Hoy, mientras viajaba comodamente sentada en el metro, un tipo me puso enfrente su codo rugoso y suavecito, ligeramente oscurecido por la falta de un sacate, pero lleno de implicaciones intertextuales.
Nunca se me olvidará que el codo es la parte más erógena de Marge Simpson, ni podría ver un codo tan de cerca sin pensar en el hombre que me confesó que cuando era niño mordía los codos de la gente... quizá le recordaban la suavidad de un pezón materno...
Tampoco olvidaré las lecciones de urbanidad de mi abuela, que me decía que no había que subir los codos a la mesa, no sé si por no jalar el mantel, por ensuciarlos codos, o por ensuciar el mantel...
También había una lección de buenos modales que explicaba que hay que comer con los codos lo más pegados al cuerpo que sea posible...
Los niños siempre guardan bonitos recuerdos de sus rodillas raspadas por las caídas de bicicleta, pero poco se menciona de las costras en los codos, cuando aterrizas de maneras inesperadas y terminas con una costra rojiza y quebradiza, que nunca dura, porque los codos se mantienen flexibles y uno los necesita para participar en el colegio, para saludar a un amigo, para amasar el pastel del día de las madres, para recargar la pluma contra el papel para escribir una carta de amor...
Hace mucho que no escribo una carta de amor. Ni con los dedos, ni con los codos...
A veces, para escribir una carta de amor hay que utilizar los codos. Te recargas contra la mesa y te pones a pensar en el objeto de tu ensoñación amorosa, mientras tus manos le sirvel de atril a tu cabeza, que saldría volando impulsada por un suspiro tibio de aire caliente, como un globo de colores...
D.
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4 comentarios:
Escribes chingoncísimo.
Ah, los codos!!! quién podría pensar que son parte de la herramienta poética, no??
Tan feyecitos que son. Y pa lo mucho que sirven!
"Y destruimos todo
borramos con los codos
lo que habíamos escrito
con el corazón
y que alguna vez tuvimos"
nunca entendí bine esa frase, del buen señor Sorokin
Y si no pudieran flexionarse no podrías abrazar ni apretar al otro hasta fundirte o acunar a un bebé en tus brazos.
Sí... los codos son más importantes de lo que parecen.
Hola Mar:
Si, la verdad es que los codos siempre me han sorprendido...
Juan Carlos...
Mira, no sabía que los codos fueran goma de borrar... Está bien, Raúl Parra decía que se escribe más con el borrador que con la punta del lápiz.
Pequeña saltamontes...
¡Si! Eso me faltó mencionarlo...
D.
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