Teresa Margolles: después de la muerte

En México tenemos una larga historia de affaires con la muerte. Desde los sacrificios humanos que se llevaban a cabo con fines rituales antes de la conquista, pasando por las torturas de la Santa Inquisición, sin descontar las lugubres leyendas del mundo Novohispano y las cabezas de los héroes patrios colgando en las esquinas de la Alondiga de Granaditas, en Guanajuato.

Hay muertos y decapitados por doquier, si se ven en las esquinas de nuestro México se encuentran en todos los pueblos historias de machetazos y casas con fantasmas... y ni que decir de los deudos que ha dejado el narcotráfico y los crimenes violentos, que se suceden como cuentas de un rosario rojo, de gotas de sangre.

Ante esta realidad de violencia, la obra de Teresa Margolles causa admiración y cierto espanto, como un estremecimiento que revuelve el estómago. Sus instalaciones mueven a la reacción, pues casi en su totalidad tienen ecos de esa muerte, pues Margolles trabaja con materiales orgánicos, como podría ser el agua que lava a los muertos desconocidos de las morgues, las sabanas que envolvieron el cuerpo que fue privado con violencia de la vida y, en una de sus obras más conocidas, hasta la lengua de un hombre con un piercing, exhibida en una vidriera.

Más allá del debate sobre si eso será arte o no (el cual dejo al juicio de los lectores, o mejor aún, de los expectadores de la obra), me parece significativo el debate que propone Margolles de pensar la muerte desde lo que queda en el mundo, como huella de la efímera presencia del ser humano.

Teresa Margolles es originaria de Cualicán, Sinaloa; uno de los estados de México que es tristemente celebre por su presencia de eventos violentos (ya son pocos los estados que se salvan, pero Sinaloa tiene un historial ya algo largo de eventos relacionados con el narcotráfico)

La obra de Margolles, sin embargo, su obra individual se empezó a desarrollar en el Servicio Médico Forense de la ciudad de México y la ha hecho llegar lejos, pues fue representante de México en la 53ra Bienal de Arte de Venecia.

"El arte sana las heridas", dice Margolles, quien acudió a lavar las sabanas impregnadas en sangre en agua de mar, como un performance.

Yo, que soy hematofóbica, siento un estremecimiento sólo de pensar en sus instalaciones. Pero les platico de su obra porque me llamó la atención... como para hacer homenaje de cuando mi blog se llamaba "El templo del morbo".

D.



2 comentarios:

renzo dijo...

recordar lo delgado de la linea es muy necesario, nadie sabe que viene despues de la muerte, pero todos sabemos que nos llegará, en cierta forma un alivio; buenisimo.

Darina Silver dijo...

Renzo:

Primero, un agradecimiento por tu visita, luego... estoy muy de acuerdo con tu comentario: este tipo de obra nos permite pensar en lo que, de tan obvio, olvidamos. Sé bienvenido siempre que quieras.

D.

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