Al despedirme de mi amigo S. un malestar me invadió... la sensación de que las cosas no podrían permanecer como antes, quizá. Estabamos en Insurgentes, a la altura de mi antiguo trabajo, donde nos conocimos.
Me senté en un puesto junto a la ventana y dejé que el transporte avanzara por la gran avenida : los comercios se fueron sucediendo, uno detrás de otro... Miré el reloj de nueva cuenta y me percaté de que no llegaría a tiempo a mi taller literario de los jueves.
Por un lado me sentí mal, pues hubiera podido quedarme más tiempo con S. Por otro lado, me di cuenta de que nunca había recorrido toda esa línea, hasta el final de la avenida Insurgentes.
Me dio curiosidad la posibilidad de llegar hasta el final... aunque mientras lo pensaba, recordaba que el camino de regreso sería igual de largo: quizá tendría hambre, sueño, sed, calor...
La tarde se mostraba soleada y llegué a la zona universitaria. ¿Me bajaría?
Pensé en el disco de Pedro Guerra que estaba todavía en mi bolsa, regalo de S. Me daban ganas de escucharlo. No se puede todo. Decidí no bajarme del transporte publico.
Pasé por la pirámide de Cuicuilco, por el parque ecológico de Loreto y Peña Pobre y recordé lo enorme de la ciudad... ¿Todavía estaba en la ciudad?
Aún tenía ganas de llegar hasta el final, pero no sé exactamente que me detuvo. ¿Hambre, sed, sueño? ¿Miedo?
Lo más básico...
Finalmente, de regreso a casa, le dije a mi papá que había regresado para escuchar a Pedo Guerra. Pero ahora, justo ahora, mientras lo escucho, pienso... ¿Realmente quería escuchar a Pedro Guerra o simplemente me paralicé por el miedo?
D.
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1 comentario:
Mmhh... yo creo que fue lo básico.
O la idea de que era algo tonto y sin sentido.
Quizá no quisiste exponerte a la mirada extrañada del conductor cuando le dijeras que regresarías exactamente por el mismo camino.
Te aconsejo que le digas "es que no soy de aquí" :P
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