas compras (abundan los textiles y la ropa es relativamente barata).
Texcoco es un bonito paseo dominical en el oriente del Estado de México, se los recomiendo.
D.
3 comentarios:
No conozco… Pero siempre he escuchando cosas muy bonitas de ese lugar…
Que padre que sigas festejando tu cumple, ¿eh?
Vuelvo y me encuentro con este nuevo diseño que me maravilla... intento volver de a poco... no es fácil... usted comprenderá...
Besos
Ale:
Si, ya llevaba como un mes de festejos... Y hoy fuimos a comer mariscos. Mmm.. No están ya dentro de las fiestas, pero que rico!
Fher:
A usted le perdono todo. ¿Lo sabe, verdad? Le quiero muchisisisimo, un abrazo, vuelva cuando quiera, sólo no se pierda.
D.
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