Aprovechando las vacaciones retomé la muy olvidada costumbre de hacer ejercicio en mi tabla de Wi Fit.
Al respecto, debo decir con anticipación, aunque seguramente es algo evidente, que no soy una gran fan del ejercicio y las cosas que hacen sudar (casi todas, al menos) me desagradan.
Claro, el truco de mercadotecnia detrás de esto es que te lo disfrazan de juego en pro de tu salud y bienestar.
Algo que siempre compruebo cuando comienzo una sesión del Wi Fit, es como se aprovecha de nuestra obsesión humana por medir y comparar.
El mecanismo básico es el de una competencia y debo decir que, al menos en un núcleo familiar cerrado como es el mío, funciona muy bien.
El encanto consiste en que, desde que te registras, mide tus avances, tus estancamientos y lleva un registro exacto de cada paso que das: literalmente.
Esa obsesión por romper nuestros propios records, por superarnos a nosotros mismos y a los otros es lo que realmente hace adictivo el juego y te hace volver una y otra vez.
Porque, ¿quien no quiere ser mejor que si mismo?
D.
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