Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa

No sé decir por qué, pero tardé meses en terminar Conversación en La Catedra.

Miraba la enorme novela y aunque disfruté mucho de otras obras de Vargas Llosa (Pantaleón y las visitadoras, Los cuadernos de Don Rigoberto) esta obra se me hizo eterna.

La empecé a leer el año pasado, cuando descubrí que el próximo remate del auditorio se acercaba y yo seguía con libros que compré en 2013.

(También tengo pendiente de este autor "La ciudad y los perros" que le compré a Jacintina, cuando estaba juntando dinero para irse a Europa).

Esta disgresión viene al caso porque dejé pasar meses antes de retomar la novela: esos meses en los que puse mi avatar de negro, en que las calles se llenaron de personas protestando por la desaparición de los 43 normalistas, en que las fosas clandestinas brotaron en cada esquina y cada voz de los desaparecidos se hizo un clamor.

En esos días yo paseaba por la ciudad el testimonio de otra dictadura, con otros corruptos y prácticas muy parecidas: levantones, matones, corrupción, malversación y mucha mala leche. (Y un salón de té, con esa mala leche un salón de té).

Hubo un capítulo, en particular, que me llenó los ojos de lágrimas, al recordar mi estancia en un periódico de la vida nacional mexicana que se parecía tanto a la redacción donde trabaja uno de los personajes, Santiago Zavala....

Zavala (Zavalita, para los cuates) se encuentra con Ambrosio, quien trabajó largo tiempo como chofer para su familia; se ponen al día en "La catedral" una cantina de poca monta en la que Zavalita quiere aclarar cuentas con Ambrosio, pues un secreto oscuro los une y para el periodista es necesario aclarar ese embrollo.

Para no contarles de más y por si están pensando en leerla, quiero decirles que aunque parece un poco pesada al principio, el capítulo final compensa todo y se atan los cabos sueltos.

Muchos críticos consideran que es una novela imprescindible y Vargas Llosa mismo asegura que es la novela "Que salvaría del fuego si sólo pudiera salvar uno de sus textos".

Fue la tercera novela que escribió el autor peruano y en muchos pasajes da escalofríos al compararse con el contexto mexicano.

Si tienen un par de meses para dedicarle, la recomiendo sin dudar.

D.


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