Elogio a la sombra

Hace poco escuché una reseña sobre un libro de un escritor oriental quien recientemente escribió un ensayo publicado bajo el sello de Siruela en donde toca el tema de la sombra.

Frecuentemente en la pintura elogia la belleza de la luz, la difracción de esta con exactas pinceladas... pero no podríamos reconocer la belleza de la luz si no supiéramos de la sombra.

En estos días de invierno, más que nada, es cuando recordamos que la naturaleza del hombre parece vivir en la sombra: desde el misterio que encierra para todos la noche, con sus peligros y la falta de certeza de sobrevivir, la eterna duda de si llegará algún día la luz de nuevo...

Y es que en la sombra ocurren las cosas que más tienen que ver con el arraigo humano a la tierra: el deseo, la muerte, la violencia, la putrefacción a la sombra...

Los presos que se quedan a la sombra y los que buscamos en la sombra un espacio para la locura, la concupiscencia, la melancolía.

En la sombra germinan mejor los hongos y se esconden los alacranes, buscando en su sino deseo y muerte.

En la sombra está la basura, la mierda, el temor, el odio... pero también, crece enredado en el sexo, el sudor, la saliva, el semen...

En la sombra surgen los besos y se esconden las caricias. También allí está todo lo que nos da miedo y nos excita. Allí está nuestro cerebro reptileano, distinguiendo apenas los matices del gris, donde los colores no nos abruman de citas

Todos tenemos miedo y farfullamos y nos arrastramos malheridos cuando nos lastiman... Y a todos nos hace falta un abrazo, que nos sumerja en las sombras de lo que eramos, al principio, un montón de deseo estremeciéndonos en el caldo primigenio de las sombras.

D.

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