Ahora que Natalia escribió sobre su celular, yo debo hacer una confesión sobre el mío...
Mucho tiempo me negué a quitarle la carátula protectora, en primera, porque me acordaba del día en que me lo regalaron y se me hacía bonito (como nuevo) por otro lado porque me daba flojera limpiarlo...
Desde que le quité la piel, estoy más atenta a sus rayaduras y a las nuevas marcas que surgen en su superficie, como si pudiera protegerlo del ajetreo diario, de las cosas que enfrento de manera cotidiana: los niños con sus manitas pringosas y las señoras con bolsas estorbosas que te pegan en la cara...
Ya sé que no se puede y sé también que hay que hacerse unos cuantos rasguños; a veces tenemos que salir al mundo y quitarnos la piel, donde se vea que no somos nuevos, pero que lo que hemos vivido forma parte de una historia... y al estar orgullosos de esa historia, contarla, como quien aporta un hilo de seda al tejido del mundo.
A veces tenemos que salir a partirnos el alma, rasparnos la cara, recibir el sonido de los claxones que nos avisan que estamos vivos... por poco, quizá, por un error de física en el universo... ¿Un error, o un milagro?
Ven, vamos a quitarnos la piel. Vamos a descubrir que hay abajo.
D.
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4 comentarios:
pura carne y huesitos, nada interesante
John: I don´t wanna rock... DJ...
Je.
Cierto.
Uy, eso me inspiró
Yo hice lo mismo con mi nuevo celular.
Me negué a quitarle los plásticos protectores hasta que una amiga bien intencionada lo hizo por mí.
Luego lo forré de película plástica, en el colmo de lo ridículo.
Simplemente no quería que se maltratara.
¿Es eso taaaaan malo?
Pero tarde o temprano se me caerá y tendrá una que otra magulladura.
Sólo quisiera postergarlo lo más posible.
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