Leì la noticia durante la noche, en el visor de mi celular, que llevó, primero como un rumor y después en imágenes y video, las historias de Japón.
No pude quedarme viendolas, sin embargo. Algo me removía en la curiosidad malsana y tuve que apartar la vista.
Siempre que ocurren catástrofes naturales siento que algo se remueve en mi hasta los cimientos: esa conciencia momentànea y colectiva de que somos frágiles, vulnerables, efímeros... Esa certeza de que no tenemos nada por hacer ante la fuerza de la naturaleza. Es una impresión fuerte que cada quien lava a su modo, que cada quien erradica como puede, para seguir en la rueda giratoria de la rutina.
En México exorcisamos nuestros demonios con carcajadas largas, con máscaras que sonríen con cara de diablo, con fiestas que terminan en embriaguez y abrazos, en juramentos de amor eterno y amistad verdadera.
En México nuestros cimientos flaquean cuando no hay lugar ni para una mueca, que se crispa en risa violenta.
Para la tarde la noticia ya había cedido lugar a un escarnio montado en un poema, montado en cualquier otra cosa... porque ponemos maquillaje sobre los cimientos del alma, cuando se cuartean.
D.
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2 comentarios:
Este post me pareció intenso, veraz... inspirador.
Gracias Ros!
D.
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