Como si al fin un buen poema me saliera...

A veces dejo de escribirte. Dejo de escribirte por tantas razones que hasta a mí se me hacen montañas. Pero no es que deje de pensar en que escribirte. No dejas de ser el destinatario de mis cartas.

A veces dejo de escribirte porque me peleo con la voz de tí, la voz de tí que me escucha y me responde. A veces dejo de varar en tu puerto y me hago al altamar de las preguntas sin respuesta, de las cartas sin destinatario, de las horas muertas sin minutero, ni reloj, ni cuadrantes.

A veces dejo de escribirte por miedo a que todo suene a reproche, a rutina, a tedio, a amargura, a dolor de muelas. A veces quiero dejar presencia en los labios más alejados de tu boca, y morder una manzana sin pensar en tu nombre.

Me siento en la sombra de los árboles y pienso en como escapar de esa voz que eres en mi cabeza, cuando escuchas paciente mis argumentos, falsos y verdaderos y me miras con la certeza de que el peso de la lógica parece escapar al la redimensión que le dan a las palabras el saberse encontrar en otro.

A veces me pierdo para no perderte, pues en mi laberinto soy una Ariadna sin hilo. Araña aferrada al último minuto de teleraña empolvada. Cuanto quiero que una metáfora salvadora venga a ponerle tilde a la palabra "oración"...

Pero a veces mis escritos no van con tilde. A veces se vuelven daga, a veces pétalos de flores deshojadas. Y sigo insistiendo... la duda persiste, como la duda persistirá, porque el mar, como es de amplio, tiene tantos puertos...

Disfrutemos nuestro viaje a Itaca tanto como el llegar a nuestro puerto. Quizá ninguno de los dos sea puerto, destino. Sólo barcos, sólo marinos que se encuentran a tomar una cerveza, después de tanto tiempo de no verse.

Quisiera ser tu puerto, tu dolor reconfortado. Mi aspiración es legítima, su cumplimiento... mi duda. Es mentira que dude de dudar.

Me siento a enredar mi hilo, de nuevo, recapacito, recapitulo.

Yo también he buscado tu boca en medio de mi dolor, o mi tormenta.

Pienso en tí un minuto antes de desmayarme y quizá, tu boca, es mi última tibieza antes de saberme perdida en las oscuridades más profundas.

Y entre tantos puertos, el tuyo, Itaca, permanece.

D.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelsa, como siempre.

Mar dijo...

Muy bonito.

Aunque intentar escapar de la voz de alguien en nuestra cabeza, y buscar sus labios en manzanas no es precisamente lo más grato.

Pero tu escrito sí que lo es, mi muy estimada Srita. Silverstone.

D dijo...

Ash, yo tambien ando sin ganas.

Vamonos a la feria de San Marcos, nos llevamos al indigente, al cabo el vive ahi cerquita.

Darina Silver dijo...

Siempre es demasiado tiempo, Ladahir.

Mar:

No busco labios en las manzanas. Sólo que el ruido que hacen al morderlas me permitan distraerme de las voces de mi cabeza.

David:

Je, buena idea. Me gusta el jardín de San Marcos, tiene ardillas.

D.

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