La historia de Filiberto

No sé de dónde venía Filiberto, pero yo me lo encontré en la parada del metrobus.

Filiberto se había sentido seducido por la bata blanca de una mujer que, de acuerdo al estampado de su bata es podóloga o trabaja en una clínica de podología.

Ya había visto antes a esta mujer en particular, pero nunca había visto a nadie como Filiberto y aunque quise tomarle una foto, la verdad creo que desaproveché el momento.

Espero poder describir a Filiberto, aunque la verdad creo que su belleza me dejó impactada y no podría hacerlo bien...

Sus pequeños ojitos amarillos parecían hacerme guiños coquetos y el reborde de su cuerpo era rojizo, mientras que su piel y sus patitas eran verde claro, simulando una hermosa y brillante hojita nueva. También su cuerpo tenía forma de hoja, una hoja perfecta y alveólada, como un corazón móvil, verde, tierno y maravilloso.

Claro, eso no lo noté hasta después, porque de reojo sólo vi un bichito.

Y quise treparlo a mi mano, por lo que sin mucho tacto puse mi dedo en la bata de la señorita (o señora o seño, para no errar) y ella volteó, preocupada:

- Es que tiene un  bichito en la bata...- Dije, tratando de poner gesto de persona amable, para que no me reprochara mi terrible inclinación hacia los bichos.

Una vez transferido a mi dedo, Filiberto se portó amable, pero recordé que no había zonas verdes dentro de la estación y se me hacía una descortesía terrible depositarlo en la banqueta del metrobus, condenado a una muerte segura.

Igual la muerte de Filiberto estaba predicha desde antes, pues como todo ser vivo los bichos con forma de hoja van a morir y antes tendrían que alcanzar su forma adulta, reproducirse y asegurar que habrá más bichos en forma de hoja...

Pero como era muy temprano para pensar en dilemas existenciales, decidí mover mis pies hasta el parque más cercano, que quedaba exactamente a unos 300 metros de distancia, en línea casi recta, pero para eso había que salir de la estación del metrobus.

Debido a que ahora soy más pobre que una cucaracha (sin agraviar a los parientes de Filiberto) me dio algo de remordimiento salirme del metrobus ya habiendo pagado mi pasaje... pero bueno, finalmente me decidí a empujar el torniquete.

Estuve tentada a decirle al policía "¿me deja entrar en un momento? sólo voy a devolver a este bichito al parque y vuelvo", pero se me hizo que sería sumamente sospechoso, además de que no es de mi agrado hablar con figuras de autoridad.

Caminé (confieso) con poco cuidado por la calle y crucé el pasacebras sin mirar el semáforo, ocupada sólo en darle vuelta a mi mano con rapidez suficiente como para que Filiberto no se cayera.

Pero él no tenía intención en caerse, porque parecía encontrarse muy entretenido en contar las pecas de mi mano. (Dichoso él, que las encuentra entretenidas)

Tardé un poco en llegar hasta el parque, porque iba pensando en que seguramente no encontraría al amor de su vida en ese lugar y moriría sólo, abandonado, estéril, lejos del lugar donde nació.

En esto pensaba hasta que me di cuenta de que estaba ya frente al parquecito aquel, de columpios desvencijados y rejita verde que veo diario, pero dónde nunca me detengo por estar demasiado lejos de mi parada del metrobus.

Bajé mi mano para dejar a Filiberto en el pasto y vi como se alejaba despacito, reconociendo su nuevo entorno.

Al dejarlo allí sabía que no lo volvería a ver nunca, que quizá lo condenaba a otro tipo de muerte, ya no aplastado, pero quizá si comido. Cual fuera, sería una muerte distinta, entre árboles y hojas, entre arañas y hormigas, quizá digerido en el estómago de un pájaro. No lo sé, nunca lo sabré.

Regresé pensando en los reducidos espacios que tiene la naturaleza para crecer en esta ciudad, en los dilemas de la vida y la muerte, en el karma, en la imposibilidad de encontrar el amor, en que quizá Filiberto se encantó con la novedad de una bata blanca y se alejó demasiado de casa.

Regresé pensando en que soy pobre como un ratón y hasta gastar 5 pesos me apura.

Regresé contenta y triste, porque miles de las cosas que quisiera resolver no se pueden y miles de las soluciones que se me ocurren no sirven de nada.

Regresé, pero parte de mi se queda contigo, Filiberto, pequeño bichito color hoja, dulce pedazo de mi alma que viviste sólo para hacer nacer en mi la ternura de un instante efímero.

Te quise mucho, Filiberto.

D.

3 comentarios:

Espaciolandesa dijo...

Pocas personas sienten piedad por una criatura pequeña.

Ojalá que Filiberto haya encontrado en el parque un nuevo hogar, en el cual concluir de manera natural el ciclo de la vida n_n

Darina Silver dijo...

Salta:

Eso espero. Sé que también tú sientes simpatía por las cosas pequeñas.

Un abrazo, Salta.

Vian dijo...

Lindo texto...

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