Este año me ha tocado transportarme en el metrobus a distintas horas...
Desde el mundial, en que entré a las seis a la oficina para preparar unas campañas futboleras, hasta los días en que, como hoy, se me hace tarde y llego casi a las 11:00 a la oficina.
Algo que me sorprende de este medio es lo estratificado que se encuentra el amable "Público usuario".
Cuando entré a las seis, las mujeres que iban en el metrobus eran sobre todo personas de clase media baja, media jodida o jodida y media. La mayor parte de ellas no se había preocupado por peinarse, maquillarse o siquiera lavarse la cara. Se respiraba sueño en el ambiente.
Las veces que me ha tocado viajar a las siete, hay cierta apuración febril en el ambiente: la provocan las madres de familia que llevan a sus hijos con uniformes escolares. Muchas traen tenis y claramente hay espacio en sus bolsas para zapatos de tacón. Algunas incluso llevan tubos o sobresale en sus bolsas de mano el espacio para las tenazas para el cabello.
Las mujeres que salen a las ocho al metrobus probablemente son las más vanidosas. Despliegan notables artilugios de belleza y tienen la consigna de llegar a las nueve a la oficina. Pocas veces he visto personajes más despiadados en su lucha por un asiento y son francamente detestables. ¿Alguien notó que odio entrar a las 9?
Si abordo el metrobus a las 9 en punto puedo tomar un especial que va vacío... pero en general a esta hora el metrobus aún va lleno.
No es sino hasta cerca de las 9:30, cuando pasa el furor oficinezco, que el metrobus se llena de curiosos personajes... los que entran en mi horario ya están cuidadosamente clasificados...
Pero eso, señores, es para otra de mis crónicas urbanas.
D.
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3 comentarios:
Interesantes observaciones.
¿Te molesta entrar a las nueve porque también eres despiadada en tu lucha por un asiento? :P
Pequeña:
Buena observación.
Implícita.
D.
Pequeña:
Buena observación.
Implícita.
D.
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