Compota de palabras (1)

Salgo del restarante. Afuera, un hombre siniestro me sigue con paso descompuesto. Su olor a vino es evidente. Se acerca a mi por detrás y su garganta ofrece una voz apagada: ¡Callate, pendeja! Clavo mis uñas, horrorizada, en su mano que me tapa la boca, para impedir mi grito.

Aprovecho que sus reflejos son torpes y dando un paso atrás lo piso. Mi reacción no es la que esperaba: se desconcierta. Me suelta un instante. Corro, huyendo hacia la noche.
Aún  estoy aterrada y mi corazón no se detiene en su marcha acelerada. Ya he pasado muchas cuadras y sigo corriendo, hasta que el dolor en mis piernas me vence. ¿Dónde estoy? Ni siquiera reconozco esa calle.

1. A. me regaló un frasco con palabras magnéticas. Para hacer ejercicios tiré varias sobre la mesa para articular un relato.

Esto salió.

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