Indigentes de confianza

Ultimamente he estado pensando mucho en la confianza. Esa relación que se desarrolla cuando estás segura de que las cosas pasarán así y no de otro modo.

La confianza no es necesariamente algo bueno. A veces tienes la confianza de que pasarán cosas malas y entonces lo que defraudaría tu confianza es que pasara lo contrario...

Lo cierto es que, respecto a muchas cosas, yo tengo una cantidad enorme de prejuicios, sobre todo respecto a la indigencia.

La indigencia, es esa condición que nos rodea a muchos de nosotros, casi asfixiandonos, por la terrible situación en la que está el mundo, la desigualdad en la que el ser humano se ha instalado de manera casi permanente.

Definido por el diccionario es la incapacidad de las personas para alimentarse, vestirse y cubrir sus necesidades básicas.

Apenas salgo a la calle y la condición de las personas que me rodean comienza a mordisquearme como un montón de hormigas.

Sé que, bajo del puente, por la mañana, encontraré a un hombre enrollado en lo que alguna vez fue una chamarra, con muletas y la cara llena de grasa, mugre o una mezcla de los dos.

Estará allí hasta cerca de las 11, cuando se va a recostar contra la pared de una fabrica cercana, la cual también usa como sanitario.

Sé que estará allí cuando tome el transporte al trabajo y que no pide limosna, ni nada, sólo patrulla su área y confío en que siga así...

También sé que si camino al metro encontraré a una mujer indigente, de cabello blanco y sueter verde, que tiende la mano y si te detienes te cuenta siempre la misma historia, de su hijo, al que está esperando. Siempre lo espera, siempre en las mismas escaleras. Siempre tiene los labios pintados de rojo.

No sé por que la clouchard de Rayuela suena como una mujer divertidisima. Quizá porque clouchard es una palabra bonita y eufónica, mientras que indigente suena triste y dolorosa, como un dolor sordo en la boca del estómago.

Sé que al llegar a la Calle 8, cerca del metro Puebla, encontraré a tres indigentes en el camellón, tomando mezcal de $15.00, compartiendolo a tragos, sonriendose entre sí, ajenos a lo que ocurra, pero a la vez siempre vigilantes, porque esa esquina ya es suya...

Tengo la confianza de que estarán todos allí. Pero no sé si mi confianza será defraudada el día en que ya no estén. Hay tantas figuras que se han ido borrando del paisaje...

A la ciudad no le desaparecen las cicatrices. Simplemente se hace nuevas heridas sobre la piel rota.

D.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Mmm...
Que se he hace que tienes una afinidad para los indigentes.

Darina Silver dijo...

Anónimo:

Ya te hice los comentarios pertinentes en privado.

D.

Mar dijo...

Jajajá.
Yo opino igual que el anónimo.

Los indigentes tienen su encanto.
Nomás hay que descubrirlo.

Anónimo dijo...

Soy anónimo... como pudiste?

Darina Silver dijo...

Mar:

Si.

Anónimo:

Eres el único anónimo que me escribe... además, nadie pone como tú los puntos suspensivos.

D.

Espaciolandesa dijo...

Siempre que veo a personas así me da tristeza.

Porque pienso que alguna vez fueron niños y tal vez soñaban con ser bomberos o astronautas y en algún momento de su tierna infancia perdieron la inocencia al ver rotos sus sueños.

Por eso nunca haré mofa del sueño de un niño.

Ah... no sé qué me pasa. Ando muy preocupada por muchas cosas u_u

Indigente Iletrado dijo...

Los indigentes solo son bonitos hasta que te quieren quitar tu dinero, intentan tocar tus sobrinas o se aprovechan de tu bondad. Al final son detestables para todos.

Darina Silver dijo...

Pequeña Saltamontes:

La forma de ver las cosas depende de como ha pasado el mundo a través de nuestros poros...

Indigente:

Si... quizá el problema es estar muy cerca de ellos. Te pueden hacer daño.

D.

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