Un lugar feliz

Jessica me invitó de campamento. No le dije a mi jefe que iba a faltar. Simplemente desaparecí ese día. Jessica me dijo "lleva ropa para dos días y una noche y ya". Tampoco le avisé a Selene, mi novia.

Jessica siempre me dice que si yo hubiera sido hombre, me habría seducido. "Lástima que no naciste con ese adornito colgando entre las piernas". Tampoco termina de gustarle la idea de que sea lesbiana. Ve a Selene con recelo y a mí me acepta sólo porque nos conocemos desde hace años.

Recuerdo que cuando por fin le dije a Jessica que me gustaban las mujeres: me miró raro, como si me barriera, pero más feo. Antes eramos las mejores amigas. Ibamos de compras juntas y platicabamos mucho rato. Ella tenía un buen de problemas y le gustaba quedarse en mi casa a comer, le decía que más bien era su refugio.

Jessica tenía muchos problemas en la escuela. Era por culpa de las drogas. A veces estaba bien, platicando con nosotras y luego se perdía o se daba la vuelta y nos dejaba hablando.

Cuando decidió dejar las drogas me llamaba llorando a las tres de la madrugada. "No voy a poder, wey, ya me chingué" y yo le decía que le echara ganas y cosas así. Nunca he recibido llamadas a esa hora, sólo de ella. Ni siquiera de Selene. Si Selene me hubiera llamado a las tres la hubiera mandado a la chingada. Pero Jessica es mi amiga.

Cuando trabajaba en Kentucky le regalaba pollo frito, del que me daban para que yo comiera. Y veía como le entraba bien chido a la ensalada y me daba ternurita.

Pero no, Jessica no me gusta. Es sólo que somos amigas. Por eso no pensé nada raro cuando me dijo del campamento.

Ella manejó. Le pidió el carro a su papá y se lo prestó. Cómo su papá tiene sentimiendo de culpa de haberla dejado desde muy chica le da de todo. Bastante varo. De allí salía para las drogas. Ya ni sé que tanta droga se metía. Pero si probó varias, algunas más caras.

Jessica manejó hasta adelante de Toluca. El terreno era boscoso y hacía frío. Tomó un buen de desviaciones y me pregunté si mi chamarra sería bastante... Pero se detuvo en una cabaña muy bonita, toda de madera, con un letrero labrado "Dharpa".

Se me hizo un lugar un poco extraño, sobre todo porque no vi casas de campaña cerca, pero igual y era el sitio donde uno pagaba los derechos de acampada.

- ¡Sorpresa! Es tu regalo de cumpleaños. - Me dijo Jessica, toda sonriente, en cuanto bajamos del auto.

Entramos y nos recibió una mujer de cabello muy corto y ropa blanca.

- Se registran y pasan a la sala de reuniones.- Nos dijo. - ¿Ya pagaron?
- Ya, muchas gracias.

La "Sala de juntas" era un cuarto vacío, donde había un par de personas sentadas en sillas en forma de circulo.

No tardé mucho en darme cuenta de que era una especie de retiro. Primero te hacían contar tu historia y te hacían sentir basura. La cosa más miserable del mundo. Y con muchas personas era fácil. Sus historias eran realmente terribles. Había de todo... pedófilos, sádicos, ninfómanas, gente que estuvo en los infiernos más profundos, en la mierda más olorosa, en lo más batido del estiercol de la humanidad, donde el vómito es lo menos descompuesto.

"Seduje a mi primo para que me sacara de casa, porque mi padre abusaba de mí" era la historia de una mujer rubia y escurrida, que había pasado por varios abortos y a sus 30 años tenía una cara como de 50. De esas personas que viven muchas vidas y padecen muchas muertes.

"Azotaba a mi hijo con el cable de la plancha cuando defendía a su madre, porque yo llegaba borracho y quería pegarle", aquellos hombres rudos de manos como tenazas y piel cuarteada lloraban como críos cuando el guía de "la sala de juntas" alzaba la voz y gritaba "Arrepientanse!!!".

Al principio me tuve que contener la risa, pero como no nos dieron de comer, ni de cenar, se me fue quitando el buen humor. En la noche no nos dejaban dormir, seguíamos en la sala, tomando café y ellos te hacían recontar otra vez tu historia, hasta dejarte exahusto.

Yo conté mi historia. Una versión de ella, al menos. No pude decir que desde que había reconocido frente a mis padres que era lesbiana era feliz. Tampoco pude decir que Selene era todo lo que quería en una pareja y aún más. Tampoco pude contar que, aunque mi mamá lloró durante días y días cuando le di la noticia, ahora incluso me daba su venía cuando veía que Selene era buena conmigo y me cuidaba.

Jessica también contó su historia. La del divorcio de sus padres, de sus drogas "Del abismo de oscuridad y desesperación" en el que había caído.

Todos eramos basura, pues. El "guía" nos lo dejaba en claro y también nos recordaba que, después de todo, la única salvación era ir a la luz. Unirse a dios y ser uno con él.

El tiempo pasó lento, pero pasaba. Apenas y nos dejaron dormir un par de horas, en el suelo y sin mantas. El piso frío y la molestia con Jessica no me permitían conciliar el sueño, pero el agotamiento ganó.

Nos despertaron a las seis de la mañana y nos dieron apenas oportunidad de lavarnos el rostro.

"¿Ya viste a dios? ¿Te ha pedido que sigas su sendero?"

Como ya era domingo me propuse decirles que sí a todo. Que ya había visto a ese hombre. Que estaba envuelto en una luz blanca...

Lo cierto es que, mientras hablaba de la luz blanca, estaba yo en mi lugar feliz, un parque al que me llevaba mi padre cuando era niña.

Al salir del lugar no sabía ni que decirle a Jessica. Casi quería ahorcarla, pero yo no sé manejar y quería estar lejos de allí antes de empezar a gritarle.

- ¿Qué te pareció mi lugar feliz? ¡Quería compartirlo contigo!

No le dije a mi jefe por qué falté a trabajar. Tampoco le conté a Selene, mi novia.

D.

2 comentarios:

Juan dijo...

muy buena historia May, proveniente además de un lugar macabrón hasta ahroa inédito para mí ;)

Darina Silver dijo...

Juan:

Es la historia que me contó una amiga de la comunidad LGBT; me parece increíble que exista todavía gente que piense que la homosexualidad es una enfermedad y "curable".

D.

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