Cuando notamos la falta de alguien o algo en nuestra vida, podemos percibir que es cubrir esta falta lo que nos haría felices. Sin embargo, al no haber algo que nos falte, el sentimiento de la desazón es increíble y permanente, puesto que no hay causa aparente de la dolencia y el vacío.
Es entonces que tenemos que reconocer que este vacío nace de nuestra propia insuficiencia, de nuestra propia insignificancia como seres humanos imperfectos y solitarios.
Cuando nos enamoramos y tenemos a la idea alcanzar el amor de esa otra persona, enfocamos todo nuestro interés y nuestra fuerza en lograr nuestro objetivo… Si no se realiza, o se realiza en forma en que no estemos del todo convencidos con el logro, podemos seguir luchando, peleando, soñando con el momento en que nuestro anhelo se cumpla.
¿Pero si nuestro anhelo se viera realizado…? Si el amor tocara a nuestra puerta y le abriéramos, sólo para que se instalara en nuestro corazón, como un alien que se deposita en el centro de nuestro pecho, sin poder sacarlo, sabiendo que nos consume y nos ata.
El sentimiento de peso dentro del cuerpo, la certeza de que el amor que vive en nosotros es ahora un huésped permanente, que sólo podrá salir cuando estalle nuestro pecho en un montón de vísceras sanguiñolentas.
Sigue uno nadando, sigue uno viviendo, sin saber si realmente esta vivo o lo que vive en ti te ha poseído. Vas día a día intentando nadar, sabiendo que vas a hundirte… Porque nada te falta, nada te alienta a seguir adelante.
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4 comentarios:
Somos esclavos de nuestras necesidades. Lo demás, son sólo invenciones nuestras.
Saludos, Irais... hace mucho que no te veía...
¿Y quien sabe que es lo que realmente necesitamos?
D.
Córcholis...
Yo lo llamaba apatía.
Pequeña Saltamontes...
Siempre es bueno sacar a la gente de su error...
Ja!
D.
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