Jarari se desperezó y agitó sus filamentos. El brillo del sol tocó su faz y un estremecimiento terminó por despertarle. Estaba por comenzar el periodo de lluvias y Arath se había ido ya a las minas de berilio.
El
periodo de lluvias era el más difícil para Jarari, pues nunca se había
acostumbrado a la transición de su pareja de lluvia, Goroth.
Entre
los Drups era muy normal tener una pareja para la sequía y otra para las
lluvias, pero Goroth era hosco e irascible.
Jarari
frecuentemente se imaginaba pasando los días de la recolección solo; sin que
nadie le diera órdenes o se molestara por como hacía cada cosa.
También
añoraba los días de sequía donde comía frutillas frente al mar de lava con
Arath, remojando los filamentos hasta sentir el olor acre de la piel tostándose
a altas temperaturas.
Los
días de lluvia transcurrían lentos entre las costras de lava secándose con las
tormentas y los pocos días de brizna buscando alimentos entre los matorrales.
Arath
le enviaba petigrúas mensajeras, en donde le contaba de sus días en la mina y
de las dificultades de extraer el berilio:
"El
brillo de la mina en la noche me recuerda el brillo de tus aletas cuando
paseamos frente a la luna de Finis, las barracas donde dormimos son húmedas
como tus pozos y muchas veces he soñado que me sumerjo de nuevo en ti, que
aleteamos juntos y que terminan las lluvias"
Los
Drups verían mal que se alejara de Groth, porque el sistema de tríada había
funcionado muy bien por años: las temporadas en las minas de berilio eran
insoportables sin descansos.
Jarari
mantenía las fogatas rituales encendidas, brindaba confort y compañía, pero
poco podía hacer sobre la elección de sus compañeros.
Cuando
Goroth llegaba casi nunca dejaba la zona de fogatas, salvo cuando era su turno
de recolección; Goroth dormía todo el día o a veces le daba instrucciones muy
precisas sobre su acoplamiento, que iban dirigidas solo al placer de Goroth.
Aunque no solía ser violento algunas veces maltrataba un poco a Jarari, jalándo
sus aletas o pellizcando sus ventrículos laterales.
Jarari
se quejaba.
"Bah,
una cosita de nada", gruñía Goroth y se volteaba a seguir durmiendo, tras
terminar el acoplamiento.
A
veces Jarari fantaseaba con que Goroth se tropezaba en el mar de lava. Quizá
solo necesitaría un guijarro resbaloso y...
Se
va poniendo la tercera luna. La posibilidad de ver a Arath todavía es lejana y
el aleteo dentro de Jarari es un zor en vuelo.
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