Abrí el libro y vi tu nombre: fue como caer a un barranco.
No sé que ecos despertó en mí recordar tu voz, como si esa pertenencia tuya fuera la suma de todos los ecos, el eco de todas las sumas, el silencio de los espacios infinitos.
Quedé asombrada, aterrada, con la bella inquietud imprecisa que da el horror. Como quien descubre, de repente, que ama algo sin conocerlo.
Nombrarlos es dominarlos...
Sentí un escalofrío, al recordar lo vano de mi afán de ser tuya, de tatuarme en tu alma.
¿Por qué siempre me equivoco en las mismas notas?
¿Por qué siempre estoy una cuarta abajo?
Esas notas al filo de un barranco arrancaron una dentellada de mi memoria. Surgió entonces el recuerdo, cortado por los dientes del tiempo, brillante, como el animal al que le quitas de la boca un pedazo sangrante de carne...
Tomé el recuerdo, lo sazoné con sal y pimienta, lo puse a dorar y me lo comí.
Al menos caí al barranco con la boca llena de tu recuerdo.
D.
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3 comentarios:
Me encantó el tono de este post... :)
Ale:
Muchas Gracias.
Pensaba en algo en particular, así que lo demás fluyó.
D.
amazing!
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