Danzón, deporte extremo

Nadie podrá negar que el danzón es un deporte extremo en el que se arriesga la vida después de que un hombre murió en la Ciudadela de la Ciudad de México una tarde de sábado destinada al baile... Un rayo lo alcanzó con la fatalidad propia de la frase "Ojalá que te parta un rayo"

No se sabe si la rubia platino con la que este hombre bailaba dijo la tétrica despedida después de pelear con él, enojada porque en un traspie le dio un pisotón...

Lo único que se cuenta es que la culpa no la tuvo el destino, sino el árbol bajo el que se refugió el anciano. Árbol de la tarde triste que sirvió como fatal refugio de la lluvia en las horas finales del hombre.

Antier que me enviaron una canción de Eugenia León en ritmo de danzón me acordé de las veces que he estado a punto de exponer mi vida por el baile.

La primera excursión que hice al California Dancing Club sobre la calzada de Tlalpan me dejó con hambre, porque aún no llegaban las vendedoras de tortas y los hombres de sombrero de ala ancha y zapatos bicolores. Nos enviaron para captar "la esencia" del lugar y antes de meternos bajo los sobacos de los bailaores terminamos dando un soborno al portero para no tener que quedarnos más tiempo.

Esa vez lo más cerca de exponer la vida fue con la cercanía de hoteles de paso que guardaban en su interior la eterna amenaza de la muerte que pilla a los bailaores desprevenidos con un ligue sabatino y sin condón en la cartera.

Pero mi primer encuentro con el danzón va mucho tiempo atrás, antes de ver la película de María Rojo... Cuyo mayor peligro era el de que te cayeras en el piso pegajoso del cine con una palomita asesina, saciada de salsa valentina hasta la locura homicida.

La primera vez que escuché Danzón fue en el parque Zamora, en el puerto de Veracruz, donde hombres de guayabera y mujeres con abanico bailan a un son acompasado y sin prestarse a las vueltas (de la vida) que a decir de ellos son una interpretación espuria del danzón.

Esas tardes calurosas guardan en sus atardeceres nubes de mosquitos paludicos, que pican a los bailaores bajo la sombra de los arrallanes.

Aunque nunca he tenido esa cadencia ritmica en las caderas, que va más allá de la edad, la cintura o la falta de ella, no dejo de salivar ante la posibilidad de que algun día me tomen con mano firme al ritmo de las Nereidas, mientras se escucha el sonido acompasado de un buen danzón...

Y si en ello se me va la vida, lo bailado ya quien me lo quita...

D.

6 comentarios:

D dijo...

Nunca bailo, soy arrítmico (eso no tiene nada que ver con mis afecciones cardiacas)no mas no logro poner de acuerdo a mi cuerpo.

Juan dijo...

"una palomita asesina, saciada de salsa valentina hasta la locura homicida".... jajajajajajaja

y buneo, sio los veracruzanos lo dicen, me iaginoq ue han de tener razón. ay, veracruz me trae bellos recuerdos y no sé si sea pero me imaginoq ue si que ese parque es donde hay un quisco, creo, y una iglesia, ¿estoy en lo correcto? igual, es hermoso el puerto!!!

Indigente Iletrado dijo...

Sólo el día que puedas romper una botella en la mesa para cortarle el cuello al hombre que amas estarás lista para bailar danzón.

Darina Silver dijo...

David: Bueno, ya somos dos... pero eso no desvanece mi ilusiòn de algun día dominar la pista.

Juan: Si, hay un kiosko en el parque Zamora... Luego vamos de paseo. Yo te llevo a ver sitios viejos, harto bonitos.

Indy: Ves demasiadas pelìculas, ¿sabías?

D.

Juan dijo...

traduccion: no mames, jajaja, nah, o es cierto, yo ni te conozco, amor y paz, jeje

Darina Silver dijo...

Juan:

Ja, ja... Oye, con razón eres tan bueno en el periodismo interpretativo.

D.

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