Quizá ando triste desde principio de año y no me había dado cuenta.
Pero me la pasé llorando en "Mi amigo dragón" y quería desmenuzar esa experiencia solo para saber por qué.
Mientras narraba una escena donde destruyen el nido del dragón y se me cortaba la voz, me di cuenta de que ese sentimiento de orfandad intenso y desolador me viene rondando.
¿Dónde es el hogar, dónde es seguro, en qué lugar guardo mi corazón?
Mientras la fábula de Disney es un canto amoroso a la familia y a la magia, yo solo podía ver la tala indiscriminada de árboles, la falta de dirección, el contraste ominoso entre la vida libre ("salvaje") y la familia, el hospital, la ropa, las reglas, los compromisos.
En el caso de Gavin, el hermano cazador de la historia, no pude sino sentir que siempre hay personas así en la vida: seres a quienes quieres, pero cuyas acciones no puedes solapar, ni siquiera permitir, sin que entres en conflicto.
Y es que, ¿qué es la familia sino ese lugar donde te permites crecer?
Y bueno, nadie dijo que crecer fuera indoloro.
Mientras los adultos buscan la explicación racional a las cosas, los niños son los que tienen el hallazgo de que se encuentran frente a un dragón.
Y es que la magia en nuestras vidas no siempre es tan fácil de identificar.
A veces creo que tengo polvitos mágicos por doquier y nada más ando por allí, desperdiciandolos, sin poder reunir suficiente para hacer algo realmente extraordinario.
Salí toda llorosa, estremecida, mocosa y titiritante de "Mi amigo dragón", llegué a casa y vi las raíces de mi alma patas arriba.
Ahora quiero remover la tierra, ver si encuentro consuelo o si debo hacer mi nido en otra parte.
D.
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