El día de ayer, cuando venía de regreso a casa, en el mítico caracol que separa el paradero de Pantitlán de la Avenida que me lleva a mi hogar, vi tirado un mazo de cartas españolas.
Me quedé pensando en los reyes de la baraja, que montan a caballo... En particular recordé al Rey de Espadas, con el filo desenvainado, la mirada desafiante, el porte regio...
Contrario al rey de la baraja inglesa, que, a pesar de las florituras, siempre me ha parecido más anodino, como si lo hubieran estrellado contra un cristal.
De acuerdo a mi madre, hay una equivalencia entre la baraja española y la baraja inglesa, en la que los bastos corresponden a las picas, los oros a los treboles, espadas a los corazones, las copas a los diamantes.
Quizá lo de las picas lo entiendo... por aquello de lo violento que se ven; el oro y la suerte... quizá también sea entendible; las copas y los diamantes: puro depilfarro...
¿Y los corazones y las espadas?
¿De dónde tanto filo, tanto derramamiento de sangre? ¿De donde tanto dolor?
Casi se me pasa la parada por estar pensando...
D.
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2 comentarios:
Ya sabes, no amor sin dolor...luego pienso en la epoca medieval, pff cómo derramaban sangre por amor. Me acordé de Uther e Ingaine, los padres del Rey Arturo. Besitos!
Ah!
Tu sabes mucho de medieval, Yare.
Y te abrazo.
D.
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