Fui cuesta abajo

Fui cuesta abajo,
sabiendo que rodar
era un atajo
hacia el mar.

Tengo ganas de estar en Buenos Aires. Desde hace tiempo me he imaginado que si me voy para allá mi melancolía podrá extenderse a sus anchas. Los días de febrero pasaron demasiado rápido, ni siquiera tuve tiempo de ir a la feria del libro.

Me concentré demasiado en mi gato, en su operación, en las idas y vueltas, en la curación.

A veces me pregunto si de verdad seré egoísta o es que, como en este caso, cuando me concentro en alguien me vacío tanto, me volco tanto en la tarea, que termino por perderme.

Me encantaría encontrar el punto medio, pero parece que soy una persona horrible que sólo piensa en sí misma o soy una esponja emocional que se afecta de todo.

Si, ya he discutido sobre ese punto con propios y hasta con extraños. Me he llenado de espanto con ver mi rostro al espejo, casi sin reconocerme. Reconocerme en la piel de los otros, vertida en sus sueños, reconociendo mis manos como si fueran nuevas. ¿Nos renovamos cada segundo, cada semana, cada mes? Siempre hay una parte de nosotros que es nueva, que se raspa y nace de nuevo.

Si vas cuesta abajo corres el riesgo de resbalar y rasparte las rodillas. Yo voy cuesta abajo, porque también es la forma más rápida de llegar.

Claro, la pregunta sigue siendo ¿A dónde?

El gato de Schezire me contempla desde una rama alta, sonriendo. Es un gato muy bonito.

Quiero ir de nuevo al mar: todavía tengo las marcas de mi último viaje y raspones en el corazón.

Pero, ¿cómo se renueva la piel, si no es gastándola?

D.

2 comentarios:

Espaciolandesa dijo...

A veces pasa que cambiamos mucho en poco tiempo y no lo asimilamos con la misma rapidez. Y es cuando no nos reconocemos.

Pero poco a poco se irá develando la nueva persona, harta quizá de algunas cosas, deseosa de emprender otras y dueña de una nueva mirada.

Y mientras se encuentran la antigua y la nueva, sólo hay que tener cuidado de no tropezar.

Darina Silver dijo...

Yo tropiezo siempre. Al punto de creer que esa es mi forma de caminar...

¿Debería dejar de justificarme?

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...