La risa de las mujeres gordas

Siempre he pensado que las personas obesas ríen de manera diferente, como si el esfuerzo que emplearan en reír le diera a su risa una resonancia especial, una agitación más sincera, más espontánea...

Cuando ves reír a alguien delgado, un estremecimiento nervioso le recorre la espina dorsal...

Pero una mujer gorda, cuando ríe, cuando llora, cuando cocina un plato de espaguetti y abarca con su vestido rojo el panorama frente a la estufa, es un deleíte de vida, despliegue de sensualidad desbordante.

Hace poco, a mi tía, que siempre ha sufrido por ser gorda, le pasaron un par de sinsabores que me dejaron extrañando su risa, que parece fluir y extenderse, como el resto de ella...

Mi tía sirve grandes cantidades de arroz con una cuchara verde y es generosa cuando sirve el ajonjolí sobre el mole... deja abierta la llave del agua cuando llena su pileta y se ríe de los chistes más fuerte que nadie...

Así como alguien extrañaría en una pared blanca un cuadro de botero, yo extraño la risa de mi tía, la más ruidosa de la cuadra. Haría cualquier cosa por escucharla reír de nuevo y que el estremecimiento que hace vibrar los cristales de mi cuarto se repita por las mañanas.

D.

2 comentarios:

Espaciolandesa dijo...

No he notado eso.

Pero no tendría por qué no ser cierto. Yo no temo reir a carcajadas donde sea que esté.

Será que las mujeres gordas como yo nos preocupamos menos del qué dirán, porque ya lidiamos suficiente, algunas, con las ofensas respecto a nuestro aspecto.

Anónimo dijo...

pues sí, ojalá que pronto oigas la risa de tu tía, y esto me recordó al personaje de cien años de soeldad cuya risa hacía volar a las palomas, ¿era Pilar Ternera? Podría asegurar que sí

Bonita entrada, May =D

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