Mibong: saboreando papel de arroz

Así, como quien va perdido, como quien se guía por linternas de papel, el restaurante nos salió al paso en Campeche 396. Lo cierto es que ya lo andábamos buscando, pero nos dejamos llevar como barquitos de papel en un riachuelo.

He tomado la costumbre de visitar restaurantes de comida internacional con T y D. El hecho de que ellos siempre se muestren ansiosos en descubrir nuevas aventuras culinarias me anima.

Esta vez la cita fue en la librería Rosario Castellanos, lo que nos permitió hacer un par de comentarios amables y educados no relacionados con comida, para disimular un poco nuestra obsesión por descubrir siempre el bocado siguiente.

Aunque mis papilas gustativas me colocan muy lejos de Andrew Zimmerman y siempre he escapado a algunas cosas (como el chicarrón en salsa verde y el agua de papaya), estaba suficientemente dispuesta para saltar a los desafíos de la cocina asiática.

Mibong ofrece comida de Singapur, Tailandia y Vietnam. Una muy útil inicial al lado de cada uno de los platillos de su carta lo hacen más amigable.

Además de las entradas (todas se veían muy apetecibles, al menos en descripción) la variedad de platillos es la siguiente: sopas, fideos y platos completos.

Nuestro atrevimiento y presupuesto nos llevó hacia los fideos, aunque A. se vio valiente y pidió una sopa Mibong, que resultó ser algo picante y verde; tenía setas y por lo que a mi respecta podía ser wasabi con algo de leche y setas flotantes.

Yo pedí Pad Thai, que es un tipo de fideos planos con germinado y algún tipo de proteína o vegetales asados. También hay una variante con Tofu, aunque prefiero ser picada con pequeñas agujas bajo las uñas que comer tofu por voluntad propia.

Antes de nuestro Pad Thai nos enviaron papel de arroz frito, para degustar las cuatro salsas de la casa: cacahuate, pepino, pescado y tamarindo. Todas estaban ricas y aunque temía que la salsa de pescado tuviera un sabor muy fuerte, finalmente fue de mis sabores favoritos del día.

Enseguida trajeron las bolas de cangrejo cuya deliciosa consistencia frita por fuera y suave por dentro, con pequeños trocitos de zanahoria y en salsa de ciruela, hicieron que nuestro entrada fuera plenamente disfrutada. Lo único que opacó tan delicioso plato fue nuestra inexperiencia para usar los palillos, que culminó en que yo terminara comiendo mi bola de cangrejo con los dedos.

Mi jefa insiste en que la mejor forma de prácticar el uso de palillos es comer palomitas de maíz con ellos... Creo que debo de prácticar antes de mi próxima visita a Mibong.

El mismo sufrimiento atroz experimenté cuando, al llegar mi Pad Thai tampoco estaba acompañada de tenedores... así que hice acopio de fuerza. Lo más sencillo fue llevar los trozos de pollo a mi boca, porque el delicado equilibrio de germinado y fideos tardó en llegar.

El plato parecía pequeño en un inicio, pero entre el tiempo que tardé en agarrarle el modo a los palillos y dado que los fideos parecían no tener fin, estuve satisfecha al poco rato.

Para beber habíamos pedido dos tipos de limonadas. A y T pidieron de Jengibre. D y yo pedimos de Té limón, el cual venía decorado con una rebanada de limón y estaba delicioso y fresco. La bebida de jengibre tenía pequeños pedacitos de la raíz todavía flotando, un poco fibroso a mi gusto.

Al terminar de comer pedimos la carta de postres, pero nada sedujo a nuestra imaginación... sospecho que entre la ciruela, los cacahuates, el jengibre y todas las especies, estábamos saciados de fuertes sabores.

Dejamos Mibong cansados de lidiar con los palillos pero felices, tras una comida tan basta y exótica, que culminó en un café de las cercanías pensando nuevos paraísos culinarios por conquistar.

D.




1 comentario:

Espaciolandesa dijo...

Todo se me antojó :P

Yo tengo la teoría de que esa dieta te mantiene delgado precisamente por el esfuerzo que haces para comerte los alimentos con los palillos :P

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