La voz humana, de Jean Cocteau

Debo confesar que nunca me ha gustado el teléfono. Ni hablar por teléfono, ni el sentimiento de que se te pega la bocina al oído, ni el timbrazo siempre impertinente, que agobia con su necia insistencia...

Así que supe que tendría un problema cuando me enteré de que la obra de Jean Cocteau era un "casi" monólogo, porque la protagonista se mantiene siempre atenta a la voz de su amado, del otro lado de la línea.

Creo que han sido contadas las ocasiones en que una llamada me ha conmovido, pero...

¿Cómo no reír y llorar, compadecerse y burlarse de la patética situación en la que se encuentra una mujer al terminar una relación? ¿Cómo no reflejarse, acaso, por esa impotencia que da cuando alguien termina contigo? Y mira que terminar por teléfono es otro nivel de la desfachatez, de la sinvergüenzada y de la falta de hombría. Porque hasta para eso hay que mirar a los ojos y decir: "Ya no te quiero".

En esta adaptación a un entorno más moderno, me tocó ver "La voz humana" representada por Karina Gidi, quien ha sido muy celebrada por sus recientes interpretaciones (hay quien ya la llama "la mejor actriz de México", eso no lo sé: no conozco a todas las actrices); debo decir que tiene un rango muy amplio y pasa de la casi comedia a las lágrimas. Su versatilidad fue útil en esta adaptación de una hora y diez minutos, sin intermedio.

Acudí a final de la temporada, por una cortesía de un medio de comunicación, que regaló boletos: el Foro Shakespeare se llenó por completo, aunque según entendí fueron bastantes las cortesías extendidas. Es un lugar pequeño, para cerca de 100 personas.

La escenografía para la voz humana es un cuarto con dos puertas; el mobiliario es completamente gris, para que destaque la presencia de la actriz principal, que casi todo el tiempo lleva una llamativa bata roja de satín.

Al principio de la obra la vemos contestar una llamada equivocada, con desesperación: está esperando a su amado. Las noticias que le darán, sin embargo, no son nada buenas. Él está por casarse con otra y tiene que arreglar los pequeños detalles de lo que había sido su vida juntos. Todos esos cabos sueltos que hay que cortar cuando se empieza una nueva vida.

Vemos a la protagonista derrumbarse, derretirse, descarnarse. La vemos llorar sobre el teléfono, destrozada, aferrarse a la puerta y pedir un momento para componer su imagen de persona autosuficiente. Hay suficiente material para que todos revivamos un mal rompimiento.

La "trampa" si se puede llamar de esta forma, es que en esta adaptación del director Antonio Castro, hay un final más luminoso, más esperanzador ante el evidente naufragio de la relación que vive la protagonista.

Salí un poco desencantada de la obra. Quizá fue mi falta de empatía con los dramas telefónicos... o quizá ese giro que le dieron al final no me resultó del todo creíble después de ver como Karina se desgarraba.

Le daría tres estrellitas de cinco. Y ya cuelguen el teléfono, que es muy caro.

D.


1 comentario:

Espaciolandesa dijo...

Újule... nomás de leerlo me acordé cuando me cortaron hace un año y sentí feo.

Creo que tampoco me gustaría porque no soy mucho de hablar :P

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