Melindrosa

Creo que me estoy volviendo demasiado melindrosa para viajar en transporte público y eso me preocupa.

Cuando trabajaba en mi anterior empleo, donde tenía una hora de llegada antes del concebido descuento, no me importaba incrustarme entre varias capas de gente para llegar a la oficina...

Ahora dejo pasar los metrobuses, me detengo a contestar encuestas, acepto las muestras gratis en las esquinas y hasta doy consejos de como llegar a los pasajeros del Metrobus antes de subirme a un camión que no sea de mi agrado.

Lo mismo en la hora de regreso... incluso doy largos rodeos o espero detrás de filas y filas de mujeres quejumbrosas y con paraguas.

Porque no.

Ya no soporto viajar junto a niños que lloran.

Ni tampoco junto a señoras gordas que empiezan a sacar toda clase de cosas de sus bolsas gigantes.

He dejado autobuses por el olor de un perfume que no me gusta.

Y si...

Ya sé que para muchos es una exageración, pero mi compañera de asiento perfecto es una mujer equis, que no se mueva demasiado, ni quiera hacerme la plática, ni tenga un libro que me de envidia leer...

Mi compañera de asiento perfecto en un camión es una pieza de la escenografía.

Como aquel árbol que veo pasar siempre o como un cartel anunciando una pelea de box.

A veces me decanto por la idea de que todo es utilería de una obra complicada... pero sigo pensando que es demasiado esfuerzo poner todos esos arbolitos para mí.

D.

2 comentarios:

Juan dijo...

eso sí, a lo largo del tiempo hs escrito demasiado sbre tus avnturas y observacions a bordo del transporte público

Darina Silver dijo...

Juan:

Si, ya sé... es que es cuando tengo más tiempo de pensar.

D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...