Como un hombre con fotofobia, que de repente es curado y puede sentir el calor del sol y despierta.
Como esos marinos que pasan meses y meses lejos de la tierra y sienten la extrañeza de la tierra...
Lo que es alejarse del vaiven de las cosas cotidianas y de ese 70% de la tierra que es mar.
Así es tocarte, costa, sol, playa.
Así es llegar a tí, esquina de mi corazón, pedazo izquierdo de mi alma.
¿Cómo te encontraré perdido en el naufragio que queda entre las rocas?
Ando buscando la enredadera para subir la barda.
Estoy encontrando las grietas para apoyar mis pies, triturando pequeños animales que viven en los escondrijos para ir a darte una mirada.
Soy la niña que trepa la cerca del vecino aleman para robarle una naranja.
Porque las naranjas de la huerta del vecino siempre son más dulces que las que puedes comprar en la tienda sin lastimarte las manos.
Porque el sabor ácido cura las heridas y puedes lamer la sangre con el jugo de la naranja, el color cambia y ese ácido, dulce, metálico, salado... ese que pruebas en el jardin robado, no lo compensa nadie.
Como las frescas tardes de verano de tu infancia que ya no vuelven y no te das cuenta de que las viviste hasta que son un turbio recuerdo.
Eso eres.
Turbo recuerdo, mar abierto, pedazo de mi alma sabor a naranja agria.
D.
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4 comentarios:
Alguna vez también hice una analogía de mi vida con una naranja.
Y me ha sorprendido increíblemente encontrar algo similar aquí.
Sería muy sufridito decir que mi vida es como una naranja agria, pero a veces, como hoy, así parece.
Excelente escrito, Srita. Silverstone.
¿No hay mandarinas?
Sabes que adoro las mandarinas.
Ese pedazo de mi alma supo a ron cubano mucho tiempo.
Hasta que en la última borrachera la mezcla con tequila y kisses de chocolate me hizo vomitar y me desintoxicó.
Mar:
No recuerdo bien por qué volvía publicar esto aquí, pero supongo que sirve para saludarte.
Indigente:
Aprovecha, son las últimas de la temporada.
Pequeña:
A veces es la única forma...
D.
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