F. acudió al cine. Sabía que la cartelera no lo decepcionaría...
Quizá la vida lo decepcionara un poco.
La vida, de hecho, le había preparado muchas decepciones.
Pero la cartelera lo esperaba fielmente.
Iba al cine de la zona universitaria, donde incluso le hacían un descuento a los estudiantes que presentaban su credencial. Era un poco curioso verse siempre rodeado de muchachos rastafaris y chicas con aretes en los ombligos.
Pero ese cine le gustaba. Estaba en las cercanías de un barrio antiguo, de calles empedradas. La zona era uno de esos pueblos que habían sido devorados por la ciudad, por alguna extraña razón, en la esquina de la calle había incluso un pequeño cementerio.
El cine siempre presentaba películas de arte, de festivales internacionales... A veces daban cintas más comerciales, para crear un correcto equilibrio para mantener los jardines.
A F. le gustaba aquel cine, aunque le traía demasiados recuerdos.
F. solía ir al cine con C.
Siempre que tenían tiempo antes de la función tomaban un café.
A veces C. lo invitaba a visitar el cementerio. Solían pasear por allí e inventarse las historias de las personas que estaban enterradas. Las historias las hacían basándose en sus epitafios o en las flores que reposaban sobre los floreros.
Si encontraban flores fuera de lugar, C. las acomodaba en las tumbas que estaban sin flores. A veces C. decía unas palabras frente a la tumba o incluso le dedicaba una canción triste.
A F. le enternecía la actitud de C: parecía que sus canciones y sus flores fueran su forma de celebrar su propia vida...
F. no sabía que había en la cartelera. Pero sabía que C. no estaría allí para ver la película. Y sabía que nunca más iría a ese cine sin C.
D.
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2 comentarios:
¿Cómo es posible que este relato no tenga comenarios?
Grandes injusticias se cometen en este mundo querida Darina... por suerte aun quedamos los que buscamos ese destello de felicidad y de nostalgia en algunos ojos lejanos... o en ciertos cuentos tristes...
Conmovido absolutamente...
Besos
Esta entrada ha dejado a tantos mudos, que ni se animan a comentar... ¿No?
Ja.
D.
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