Un boeing 307 en Hong Kong que sirve de hotel

Estaba en Hong Kong con mi abuela y una de mis tías. Al parecer la agencia de viajes nos había mandado a hospedar en lo que antiguamente era una casa de seguridad, por lo que nos poníamos nerviosas con todas esas puertas llenas de candados, cerraduras y espacios para lo que probablemente eran cámaras de vigilancia.

Por la noche echaban el cerrojo a todo y estábamos alejadas del centro de la ciudad. Así que sólo pásamos una noche en ese lugar de pesadilla y fuimos al centro, a buscar un mejor hospedaje.

Fiel a mi costumbre, me perdí entre las calles mirando Kimonos de seda roja, mientras que mi tía y mi abuela se metían en la multitud de callejones sin salida.

Llegué a un hotel llamado "La sastrería del rey", que estaba pintado de color azul, con persianas de papel que se enrollaban para evitar que el sol naciente deslumbrara a los huéspedes.

- ¿No ha venido a hospedarse aquí una señora de edad avanzada y una mujer rubia? - Pregunté en inglés...

Y la señorita me explicó que sí, que estában hospedadas allí, pero que ya no tenían camas para mí. Me recomendó hospedarme en el hotel de enfrente, pues era "muy cómodo"

Al parecer el hotel de enfrente estába vacío y no tenía ventanas. Parecía más un viejo mercado abandonado que un auténtico hotel. Al entrar vi que había que subir unos peldaños que en buen mexicano llamaré "huácales".

Todo tenía un profundo olor a cebolla y había que brincar un perro mugriso que dormía tranquilamente en los escalones.

Al llegar arriba, te encontrabas en un avión (que llamaré Boeing 307, a falta de mejores referencias) donde una docena o más de hombres asiáticos dormían acostados de forma horizontal en los asientos dobles o triples, según fuera el caso.

- ¡Arriba, arriba! - Gritaron todos a verme. No sé si era un avión unisex o estába separado... Así que me dirigí hacia las escaleras, al final del pasillo.

- Si quieres te ayudo con tus maletas - Me dijo un hombre rubio, desarrapado, que parecía sacado de algun callejón oscuro, con varios días de no afeitarse.

- ¡Hablas español!- Le dije yo, muy asombrada.
- Soy mexicano. Francisco Miranda, pero todos me dicen Miranda.
- Yo busco a mi abuelita, ¿no la has visto por aquí?
- No, pero podemos buscarla mañana... Hoy ya es tarde, está por anochecer. - Y abriendo una de las persianas del avión vi que el artefacto estaba emplazado justo junto al puerto, donde el sol moría con sus brillos naranjas.

D.

4 comentarios:

Indigente Iletrado dijo...

Miranda.

Suena como un compañero que puede cuidarte la espalda.

Darina Silver dijo...

Si, o quizá el lobo del cuento. Nunca supe bien. El sol lo despierta a uno en los momentos más inadecuados.

mynn r. dijo...

ay que chido. por un momento pensé que te iba a invitar a dormir con él...

...que al cabo que habla en español

Darina Silver dijo...

Ja, ja...

¿Estuviste en mi sueño, espo?

La verdad entró la mano de la censura en este breve relato, pero fue sólo porque el diálogo completo no lo recuerdo...

Pero si, era un flirteo inocente de esos que le mantienen a una la piel suave y los ojos brillantes.

Que buen olfato, Mynn.

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Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...