Laberinto

Estoy segura de que en otra vida fue arquitecto, pues forjaba en su boca un auténtico laberinto donde mi lengua se perdía, donde mis labios vagaban por horas, días, años, entre las paredes duras y los retos imposibles de cruzar charcos y mares llenos de humedades y salivas.

Creo que nunca quiso darme la llave de su encanto, ni abrirme un pasaje hacia sus sueños. Siempre guardó secreto y vigiló como un cancerbero sus más profundos pensamientos, sus más sigilosas intenciones.

Fue, sin embargo, un amante discreto y se atrevió a perderme el respeto en más de una ocasión...

¿Qué pude darle yo, en mis torpezas, sino esa muda compañía que doy, esa sonrisa torcida, ese suspiro que no es palabra, ni duda, ni reclamo, sino todo lo contrario?

Nada.

Soy una mala amante, mala novia, mala amiga, mala lo que sea y aún así, creo que parte de todo ello es porque soy muy buena y no se pelear.

Y todos saben que, en el fondo todos buscan un buen contrincante.

Sea en el ajedrez, en el baile, en cualquier juego de azar... Y yo nunca he sabido resolver el laberinto, ni jugar a las vencidas, ni elegir el color de las paredes.

Me pierdo entre la duda si esa será la salida del laberinto o sólo otro beso...

Por ello, en días como hoy, que recuerdo su boca, que siento que en sus brazos pude vislumbrar un pedazo de infinito me dan ganas de haber sido más valiente y cruzar a nado ese espacio en el que sólo me dejé flotar, hasta alejarme de la costa que era la salida...

Quizá hacia otro laberinto, más profundo, en su corazón.

D.

3 comentarios:

Alejandro Ramírez dijo...

Es cierto. Todos buscamos pelea. Y yo creo que tu eres una excelente contrincante; del tipo de contrincantes que se entrenan leyendo a Sun-Tzu antes que a Erich Fromm... Un beso.

Darina Silver dijo...

Alejandro:

De hecho tú fuiste quien me dijo que era mala contrincante.

¿Recuerdas?

Alejandro Ramírez dijo...

¿Lo ves? A eso me refiero, a que siempre me la volteas... Asi se ganan las batallas.

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