Me gustaba escuchar el sonido de sus tacones alejandose, además de contemplar la vista de sus redondas y firmes nalgas al ritmo que marcaban sus pasos.
Era diferente cuando se acercaba y el peligro rondaba su cabello como un enjambre de abejas asesinas.
¿Llevaría un arma?
La firmeza de su mirada era la de alguien que lleva un revolver, o al menos tiene una daga escondida en el abrigo.
Llovía y la ciudad era un charco fangoso. Sus tacones creaban salpicaduras del tamaño de una moneda en cada charco, que me hacían pensar en las monedas al caer a un estanque y sus ondas expansivas propagandose hasta el infinito.
Un sentimiento parecido a la asfixia me asaltaba al verla llegar. Era nuevamente el arribo de la pesadilla del día anterior, cuando su cabello llegó zumando a mi vida.
5 comentarios:
Tacones lejanos.
Es algo tan atemorizante como cuando cargan un arma o tocan la puerta en medio de la madrugada.
Mala conciencia.
no te vuelvas a ir!
le aumentaría dos centímetros a tus zapatos más altos con tal de no tener que andarte siguiendo por los múltiples vericuetos en los que te escondes.
además, afina la figura ;)
ay espo, estoy tan orgullosa de ti: misterio y glamour
mejor siempre no.
¿para qué me enojo si te todas formas te voy a seguirs?
A los estudiantes de Arte dramático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM los hacen aprender a andar en zancos...
Creo que es la misma técnica que con los tacones y te da igual bastante vértigo...
Pero los tacones se ven más fashion, o sea que te van mejor, espo.
Ya no corro. Ni aunque use huaraches y sé que no me alcanzarías.
D.
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