Estuve repasando, en mi memoria, una lista de momentos que hacen mi vida pesada. Un montón de ataduras y recuerdos que a veces me estorban para seguir adelante.
Me he tirado este fin de semana en el pasto y he decidido cortar al menos una de las ataduras, con el correspondiente dolor en el alma.
¿Somos lo que llevamos a cuestas o a lo que renunciamos para poder lograr nuestras verdaderas metas?
Puedes tenerlo todo, pero debes renunciar a todo lo demás.
Este fin de semana me atreví un poquito, me perdí otro poco más. Conocí a gente nueva y me mojé en la lluvia. Escuché el ruido de la gente al correr. Me besó el sol.
Elevé mi voz, en forma de plegaria, para encontrar mi camino en el jardín de los senderos que se bifurcan.
2013 no ha sido el año más fácil de la vida, pero ha traído cosas buenas. Y estoy agradecida por cada una de ellas.
Aún no termina, claro está. Al menos me depara un viaje más, una decisión importante y un par de peleas que hay que luchar, aunque sus resultados no me favorezcan.
He retomado la costumbre de cantar, que había dejado un lado de lado, guardando un duelo.
Deseo que sus deseos, en este cierre de año, se vuelvan también un canto.
D.
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