Una historia de tantas...

Teníamos pepitas y cacahuates en la mesa. Ya habíamos servido muchos vasos de refresco. Y entonces mi mamá preguntó:

- ¿Pero cómo le hiciste para pasarte al otro lado?
- Pues yo ya me había pasado antes, de hecho le dije a mi tía, que vive en California: "no contrate a nadie, tía, yo me puedo pasar solo". Pero fui a Tijuana y vi que la parte por donde me pasaba antes ya estaba muy vigilada: había helicopteros, motos, caballos... de todo. Entonces mi tía me consiguió a alguien que te prestaba una "mica" buena, según de alguien que se pareciera a ti. Desde que me la enseñó yo le dije: "la neta no me parezco..." y él insistía en que sí. Entonces ya le dije... "Bueno, pues ya está en ti, al fin es tu mica".

Y si, efectivamente, me iba a pasar por la línea, con la mica de esa otra persona. Venían dos personas cuidandome, una tres personas adelante y otra dos personas atrás... Pero ya estando en la revisión que se dan cuenta de que no era yo. Los traté de convencer, pero me sacaron de la fila y me interrogaron. Y me dijeron que estaba castigado, que no podía entrar en 5 años a Estados Unidos y que si me volvían a atrapar que serían 10 años de castigo y la tercera vez era delito de carcel.

Entonces volví a hablarle a mi tía y me dijo que buscaría a alguien más, que ahora me pasarían por el cerro. Y yo pensé que sería el cerro de Tijuana... pero no, nos subieron a un camión y nos llevaron a Mexicali... que por allí pasaríamos. Nos dieron 100 pesos para ir a comprar comida.

Yo me compré cinco botellitas de agua de a medio litro, unas galletas y cosas así... para engañar la tripa. Ni siquiera llevaba suéter ni nada de abrigo. Llevaba unos zapatos normales. Pensé que quizá caminaríamos toda la noche.

Cuando el "pollero" me vio en camisa, me dijo "comprate una bolsa de basura" y me mandó a que le abriera tres agujeros: dos para los brazos y uno para la cabeza: "Cuando camines y sudes, eso te mantendrá caliente".

Y menos mal que me la compré, porque caminamos tres días y tres noches, ni siquiera rodeabamos los cerros, los teníamos que escalar. Los chavos con los que me pasé si tenían tenis y suéteres, pero a los dos días ya casi todos ibamos sin agua y sin comida. Yo me quedaba hasta atrás y les dije varias veces "ya dejenme aquí", pero ellos me daban ánimos. Se me desgarraron los pantalones con los huizaches...

- Al menos no te topaste con hiedra, "la mala mujer", le dice mi esposo. Dice que las veces que se fue por el desierto se le hicieron llagas que no se quitaban con nada. Se le infectaron bien feo y le supuraban todavía cuando regresó.

- Pues no, pero me daba yo la arrepentida de mi vida. Yo creo que de saber como iba a estar no me pasaba. Hasta eso tuve mucha suerte, porque nunca me detuvieron y cada vez hacen más revisiones los de la policía, lo primero que hacen es pedirte la licencia de manejar. Si no la tienes, enseguida te preguntan cual es el motivo y si no puedes explicarles, vas a dar casi de inmediato a inmigración.

- ¿Y para regresarte? - preguntó mi papá.

- Pues eso ya fue bien fácil. Le pedí a mi tía que me dejara en el aeropuerto de Tijuana. Para salir no te piden nada.

D.

2 comentarios:

Onminayas dijo...

Real, con tu punto de ironía, pero real como la vida misma.

Aquí en España, vivimos el problema de la inmigración a diario, con oleadas de pateras que llegan desde Africa cargadas con hombres, niños, embarazadas... muchos de los cuales pierden sus vidas en las aguas del estrecho de Gibraltar. Sus sueños ahogados en las aguas.

Desgarrador.

Darina Silver dijo...

Onminayas

Reproducí lo mejor que pude una platica noctámbula...

No era mi intención ser irónica, en verdad, lo que pasa es que así resulta a veces la vida.

Algo he escuchado del problema que tienen en España y, de hecho, cuando estaba en Barcelona me asombraba ver a los jovenes inmigrantes vendiendo mercacía en la calle...

Realmente terrible, como dices.

Un abrazo.

D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...