Ayer pasé por un riel del ferrocarril en una zona norte de la ciudad.
Llovía y el montículo de hierba que estaba junto a la vía olía delicioso.
Llevaba zapatillas y eso lo hizo un poco más complicado. La noche era fresca y no escuché la vibración del tren, ni a la lejanía, ni en ninguna parte.
Conocí a una gata negra que se llamaba Bagira. También llegué a escuchar un disco de Nina Simone que perdí hace tiempo y reencontré.
Me quedé dormida pensando en el olor a tabaco que queda flotando en las esquinas del olvido. Y la vida siguió...
Ayer estaba pensando en como siempre llego tarde, aunque me apresure, a la vida de las personas. En como nunca están disponibles cuando yo lo estoy. Y viceversa.
Erré, de equivocarme. Muchas veces. Miles de veces.
Ayer encontré a través de ese invento del demonio que es Hi5 a una persona que fue importante para mí cuando tenía 18 años.
Ayer me di cuenta de todo lo que hemos cambiado y de repente, todo fue muy claro para mí.
Quizá necesito más disfrutar el trayecto, porque ninguno de los hombres que he conocido es destino.
Somos rieles, enganchados, unos a otros, en el camino.
D.
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2 comentarios:
¿Y si nosotros somos los rieles, quién es el balastro?
Los días, la decidia, los años.
Yo que sé.
D.
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