Las relaciones y la bolsa de valores

Arriesgar para ganar. El que no arriesga no gana. El que no ama no es amado... ¿Será así?
¡Compra! ¡Vende!
Las voces de la bolsa de valores son estas dos...
Oferta y demanda, las leyes del mercado fríamente aplicadas a las relaciones humanas. ¿Cuando debemos invertir en una relación, cuando una persona realmente nos dará dividendos, beneficios, aumentará el capital de nuestro tiempo y lo multiplicará en besos?
El sistema mercantilista aplicado a las relaciones me hace pensar... ¿Es tan variable el amor como la bolsa de valores? ¿Puede que un día esté a la baja el amor hacia alguien? ¿Es acaso la amistad un capital fijo, a largo plazo, que genera intereses y dividendos seguros?
El amor... que elusivo concepto.
Todos hemos terminado alguna vez con el corazón roto, que es una especie de bancarrota del terreno amoroso: por más que hemos invertido (tiempo, confianza e incluso dinero) fluctuaciones no predecibles acaban por desfondar nuestra esperanza.
Aún no encuentro la formula secreta para invertir, ni tampoco para amar, pero mis aproximaciones me han enseñado que el riesgo de quedar con el corazón roto son más altas mientras más te interese una relación. Ergo, la única forma de evitar el dolor es no amar, o no amar demasiado... Lo cual es un escenario bien triste y equivale a decir "para no perder el dinero, no lo gane, es más ni se esfuerce por él"
Al igual que al tener dinero, cuando más tienes más despilfarras y creas "necesidades" que antes no existías... Es malo admitirlo, pero cuando tienes alguien que te procura demasiado existe una cierta tendencia a decir "Ah, es mi guardadito, siempre estará allí..." Y no. No siempre... el amor tiende a evaporarse más rápido aún que el alcohol o el dinero.
Yo me he declarado en bancarrota, me he auto exiliado en paraísos emocionales creados a la medida de mis pies y también he tenido épocas de bonanza y derroche de besos... Mis estados emocionales han fluctuado más que mis finanzas y pero he de decir que es el amar es el único capital al que realmente podría apostar...
Porque el que no apuesta, no pierde, pero tampoco gana.
Y cuando de amar se trata, es en la inversión en la que más me gustaría ganar.
D.

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