Las compras: esa tortura pesonal

Pues si... me fui de compras. Sobre todo porque tenía un vale que me dieron en la escuela por el día del maestro y aunque se lo ofrecí a mi mamá para que pagara parte de la dispensa me dijo:

-¿Por qué no te compras algo lindo, por tu cumpleaños?

Y allá voy yo... al Centro Comercial. La verdad es que me intimidan un poco. Casi siempre que entro a la Tienda UNAM es de entrada por salida... Pero ahora me quedé un buen rato.

Mientras vagabundeaba por los pasillos me dí cuenta cuanto mal me han hecho mis padres al ponerme a comparar precios, porque no puedo entrar a un centro comercial sin tener la aprensión de revisar etiquetas por todas partes... ¿Serán mejor los acondicionadores de 550 ml. o los de 500 ml.?, ¿Serán más apropiados los botes de crema para la piel con miel o con avellanas?

La verdad me iba a gastar todo en perfumería: una crema para el cabello, un shampoo, un acondicionador... Mi mamá me aseguró que con eso se evaporaría mi vale.

Pero entonces sucumbí al fantasma de la moda y vi unas faldas que me guiñaron un ojo, con ternura nunca vista.

He de decir que yo no sé mi talla, así que escogí varias (De la 7 a la 11) y acudí al probador. Tampoco sé el procedimiento, así que el guardia me vio con algo de compasión mal disimulada y me dijo que debía registrarme antes... Ah, que gracioso. Registrarme, como en un museo.

Bueno. Allí iba yo, a enfrentarme con el zar de la moda: el espejo.

La verdad es que sigo sintiendome culpable por comprarme ropa en lugar de cosas "que realmente necesito"

Después de todo tengo ropa... pero no toda me guiña el ojal.

D.

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