Ropa del montón

Ayer me fui a comer unos tacos de barbacha bien dorados a un mercado que queda a unas cuantas estaciones del metro de mi casa...

Aunque llegué en auto, con mis papás, decidí volver a casa pues tendría un compromiso (que se canceló después, pero esa es otra historia). Así que me regresé caminando.

Al cruzar el puente, de camino a casa, me fue inevitable fijarme en un tianguis que se pone "siempre en domingo"; antes era un tianguis normal, de todo un poco, ya saben...

Ahora, esa calle en particular, unas cinco cuadras, se dedican casi por completo a vender ropa de montón, es decir, mercancía que es comprada por pacas a precios bastante bajos de ropavejeros o en el mejor de los casos de la mucha ropa que se deshecha en el país vecino por cambios de temporada.

Doy fe y cualquiera puede darla por mí, de que a mi no me gusta ir a comprar ropa. Creo que tengo más ropa de la necesaria... pero les juro que sucumbí a la tentación de ver texturas, colores... y mejor aún, a la gente buscando su ropa.

¿Ven a aquelle chica tan bien arreglada, con muchas prendas encima, que parece que salió de alguna Boutique? ¡Pues ella escoge su ropa del montón!

¿Ven a esa señora que tiene muchos vestidos iguales? ¡Los sacó todos del montón! (La verdad le envidio la paciencia para buscar tantos diseños de puntitos, florecitas y cositas iguales en un diseño tan feo)

¿Ven a esos niños con gorras? ¿A la niña con listones? ¡Todo del montón!

Así que cuando sus esperanzas estén desahuciadas y sus bolsillso vacíos, no olviden que hay ropa del montón desde $5.00 y pantalones de mezclilla de $40.00

D.

P. D. Por si se lo preguntan... No, no compré nada, sólo unas calcetas que olían a nuevo y que compré más adelante. Ja, no es que yo sea desconfiada pero...

6 comentarios:

Mar dijo...

Jajajajá. La ropa de montón tiene sus secretos.

No me imagino cuántas personas que veo a diario usarán una prenda de segundo uso. Je.

Lo malo es que si un día ves -o te ven- comprando ahí, luego pensarán que toda tu ropa sin excepción es sacada de esos lugares. Je.

J. Tomás Martínez dijo...

Cuando estudiaba la licenciatura un día, un amigo al que siempre le admiré su buen gusto al vestir me dijo que estaba feliz porque ya tenía trabajo. Me dijo que esa era bueno porque ya estaba harto de comprar ropa “de segunda”. Me lo dijo avergonzado, como si confesara una mentira sostenida por largo tiempo. Entendí en ese momento porque nunca él nunca tenía dinero pero siempre tenía ropa mejor que la mía. Por un momento llegué a pensar que era de las personas que no tienen un peso, pero se gastan fortunas y se endeudan para mantener las apariencias cubriéndose con ropa que los haga olvidar su miseria. Entonces lo admiré más.

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Sobre Eje 10 casi en su cruce con Universidad donde hay un Walmart, se pone un tianguis sobre la acera dos días por semana. A veces me detengo a ver la ropa de segunda, sobre todo cuando Diana camina conmigo. Entonces, generalmente, le señalo un saco de pana o un abrigo, que no pasa de 70 pesos cada uno. Al principio me sorprendía la cara que ponía, como si quisiera comprarme una pistola en Tepito o una paleta chupada. Ahora solo me divierte su expresión, por eso lo sigo haciendo.

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Cuando era niño llegué a usar ropa de segunda mano. No me importaba, a nadie en el vecindario le importaba porque todos lo hacíamos y nadie sentía vergüenza ¿en qué momento eso de usar topa nueva comenzó a significar algo para nosotros? No lo sé. Diana me ha hecho entender que más allá del qué dirán, a ella lo que le importa es que la ropa esa la pudo haber usado sabe qué tipo de personas con sabe qué tipo de enfermedades. Ya: golpe a mi hipocondría, solucionado. Pero eso no explica la vanidad que hay detrás de la necesidad de comprar ropa nueva, y si es de marca mejor.

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Lo sé “El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Esté invierno me descubrí pensando varias veces en un abrigo que había visto en un aparador de una tienda a la que hace años ni siquiera hubiera entrado porque atentaba contra mis principios. No lo compré por otros motivos, no por falta de ganas. En hecho es que, en determinado momento, no importa ya la ropa, los colores y las formas; importa cuánto cuesta y lo que la gente piensa de uno. Recuerdo un pasaje de “El principito”, en donde el narrador dice que no entendía porque cuando le contaba a un adulto que había conocido a un amigo nuevo, éste vez de preguntar cómo era ese amigo, cómo era su voz y qué le gustaba, el adulto siempre preguntaba cómo cuánto costaba su casa, etc.

En fin, esta entrada de la ropa usada parece que me llegó. jejeje. Saludos.

Yareli dijo...

Si eh, como dice mar, tienen su encanto, yo alguna vez fui con mi mamá y encontramos unas cosas taaaan bonitas!!!

D dijo...

Quiero unos tacos doraos!

NM dijo...

¿No había yo comentado aquí?

Espaciolandesa dijo...

Yo me visto con ropa del montón y he vendido ropa del montón.

Y no precisamente por necesidad.

Reconozco que me da pena andar escarbando entre los montones, pero a final de cuentas te pierdes entre la gente.

Es lo bueno de reconocer estas cosas. Así si te dicen que escoges tu ropa del montón, al menos puedes alegar que nunca lo has negado.

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