Crónicas de acá y de allá

Ayer tuve un día maravilloso y llegué muy cansada a casa.

Fue mi primera experiencia en el evento llamado Campus Party, que se celebra por tercera ocasión en México y rompió un record espectacular de asistencia.

7 mil personas inscritas para participar de temas de tecnología, innovación, creatividad, diseño, ciencia y muchas otras cosas que viene coludidas en esta misión de vivir, como política, economía, ecología, literatura, periodismo y muchas, muchs cosas más.

Pero, para encontrar la nota de contraste... no vine a hablarles de Campus Party (mis reflexiones al respecto las guardo para mi blog profesional).

Vine a contarles del hombre que se sentó a mi lado en el trayecto hacia Balderas, un anciano de 87 años que estaba maravillado por el hermoso cielo de la ciudad.

"¿Pero ve esas nubes, señorita? Va a llover. Es sólo que ustedes los jóvenes ya dejaron de ver el cielo. Y el cielo ya no se ve como cuando yo era joven. Cuando yo era joven todo esto que ve no estaba. De hecho la ciudad se acababa aquí, en Congreso de la Unión.

Yo lo sé porque vivía antes aquí, en la calle de Carretoneros, y salíamos a las azoteas a asomarnos y ver que fiesta se ponía mejor. A veces venían a buscarnos y nos decían en que fiesta faltaban muchachos para ir a bailar...  y a la gorra ni quien le corra, ¿verdad?

De hecho me casé aquí, en esta iglesia, la de San Pablo. Mis amigos me decían que era una iglesia para ricos, así que me mandé a hacer dos trajes para ese día. ¿Que coincidencia, verdad? Que me iba a casar enfrente del parque donde citaba a mis ocho novias. Las citaba siempre en distintas partes, para que no se enteraran. Pero eso fue hace ya mucho tiempo... Yo aquí me bajo señorita, que tenga buen día".

D.

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