Ojalá haya un lugar

Hace tiempo que me siento como un helecho en una maceta pequeña.
Enorme, desbordada.

Pero no siempre de mi cuerpo, sino de lo que pienso, de lo que hago.

Necesito una casa más grande, un vestido menos ceñido, necesito enormes hojas en blanco, lienzos eternos. Paredes interminables que grafitear, días de 30 horas, semanas de 10 días.

Necesito más lugar porque me crezco, porque abarco, porque avorazadamente me quiero comer la vida, porque tengo mil proyectos, porque mis sueños germinan y este espacio me queda a veces chico y hay demasiadas paredes, límites, fronteras.

Este departamento no me deja asomarme a ver la luna. 

Hay que salir a la calle y buscar un lugar donde haya sitio para mi voz, que sin tartamudear pueda expandirse, libre.

Porque todos los talleres, laboratorios, emprendimientos, asociaciones y comités en los que estoy deberían tener alas y desplegarse: en este cuadrito de cielo azul que abarca mi ventana ya no caben.

Porque todas esas poesías, semblanzas, crónicas y hasta las notas más chiquitas deberían tener sus lectores, alcanzar sus audiencias, lograr sus replicas y tocar, si pueden a quienes tengan el mismo eco en el alma.

Ojalá haya un lugar donde todo esto pase. 

Porque mi boca está llena de palabras y mi corazón de sueños y se quedan dando vueltas en la sala.

D. 

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