Lenguetadas

La noche lamía las ventanas
Y la tibieza de la tarde se evaporaba.

En la calle pasaba un auto, ronroneando, como si fuera un gatito dormido, dejando en los vidrios una ligera extrañeza, como una perturbación en el ambiente, una vibración que se quedaba en el aire, girando sobre el aire nocturno.

Así se fue colando el silencio a mi vida, así el frío penetró en la zona que había guardado para el amor; así me fui olvidando de la risa, primero con una lenguetada del miedo, luego con grandes oleadas de saliva temerosa, que se volvían un mar helado en mi interior.

¡Que repiqueteante sonido de lluvia, que ondulante caricia de rayo, que evocador adios adornando las paredes! La despedida llegó repitiendo su voz amorosa: soledad, soledad, silencio

Silencio.

.
.
.

Silencio

Retroceder un paso para mirar el lienzo vacío, el pincel tirado con un solo color, el de la despedida: también las cerdas lamieron la tela hasta dejar pintado en cada trazo el mensaje último.

¿De qué color pinta la soledad?  ¿Usted si lo sabe? Yo lo sé

¿Deja una tintura la saliva que pinta despedidas?

¿Es de un color distinto al de la saliva que pinta besos?

No he desperdiciado lenguetadas de besos.

Pero si quieres saber de que color es las lenguetadas de la noche, de la soledad, del silencio, yo sé decirte. Yo sé.

D.

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