Tlalmanalco: el canto del barro

Me gané un viaje en la catafixia familiar. Así que el domingo pasado emprendimos el viaje a Tlalmanalco, una población del Estado de México que está después de Chalco.

Tlalmanalco es la población más grande cerca del Bosque de San Rafael, una zona boscosa donde ya tuve ocasión de acampar este año.

Aunque el campismo tiene su encanto, los pobladores de la zona me informaron que cada vez es más peligroso ir por allí, pues las condiciones de seguridad no son buenas: atracos a los campistas han aumentado debido a la pobreza que se vive en la región. 

Recorrimos un sendero junto a un riachuelo, que llenó a mis padres de esperanza y les recordó sus primeros viajes.

Luego regresamos a comer a Tlalmanalco, donde además de comernos unos tlacoyos de masa azul visitamos el tranquilo museo regional: una colección de figurillas de barro y hallazgos arqueológicos que narran la historia de la zona.

El museo es pequeño y se recorre en 20 minutos, muy holgadamente. Se encuentra dentro de la casa de cultura, en el centro de Tlalmanalco, frente a un kiosco de la plaza central.

Alrededor de este Kiosco se adivinan las casas de las familias principales y, enfrente, está el clásico parque donde se llevan a cabo las convivencias cívicas. 

Tlalmanalco es uno de esos pueblos de los que sales con las mejillas frías y el corazón tibio, si te dejas seducir por el canto del barro y el olor a pino.

D.

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